"La clave" del marxismo
El programa «La clave» (El marxismo) del último sábado nos ha obsequiado con una interesante película, seguida luego de un coloquio, ansiosamente esperado, pero cuya calidad no creo haya alcanzado cierto nivel académico y que, por otro lado, tampoco ha cumplido su cometido, el de ser una útil e instructiva divulgación de los grandes aspectos que el tema reviste. Hemos presenciado un diálogo (si «diálogo» se le puede llamar) sin pena ni gloria, a ratos divertido. Algo así como una película de los hermanos Marx (en este caso, más bien «hermanastros»), con la colaboración de unos Ritz Brothers más reposados y con mayor acierto en sus hallazgos.El tema, sumamente actual (yo diría excesiva y apasionadamente reactualizado), tratado por, sin lugar a dudas, ilustres protagonistas del momento político, pudo haber sido motivo de goce dialéctico en un ambiente histriónico de gran altura, por ocupar una de las escenas del presente teatro histórico. Pero no lo fue. En lugar de una batalla auténticamente dialéctica, asistimos a unas andanzas «por las ramas», olvidándose los «contrincantes» de las raíces del tema: éste se quedó prácticamente en el tintero. Ahora bien, en honor a la verdad, hay que reconocer que el tema escogido es tremendamente complejo y escabroso, pero precisamente por eso el moderador tenía que haber restringido el marco de la discusión, apuntar lo esencial, con referencia a unos cuantos principios básicos del marxismo (los claramente expresados en el «manifiesto comunista», para dar un ejemplo), y evitar así que los contrincantes se desparramaran en largas y pesadas consideraciones (desconsideraciones también) que no venían al caso. (El simple análisis del programa ideológico del «manifiesto» -obra tan capital como El capital- hubiera permitido centrar el diálogo y evitar las pesadas e inútiles digresiones.)
Hay que reconocer que, en general, el moderador difícilmente puede frenar (y aún menos chistar) a sus señores invitados. Por eso, en la mayoría de los casos, estos coloquios no suelen satisfacer ni a los parlantes ni a los oyentes. Y en este caso concreto creo que «La clave» del último sábado no supo dar en el clavo. ¿Algo positivo? Desde luego, siempre lo hay. Entre otras cosas, la conclusión de que lo más interesante quizá no sean las «ideas» que se esgrimen (con mayor o menor habilidad), sino el «modus» de expresarlas. Reunir alrededor de una mesa (en torno a temas tan candentes) tipos caracterológicos (según Le Senne) tan distintos: un apasionado, un apáti
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co, un flemático (no desprovisto de cierto cinismo filosófico-intelectual), un sentimental, etcétera, es siempre interesante para el observador que sabe filtrar las ideas expuestas a través del temperamento de cada uno de los expositores... en pugna.
Para terminar, hay que reconocer que no faltaron las múltiples notas divertidas. El representante de uno de los partidos izquierdistas, al afirmar que el comunismo es «bandera y defensa de las libertades», dio la oportunidad al joven y apasionado filósofo (con el que ya se había enfrentado varias veces) a levantar su voz replicándole que «eso era la mejor broma ("plaisanterie") de toda la noche»... Pero algo más que una broma: una burla, como muchas de las que el telespectador se tiene que tragar, sentado en su sillón, sin derecho de réplica. El impotente y «tragalotodo» espectador.
(ex catedrático de Filosofía de la Universidad de Lima)
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