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El episcopado "avisa" al legislador sobre los males sociales y morales que origina el divorcio

Un extenso análisis de los males sociales y morales que se originan con la regulación civil del divorcio -aunque reconociendo al mismo tiempo la «justa autonomía de la autoridad civil»-, una acusada crítica a la separación por mutuo consenso entre los cónyuges y una serie de constantes llamadas a los legisladores para que actúen en conciencia configuran los aspectos más destacados de¡ documento episcopal sobre el divorcio, aprobado ayer por los obispos españoles, con 59 votos a favor, dos en contra y cuatro en blanco. Con esta declaración concluye la asamblea plenaria, que, ha venido desarrollándose en Madrid desde el pasado lunes.

«No podemos admitir que la regulación civil del divorcio sea un derecho de la persona humana ... ; la disolución del matrimonio socava las bases; más firmes de la sociedad y la familia ... ; el divorcio engendra divorcio ... ; pone en peligro el bien común..., es un auténtico mal para la sociedad», dicen, para concluir con una afirmación tajante: «En cualquier caso, que sepan los católicos que el hipotético divorcio civil no disolverá su vínculo matrimonial y que la doctrina de la Iglesia permanecerá inmutable.» De esta manera se ha pronunciado la Conferencia Episcopal española sobre la futura ley del divorcio.El documento fue presentado ayer por el presidente de la comisión episcopal para la doctrina de la fe y arzobispo de Valencia, monseñor Roca, quien señaló la importancia del mismo como guía para todos los católicos. «Nosotros pretendemos con este documento», dijo, «no dejar desamparados a los católicos. Con este texto sabrán a qué atenerse y por qué normas morales guiarse.»

Para la elaboración del documento los obispos españoles necesitaron más de nueve horas de debate, a estricta puerta cerrada. Hubo más de un momento de tensión en cuanto al enfoque del mismo, hasta el punto de que en un principio se llegó a calibrar la posibilidad de que el último día de la conferencia se publicasen dos documentos paralelos, conforme a las dos tendencias de la Iglesia: la que podría llamarse progresista o, en todo caso, realista, es decir, contando con la realidad social concreta del país donde se legisla -como apuntó hace tres días el obispo de San Sebastián, monseñor Setién-, y la integrista, la de aquellos que defienden la indisolubilidad natural del matrimonio, y a partir de ahí consideran inadmisible cualquier regulación para tramitar separaciones.

Sin embargo, al final el consenso ha sido muy amplio, a juzgar por los únicos dos votos en contra y los cuatro en blanco recogidos por el texto. Este resultado fue calificado por monseñor Montero, presidente de la comisión episcopal para los medios de comunicación, como una «sorpresa muy grata», que revela -a su juicio- la ausencia de tensión en los debates, «aunque ha habido, eso sí, una gran riqueza de opíniones». La madre María Jesús, presidenta de las religiosas españolas, intervino llegado este punto para reafirmar «el -consenso y la concordia que ha reinado entre los obispos en todo momento. Se notaba», señaló, «que el Espíritu Santo se hiallaba en la sala».

También se encontraba en la sala el representante del papa Wojtyla, el nuncio monseñor Dadaglio, quien, segián el portavoz oficial, «se limitó a observar los debates, pero sin intervenir en ellos».

En la conferencia de prensa se dejó muy claro que había dos temas referentes a la familia que la Iglesia «jamás podrá aceptar». Se trata del aborto y del divorcio por mutuo consenso. El párrafo referente a la separación libremente acordada or los cónyuges afirma: «Consideramos que es absolutamente inaceptable el llamado divorcio con.sensual. Una ley que introdujese el divorcio de tal manera que la pervivencia del vínculo matrimonial quedase a disposición de los cónyuges sería rechazable moralmente y no podría ser aceptada por ningún católico, ni gobernante ni gobernado.» Esta idea enlazaría con la consideración, también expresada en el documento, del vínculo niatrimonial como algo «sustraído a la voluntad de los cónyuges, al tratarse (la indisolubilidad) de una ley perteneciente a la entraña misma del matrimonio».

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Los avisos a los legisladores son constantes en el documento: «La experiencia señala que este tipo de legislación es prácticamente irreversible y mueve a los propios lelisladores a deslizarse por el plano inclinado.de la progresiva multiplicación de las causas que declaran legalmente roto el compromiso matrimonial», hecho especialmente grave para la Iglesia, al entender que «el divorcio engendra divorcio y sirve de incitación a los matrimonios sin problemas insolubles, pero víctimas del medio ambiente».

La Iglesia deja constancia de que respeta la «justa autonomía de la autoridad civil», a la que le corresponde legislar en orden al bien común, pero «la prudencia política del legislador, al ponderar las consecuencias negativas que pudieran seguirse a una absoluta prohibición del divorcio civil, debe tener en cuenta los graves daños morales expuestos en el documento que se derivarían de su introducción en su legislación».

El documento finaliza pidiendo a los legisladores que mediten muy seriamente sus determinaciones.

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