_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Hora-24", en Canarias

Si la fiebre del sábado noche no te sorbió el entendimiento, escucha lo que ayer quedó dicho y no dicho en esta movediza columna jamás del todo columbrada: que el personal pierde pastilla, patilla, coco, moco y teta. Y así andamos. Cantando, en pleno agosto, lo de acércate más, pero mucho más. Sin fe y muy calentitos. Mogollón nacional: del más allá al más acá, del coro al caño, de Marx a Abril, de Malabo a La Habana, del teléfono árabe al teleobjetivo polisario, del basurero al mercado y del mercado al basurero. Hasta que, un día de estos, vayan y le den a Marisa Medina el Premio Nóbel de Literatura. Harían bien.Invadido esta noche por la pereza, no tengo, ganas de escribir para una madrugada de chocolate y churros en día del Señor. Escucho ahora la radio. Me adormezmí. Para ti, sin embargo, subo el volumen del transistor.

Más tarde o más temprano, queridos radioyentes de Hora-24, llega la noche en que uno, al fin, sabe muy bien de qué tiene que hablar, aunque sólo sea para contar a quién vio ayer en una esquina haciendo gestos sospechoso: un conocido fútbolista, cuyo nombre no digo, porque, claro, no tiene ningunísima importancia. Aún soy la única realidad honesta dentro de esta emisora; los demás periodistas son marionetas del pasado. Y manejo los hilos secretos del deporte para que brille la verdad. Modestamente, ¡eh! Porque vosotros, acostumbrados a mi ferocidad justiciera, pero correcta y nunca partidista, vais y decís en cuanto se os deja sueltos: Ese sí que los tiene bien puestos. Así es, pero sin exagerar. Porque, a ese paso, también, como en familia, podéis decir de mí: un valiente, un intachable, hace tiempo que vivió con nosotros y era bastante amigo de mi hermano. En fin, no sé. Bueno, sí: su primer amor. O un colega excelente al que llamábamos Butanito; cierto ramalazo; nada grave, pero yo lo vi cierta vez por Vallehermoso Todo, menos mal, sin nombres propios o impropios. Eso es posible durante algún tiempo, luego resulta demasiado ceremonioso, casi franquista y muy aburrido, ¿no?, para un programa. Y, por consiguiente, voy y declaro que un amigo mío, que es policía, se llama Vázquez. ¿Por qué iba yo a callarme su nombre? La cosa va más lejos. Los nombres son como la mala hierba; su semilla se esparce a lo! cuatro vientos y la jungla crece sin necesidad de crema. Hasta que de repente os condieso, delante del micrófono, que este Vázquez nunca hubiera ascendido a sargento, sin la ayuda de su ex esposa. Para qué daros más detalles...¿Genoveva? La misma. Os troncháis de risa: ¡pero qué pequeño es el mundo, don Balón! Estáis acostados de espaldas, destruyendo la hierba del Retiro, con colillas de porros barrionuevos, charlando sobre Genoveva, que ahora es la amante de Ayala. ¿Cómo? ¿Cómo irá Ayala, digo, en los entrenamientos? Es algo que no os preocupa demasiado, ya lo sé, pero es un buen pretexto para hablar. Y yo me sonrío. Porque si os contara... ¿Es preciso que lo cuente todo para que me creáis? La cosa va más lejos. Es imposible evitar el cerco. Lo mejor sería que siguieseis ahí, acostaditos sobre la hierba, mientras saludo a Cunnigham. ¿No conocéis al negrito Cunnigham? Ya. Pues es muy amigo de un hermano del entrenador. ¿Que si tiene un hermano? Bueno, bueno...; por mí, apagad la radio... ¿Os reís, granujillas? Pues conozco a un jugador de baloncesto que tiene una granja cerca de Nairobi y ni le tiene miedo al Mau-Mau. ¿Habéis adivinado su nombre? Su mujer vive ahora en Málaga, promocionando a un boxeador mauritano. ¿No es divertido? Ya estáis viendo cómo unas cosas tiran de otras y el futuro sale del capullo del. pasado. Como la banderita. En la Monumental está tocando ahora un violín zarzuelero que vendrá a recogerme cuando termine esta emisión. ¡Ah! ¿Es preciso que ocurra esto? Poco criticáis a Pereira cuando lo veis entrar en una habitación con Kubala. Pero, entonces, diréis... Sí. Si yo os contara .. Un día lo diré todo. Como me llamo José María. Y vosotros, mis doloridos árbitros canarios, dejaréis la vergüenza en ese instante para fundiros dulcemente con la duda general que flota sobre todo el deporte español. Control: ¡música!

Y así sucesivamente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_