«Tosiendo
como asmático a pata pelada, que dicen los chilenos, y disfrutando mi vigésima inyección balsámica», dijo Claudio Albornoz, por teléfono, a un periodista de la agencia Efe, «he acabado de celebrar el día de la primavera, 21 de septiembre, en el hemisferio sur.» Porque el historiador octogenario español está en cama desde hace un mes, a causa de una faringitis aguda que casi no le permite hablar, aunque no le impida escribir.«He mandado últimamente dos artículos para La Vanguardia, pero diga usted a mis amigos y familiares que la tardanza en responder a sus cartas se debe a mi enfermedad... y a la pereza que me acomete, incluso estando sano, cuando se trata de escribir cartas», sugirió ónicamente al periodista el venerable investigador desde su cama de Buenos Aires.
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