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Aumentan las dificultades de los abogados en Herrera de la Mancha

Anteayer fue interrumpido la comunicación del abogado Gühl Navarro, mientras éste se entrevistaba con un defendido suyo que se encuentra en prisión preventiva en la cárcel de alta seguridad de Herrera de la Mancha.

El letrado Gühl Navarro, que no figura entre los diecinueve abogados que han denunciado malos tratos en la citada prisión, pidió igualmente ver a otro cliente suyo que, repetidas veces, le había enviado cartas pidiendo comunicación. Los funcionarios de Herrera de la Mancha informaron a Gühl Navarro que su defendido no deseaba entrevistarse con él, pero, que, sin embargo, quería que siguiera manteniendo la defensa.Algo semejante le sucedió el mismo día a la letrada Inés García Domínguez, cuando trataba de despachar con el recluso Pedro García Peña, al que lleva la acusación privada en el caso Agustín Rueda, preso muerto a palos, presuntamente, por funcionarios de la prisión de Carabanchel (Madrid). Recientemente Pedro García Peña había mandado retirar su denuncia y firmó un pliego de descargos a favor de los funcionarios implicados en el asunto Agustín Rueda. Durante cerca de año y medio Pedro García Peña había prestado numerosos testimonios y participado en diligencias de careo celebradas en el citado sumario, ratificándose siempre en su denuncia.

«Es la primera vez que veo que un recluso se niega a hablar con su abogado. Es algo muy extraño, y más aún si se tiene en cuenta el especial régimen de aislamiento al que se encuentran sometidos los presos de Herrera de la Mancha. Después de que fuera interrumpida la comunicación con mi otro defendido (cuyo nombre no puedo dar todavía, ya que no tengo su permiso), presenté mi protesta al director de la prisión y solicité verle de nuevo. Curiosamente, mi cliente había cambiado mucho en las últimas horas: tenía un gesto aterrorizado y las manos transpiraban un sudor frío. No sé a qué se puede deber. Este cliente mío es un hombre muy duro y yo lo creía ya curado de espanto», ha declarado el letrado Gühl Navarro a EL PAÍS. «En definitiva, el problema no reside en que el recluso quiera o no comunicar con su abogado, sino que no se pueda saber realmente si quiere comunicar o no, ni en qué condiciones se encuentra y, en última instancia, que tampoco se pueda conocer con detalle qué es lo que realmente está sucediendo dentro de la prisión de Herrera de la Mancha», concluyó el citado letrado.

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