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Reportaje:Balance del año turístico en Baleares / y 2

Mallorca ha perdido su primacía

Para J. W. Cohen, director general de Iberotel, una de las más importantes cadenas hoteleras, cuya propiedad corresponde a capital extranjero, al parecer alemán, los factores de la regresión turística en España son de tres tipos: económicos, sociopolíticos y varios. Entre los primeros, el señor Cohen resalta como principal la «artificial revalorización de la peseta», y sigue por el aumento de los costos generales, así como el incremento del fuel. Entre los segundos señala los atentados, que engendran intranquilidad en la calle, las huelgas del pasado, que «hizo que los empleados presentaran mala cara, cuando de siempre ha sido muy valorada la gentileza del camarero español», y las publicaciones tendenciosas de la prensa extranjera. Y, finalmente, apunta los factores ecológicos (polución en playas, incendios), así como el efecto del cansancio cíclico, «pues los turistas tienden también a variar de sitio».J. W. Cohen no pasa por alto «la necesidad de que entre los empresarios y los trabajadores exista un diálogo permanente para llegar a acuerdos beneficiosos».

Para Juan Vives, director general de Hotelera del Sol, otra de las grandes cadenas, ésta de capital mallorquín, «la crisis se inició en 1978». Como dato de apoyo aporta que el turismo inglés eligió ya otras rutas y que, por primera vez, Florida recibió 700.000 británicos.

«Este año, por primera vez en la historia, Mallorca se vendió después de Italia, Yugoslavia, Grecia y Malta. »

Juan Vives insiste en los precios, «duplicados en dos años», como uno de los graves inconvenientes. «Quizá estábamos en un terreno falso. Quizá teníamos demasiado mercado europeo. A eso hay que añadir una degradación en el servicio a causa de una fuerte tirantez laboral. El orden público, los robos en playas y hoteles, la prensa extranjera, tampoco nos han ayudado.»

En su opinión, «esto va a dar un vuelco enorme. Antes creíamos que no teníamos sustitutos. Empieza a haberlos. Tenemos muy cerca unas 400.000 camas competidoras. Y, además, la gente quiere cruzar el charco, más si es por el mismo precio. »

El futuro, afirma, «será harina de otro costal si el Gobierno tiene capacidad de frenar la inflación ». Y añade que «también es muy posible una remodelación del sector con gran transformación de hoteles en apartamentos». Respecto a la mentalidad empresarial, estima necesario que los empresarios deben contar, de cara al Mercado Común Europeo, con una gran competitividad riesgo a largo plazo y una legislación que aquí no existe.

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Finalmente, un empresario de tipo familiar, catalán, afincado en Mallorca, es más optimista. Se trata de Luis Riu, propietario de ocho hoteles, uno de los cuales está en construcción -«cuando nadie construye»- y otro es el San Francisco, heredero directo de un vetusto hotel-pensión que, apenas en solitario, se alzaba en la playa del Arenal hace veinte años.

Luis Riu se siente orgulloso, dice, «de no cerrar ninguno de mis hoteles en todo el año y dar trabajo fijo a seiscientos empleados».

Riu no cree «demasiado» en la crisis. «Lo que pasa es que este es el momento de la verdad. No diré que se hizo todo a lo loco, pero casi. España tiene ahora unos precios y una legislación parecidos a los de Europa y al empresario le cuesta hacerse a esto. »

Entre las soluciones ve la necesidad de «profesionalizar la característica que el empleado español tiene de ser amable por naturaleza». Y añade: «Para los empresarios debe ser un reto contribuir a dignificar la profesión de los traba adores de hostelería.»

También es partidario de «dar más importancia al cliente que al tour operator; hay que concebir la hostelería como una empresa de servicios, agradando al cliente al máximo, efectuando un diálogo entre el empresario y el trabajador. No se trata tanto de competir en precios con otros países como de ofrecer otras alternativas».

Que vengan turistas; lo demás importa poco

Mallorca, en su historia, siempre ha tenido turismo. El boom le llegó mediada la década de los sesenta. Palma tenía entonces unos 150.000 habitantes. Hoy rebasa el medio millón. Y, a lo largo de estos años, su índice de vehículos por habitante ha sido proporcionalmente, el más alto de España.

Entre 1968 y 1969 se superaron los mil hoteles, con el habitual bombo y platillo de la fanfarria oficial.

Mallorca tenía condiciones idóneas: situación ideal para el centro de Europa, capacidad de competencia de precios, buen clima y distancias mínimas del aeropuerto al hotel en la playa.

El Arenal es lo primero en crecer; después, toda la bahía, y en general, toda la costa, si bien la noroeste se ha respetado más.

El turismo de finales de nuestra guerra era de viajes de boda; luego llegaron los vuelos charter, tras la recuperación europea de la gran guerra, y, por fin, se pasa a la explosión hotelera. La Administración sólo tenía una idea: el número de turistas, lavar la cara al régimen; lo demás importaba poco.

Se produce un crecimiento desordenado. Quien tiene unas tierras vende parte y en la otra edifica hoteles con la ayuda de los tour operators, que les aseguran clientes a cambio de buenos precios, pero que acabarán por romper el mercado, imponer sus tarifas y llevar a numerosas empresas al borde la quiebra.

Surgen las grandes empresas alrededor de estos tour operators y los hoteles se construyen con mayor prisa, si cabe, aunque sin demasiado esmero (aún se recuerdan casos como el del Carrusel, que se abrió por la mitad) y sin garantías económicas, lo cual supuso grandes trastornos para muchos hoteleros cuando algún tour operator se fue a la quiebra.

Un segundo paso, ya hacia 1973, con la entrada de capital extranjero, trae la figura del empresario de paja, fachada del verdadero propietario, pero da una mayor consistencia a las grandes cadenas hoteleras, aunque quizá ya es un poco tarde. Según algunas opiniones, la crisis energética ya le dio entonces un giro importante al esquema turístico.

Como ejemplo de aquellos tiempos se recuerda que el ex ministro Fraga dijo a unos empresarios, que acudieron a exponerle algunos problemas: «Ustedes se equivocan: el turismo no es un asunto económico, sino político.

Aquellos tiempos, según fuentes sindicales de UGT, «hoy parecen ya increíbles».

«Se presumía de tener la mejor red hotelera del Mediterráneo y lo era en cuanto a número de plazas e infraestructura, pero no en cuanto a calidad de servicios», comenta Francisco Obrador, secretario general de UGT en Mallorca. «El empresario ganaba más por lo que no daba que por el margen que le dejaban los precios exigidos por los tour operators. »

«Los trabajadores», añade, «sabían cuando entraban, pero no cuándo salían; no había salario fijo, ni seguridad social; se dormía en pabellones subterráneos colectivos; se provocó la creación de núcleos urbanos sin ningún tipo de equipamientos. Una triste historia de una larga y dura explotación», concluye.

El movimiento obrero en hostelería fue aquí pionero y poco a poco se fueron logrando reivindicaciones, «que costaron grandes manifestaciones, detenciones, miedo y todo eso», dice Obrador, hasta llegar en la actualidad al último convenio colectivo, «por el que el salario mínimo es de 27.000 pesetas, y que ha servido a otros de base». Y afirma: «Sin tener muy presente aquel proceso irracional de desarrollo no podrá abordarse con eficacia una nueva alternativa.»

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