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El diputado Bandrés relata al ministro del Interior presuntas torturas a dos detenidos

Juan María Bandrés, diputado por la coalición Euskadiko Ezkerra, ha enviado una carta al ministro del Interior, Antonio Ibáñez Freire, en la que da cuenta de los malos tratos, torturas y vejaciones que afirman haber sufrido -y así lo declararon en su día ante el juez- dos jóvenes guipuzcoanos en la comandancia de la Guardia Civil y comisaría de policía de San Sebastián, entre los días 11 y 18 del mes de octubre. El señor Bandrés adjunta con la carta («conforme a sus indicaciones le recuerda en la misma al ministro del Interior) un relato detallado y literal realizado por los dos jóvenes afectados.«Yo le ruego», afirma Juan María Bandrés en su carta al ministro, «que en el plazo más breve posible realice un acto de autoridad que tranquilice a la opinión pública, alterada en los últimos días al conocer estos hechos, restaure nuestra confianza en la democracia que estamos construyendo e impida que hechos tan lamentables puedan producirse, máxime cuando leo en los periódicos que la inaudita noticia de que la 551 Comandancia de la Guardia Civil se ha dirigido al fiscal de la Audiencia y la Auditoría de la VI Región Militar denunciando presuntas injurias a las Fuerzas Armadas ».

El dossier enviado por Bandrés al ministro del Interior recoge, primero, el testimonio de Izaskun Arrazola, de veinticuatro años, enfermera de profesión, que fue detenida por la Guardia Civil en la madrugada del pasado día 11 de octubre en el barrio donostiarra de Gros y trasladada al cuartel de Inuaurrondo.

«Allí», dice el relato, «fue colocada encima de una mesa, en la cual se le efectuó la tortura denominada el quirófano, recibiendo golpes de kárate en las piernas, cabeza y estómago. En total había unos veinte guardias civiles, vestidos indistintamente de uniforme y paisano. Aunque no puede especificar, sabe que entre ellos había jefes o gente de mando».

Posteriormente fue trasladada en un Seat 127 hasta la comandancia de la Guardia Civil del barrio antiguo de San Sebastián, desde donde, en otro 127, la condujeron, encapuchada, hasta un paraje montañoso. «Estaba empapada porque llovía mucho», prosigue el relato de la afectada. «La dijeron que podía gritar porque no la oiría nadie. Dispararon dos tiros alrededor de su cabeza encapuchada. Sabe que eran cuatro guardias civiles vestidos de paisano. Uno de ellos es el que después firmó la declaración efectuada por Izaskun en la comandancia. Este mismo era uno de los que la aplicaba las corrientes y que también desnudó a Izaskun.»

Tras una descripción fisica exhaustiva de los dos guardias civiles que, según Izaskun Arrazola, la torturaron y vejaron, prosigue el relato: «En el monte la bajan los pantalones y la hacen subir el jersey. Comienzan a pellizcarle los pezones, a arrancarle pelos del pubis y a meterle el dedo en la vagina.»

Se recuerda en el testimonio de Izaskun Arrazola que todavía en la madrugada del día 11, encapuchada, se la vuelve a conducir a la comandancia, donde, afirma, se la hace cambiar de ropas y secarse «para que la fuesen aplicadas corrientes».

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«Se la tumba en una mesa», detalla el relato, «para comenzar las sesiones (dos) de corrientes. Se la colocó un trapo en la boca y otro trapo a través de la cara para que no saliese el primero. Se la aplican corrientes en los pechos, pubis, tripa, piernas y manos. Había unos cuatro guardias, siendo dos de ellos los que la habían llevado al monte».

Se testifica que a las nueve de la mañana del día 11 la trasladan a un despacho, donde es interrogada por un guardia civil a la que la testigo afirma le llamaban sus compañeros Doctor Infierno (se incluye una descripción fisica del mismo). «De éste», se afirma en el relato, «recibe patadas, torturas psicológicas y la obliga a hacer flexiones.» Este Doctor Infierno, al que la testigo identifica como el fotógrafo de la Guardia Civil y el que revela las fotografías, le plantea a Izaskun que se infiltre en ETA dentro de cinco meses. Con posterioridad a esto ha sido interrogada y torturada durante las sucesivas tardes que ha estado en la Comandancia y durante todas las noches» (luego se describe físicamente a cuatro guardias civiles que, según Izaskun Arrazola, participaron en las sesiones de interrogatorios y torturas).

Concluye el testimonio de la afectada con la notificación que Juan María Bandrés le hace al ministro del Interior, sobre el parte del forense, «que la reconoció moraduras en las piernas y en los brazos -algo así como hematomas-, descamación en la cara -debida a que después de las torturas le aplicaban tantum para quitar la hinchazón de la cara- y marcas en el estómago».

Testimonio de Miguel Amilibia

Más breve es el testimonio de Miguel Amilibia, detenido el 14 de octubre pasado, en San Sebastián, por la Guardia Civil, que le trasladó a la Comandancia de la misma ciudad. Allí es interrogado y declaró luego al juez también es torturado.«Malos tratos», dice el escrito de Bandrés, «consistentes en golpes en todas partes del cuerpo, asfixias que se le producen al cubrirle la cabeza con una bolsa de plástico y aplicación de electricidad en la ingle, cree que en la cabeza y en el estómago, precisamente donde tiene cicatrices de una operación de úlcera. »

El día 15 es trasladado a la comisaría de policía de San Sebastián, donde permanecerá -dice el escrito de Bandrés- sin ser interrogado, pero sí torturado, hasta el día 20 de octubre, en que pasa a disposición judicial, quedando en libertad.

«El lunes día 15», se recoge en el relato de Miguel Amilibia, «un policía de paisano, acompañado de dos policías nacionales -breves descripciones-, juegan con él a la "ruleta rusa". Es desnudado y golpeado en todo el cuerpo, mientras le obligan», dice, «a cantar el Cara al sol y gritar "Viva España". El martes día 16 se repiten los mismos hechos. El miércoles 17 y el jueves 18 se re piten hechos, pero sólo participa el policía de paisano. Amilibia afirma que el policía de paisano se quitó el último día las gafas y le dijo: "Acuérdate de mi cara, por que si no vas a la cárcel, yo mismo iré a tu casa y te mataré".

Se adjunta, con este testimonio, copia del diagnóstico del médico forense que le exploró. Aparte de alteraciones bioquímicas en los análisis de sangre, aquél afirma: «Presenta lesiones erosivas periumbilicales, úlcera de sanioso y bordes congestivos del tamaño de una moneda de cinco duros en tercio superior de cara interna y de muslo izquierdo, y otra, más pequeña, pero de idénticas características, en tercio superior de cara interna del muslo derecho.»

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