El Banco de Inglaterra reclama un cambio de actitud de los sindicatos
A menos que se produzca «un cambio sustancial de actitud en las relaciones laborales», las perspectivas a corto y medio plazo de la economía británica no son nada halagüeñas, según se desprende del informe trimestral del Banco de Inglaterra hecho público ayer.En lo que los expertos de la City califican de «uno de sus mensajes más pesimistas», el Banco de Inglaterra afirma que «el saneamiento de la economía exige no sólo la continuación de una política monetaria firme, sino un cambio total de actitud en el país».
La advertencia del banco emisor británico se produce en un momento de crisis aguda en las relaciones laborales de varios sectores de la industria británica, que puede terminar la próxima semana en un lock-out total por parte de las 6.500 compañías afiliadas a la Federación de Industrias Mecánicas, y que ya ha provocado el cierre de las nueve fábricas de motores de aviación de la Rolls-Royce y el despido de sus 30.000 obreros manuales.
Para el Banco de Inglaterra, si no se consigue detener el actual declive, el resultado será «un empobrecimiento creciente y un aumento del paro». Esta situación se podría remediar si las peticiones de aumentos salariales se mantienen a niveles moderados y si se produce un aumento sustancial de la productividad.
«El futuro de las empresas, y, por tanto, del número de los puestos de trabajo que pueden generar, dependerá de la disposición de los que en ellas trabajan para cooperar en hacer compatible una moderación en los sueldos con un aumento en la eficiencia y en la productividad», añade el informe.
La competitividad de la industria británica se encuentra en su nivel más bajo de los últimos diez años, y si a esto se añade el aumento insignificante que van a registrar las exportaciones, el resultado no será otro que una contracción de la economía.
Los economistas del Banco de Inglaterra predicen un descenso del producto interior bruto para el próximo año, si no se registra una respuesta adecuada a la nueva situación económica, aunque piensan que la balanza de pagos corriente puede terminar casi nivelada, a pesar del gran déficit regístrado durante el primer semestre.
El Banco de Inglaterra considera que la primera prioridad de la economía británica debe ser reducir la inflación, que puede terminar el ano con un índice del 17%. Para ello aboga, entre otras cosas, por la continuación de los altos tipos de interés actuales hasta conseguir que se reduzca el índice inflacionista.
Termina afirmando que «la solución de las dificultades a las que se enfrenta la economía no sólo depende de cuestiones de política económica, sino de la reacción que se obtenga por parte de las empresas y de los sindicatos, incluso en una medida mayor de la que se había previsto ».
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