_
_
_
_
Reportaje:Los ovni, ¿evidencia física o necesidad de salvación extraterrestre? / 3

La ciencia, incapaz de explicar el fenómeno de los objetos voladores no identificados

La ciencia oficial de hoy se muestra incapaz de abordar el fenómeno ovni en su complejidad. Mientras la física empírica insiste en la falta de datos para considerar que este planeta está siendo visitado por seres inteligentes de otros mundos y considera imposible que se realicen tan largos viajes, psicólogos y sociólogos acentúan su convicción de que estamos ante un fenómeno colectivo con tendencia a la expansión y que expresa la necesidad de ayuda que experimentan los individuos y pueblos de la Tierra en momentos de alta conflictividad. Es paña también ha sido sede durante los pasados días de supuestas convocatorias al encuentro. Informa

Alai Esterle, especialista en satélites de telecomunicación y de observación, miembro del GEPAN, grupo francés de investigación de los fenómenos aerospaciales no identificados, sobre cuya actividad acaba de informar el semanario L'Express, asegura, según la misma fuente, que «de los doscientos informes de observación que transmite cada año la gendarmería francesa, un 20% o un 25 % es clasificado como ovni, es decir, como objetos no identificables. Y, acerca de la tipología de las personas que los ven, se puede afirmar que los análisis psicosociológicos de los testigos del fenómeno ovni no permiten establecer un retrato robot del observador de ovni».Es decir, no se puede afirmar contundente mente que vean ovni visionarios, individuos con tendencia excesiva a la soledad o personas con alta conflictividad interpersonal, razones todas ellas que podrían llevar, según ciertos psicólogos, a numerosas personas a desear, inconscientemente, tener contactos con «otro tipo de seres» distintos de los habituales.

El equipo de científicos franceses que intenta despejar la incógnita de los ovni cuenta, según L'Express, con excelentes medios: «Un grupo de intervención rápida, compuesto por científicos procedentes de diversas disciplinas; un grupo de detección de señales, equipado de aparatos especiales, y un grupo de alerta de radar, que dispone de la asistencia de la red francesa del Ejército del Aire. El Centro Operacional de la Defensa Aérea (CODA), de Taverny, también responde, si es necesario, a las peticiones del GEPAN.»

¿Y cuál es la conclusión a la que se ha llegado tras dos años de trabajo? Un período de tiempo así es corto para cualquier investigación en profundidad; pero, según asegura Jeróme Dumoulin en el citado semanario francés, «después de dos años de trabajo, los investigadores del GEPAN... se consideran convencidos de que un fenómeno material está en el origen de la casi totalidad de las observaciones del tipo D -es decir, de los fenómenos que los expertos no pueden identificar, a pesar de informes relativamente precisos y completos-. Pero, entre la convicción y la certeza, hay un paso que la ciencia y el GEPAN no ha franqueado todavía. El misterio está cercado, pero permanece».

En la otra vertiente del problema, también numerosos científicos, pertenecientes al campo de la psicología, se sienten cargados de certezas cuando consideran que estamos ante un fenómeno de tipo psíquico. Uno de los más prestigiosos discípulos de Sigmund Freud, Carl Gustav Jung, precisamente el que abrió nuevos horizontes al psicoanálisis, liberándole, según unos, del excesivo determinismo de la física newtoniana, heredado por Freud, o entregándole a «locuras y raptos de la imaginación soñadora», según otros, expresó, según cita J. Dumoulin, en el año 1960, la opinión sobre los platillos volantes, como se llamaban en aquellos años, de que los ovni son la versión contemporánea de los signos en el cielo de los antiguos, es decir, proyecciones de la imaginación: «Un mito viviente se ha constituido. Tenemos oportunidad de observar cómo, en una época difícil, se ha creado una historia milagrosa.»

La convicción de la existencia de los ovni va extendiéndose. Según L'Express, «un sondeo realizado en Francia muestra que el 25% de la población y el 40% de los menores de veinticinco años creen que los ovni son ingenios venidos de otro planeta. En Estados Undios la proporción es doble. Y esta creencia no cesa de progresar».

Ovni en España

También son numerosas las personas en nuestro país que aseguran haber visto ovni, e incluso seres extraterrestres. De lo que, sin embargo, aún no existe evidencia física es de que grupo científico oficial alguno se haya decidido a acometer el tema, bien desde la perspectiva de la física empírica o desde la psicosociología. Pese a ello, pocos días antes del comienzo de este serial alguien hizo una convocatoria, de la que algunos medios de comunicación se han hecho eco, en el sentido de que se esperaban bastantes encuentros por estas latitudes.

Varias poblaciones españolas y, más en concreto, algunas zonas montañosas han sido el marco estos días de extrañas peregrinaciones de ciudadanos, normales, sin duda alguna, seriamente convencidos de que los ovni iban a aparecer de un momento a otro. Muchas de estas expectativas se han visto frustradas, pero otras han logrado lo que deseaban. Aquí está su testimonio:

«A mí me interesaron estas cosas desde que tenía uso de razón, desde que pude comprar libros sobre la materia», explica a EL PAIS uno de estos testigos anánimós. Sigue diciendo: «Me fasciné el tema a raíz de la lectura de un libro de Von Daniken», continuando su relato con la afirmación de que empezó a comprar más y más libros sobre la materia, con un gesto entusiasta que no sé por qué me hace pensar en las descripciones que Don Quijote pudiera haber hecho de sus primeras y apasionadas lecturas de libros de caballería, con lo cual no estoy diciendo que los creyentes en constantes contactos con extraterrestres estén locos, afirmación para la cual habría antes que definir quién está cuerdo aquí. «Un día, a las tres de la mañana», prosigue su apasionante narración, «fuimos citados a un lugar, indicándosenos cómo debíamos hacer unas fotos. Nos trasladamos al montecillo que se nos indicó. Allí no vimos nada, pero actuamos como nos indicaba esa fuerza superior e hicimos las fotos enfocando hacia donde se nos había dicho».

Mientras narra los hechos, su gesto, sereno, va mostrando la evidencia de algo muy fuerte, vivido en su mente. Después, al parecer, se fueron todos a dormir y uno se llevó el carrete. «Al amanecer recibí una llamada telefónica», dice, «procedente,del miembro de nuestro grupo que había revelado el carrete». ¿Qué había sucedido?

Hacia el encuentro

Las fotos reveladas muestran difusamente unos extraños rostros. Las tomo en mis manos y las contemplo con respeto, por que considero que con respeto debe contemplarse todo aquello en lo que los demás creen. Me prohíbe que publique esas fotos. Siento enormes deseos de hacerlo, aunque también es verdad que por mi imaginación maquiavélica pasan ideas sobre cómo se pueden haber trucado esas imágenes. Revelan unas sorprendentes siluetas de rostros similares a los humanos, aunque distintos. Pero lo que resulta evidente, físicamente, es que el rostro de mi interlocutor es el que ha cambiado. El ya ha vivido el encuentro.

«Ahora pensamos por nosotros mismos, sabemos quién somos», me cuenta otra persona que ya ha vivido también su encuentro. «Ellos ya se han marchado, pero nos han dejado una enorme sensación de paz.» Sus palabras recuerdan, sin duda alguna, el filme de Steven Spielberg Encuentros en la tercera fase. Uno de sus espectadores me describió sensaciones similares tras contemplar la película, sensaciones que un psicoanalista desmenuza en seguida: «Tras todo ese ritmo persecutorio y angustioso de las primeras imágenes del filme, el final ofrece la paz del encuentro con seres superiores que no están dispuestos a hacemos daño alguno, sino, todo lo contrario, a ayudarnos.»

La paranoia de la persecución ha terminado. «Los extraterrestres se han marchado ya», prosiguen la narración de su vivencia mis interlocutores, «pero nosotros hemos empezado a creer en algo, en la inteligencia superior. Volvemos a pensar que la razón, la aparición de la vida inteligente, sirve para algo en este universo de materia ciega, donde tantas veces hemos podido constatar, o pudimos creer, que todo era solamente una lucha animal de fuertes contra débiles y débiles contra fuertes.»

«Incluso cuando nosotros hayamos desaparecido», prosigue su emocionado discurso, «ellos, los seres superiores de otros mundos, continuarán viviendo. Nosotros nos habremos marchado para siempre, pero la vida y la inteligencia continuarán existiendo. La inteligencia, misterio del universo, se prolongará más sólida que cualquier otra manifestación de la materia y dejará cortas nuestras conquistas actuales e incluso los sueños de las religiones. Ese es nuestro futuro, un futuro que va a superar lo que nos enseña hoy una cientica demasiado tímida y cobarde, pobre en su imaginación y cerrada en sus interpretaciones. »

El testimonio de uno de estos videntes ha terminado, pero en sus palabras y gestos una gran seguridad muestra, sin duda alguna, la realidad de un intenso acontecimiento psíquico vivido. Decir si ha sido real o no -es decir, externo o interno- sería caer en la cortedad interpretativa de una ciencia como la actual, donde la física desprecia a la psicología y donde la psicología ignora a la física.

Un reto a la ciencia

Jerôme Dumoulin terminó su informe de L'Express afirmando que pocos objetos hay hoy tan dignos para la investigación científica actual como los ovni. Yo pienso que tiene mucha razón, porque los ovni suponen un reto a nuestra ciencia.

El fenómeno ovni es un reto a nuestra ciencia oficial, carente de imaginación, pegada a la superespecialización, incapaz de integrar disciplinas diversas y, menos aún, de acercarse siquiera a fenómenos tan complejos como los de los ovni o el de quienes ven ovni; incapaz de entender en su totalidad realidades humanas como el arte, la religión, la comunicación humana, el psicoanálisis o mil fenómenos más de, los que el de los ovni sólo es una muestra.

El fenómeno ovni continúa permaneciendo, pues, en esa compleja frontera de las ciencias especializadas, zona de oscuridad entre focos excesivamente sectorizados, donde los hechos no pueden ser interpretados solamente ni por una física excesivamente empirista, que carece de datos rigurosos, ni por una psicología excesivamente imaginativa y poco empírica.

Una ciencia así no parece estar en condiciones de abordar científicamente los hechos en su totalidad, lo cual es una lástima, porque el método científico parece mucho más válido que la ciencia oficial. Quizá todo el fenómeno ovni sea sólo una ilusión colectiva, o quizá estemos siendo realmente visitados por seres inteligentes de otros mundos. No lo podemos saber. Quien firma estas línea, no ha podido verificar ni una cosa ni otra. Pero lo que sí sabemos, por desgracia, es que esta ciencia, la ciencia oficial, no sabe resolver el problema. Y no lo sabe resolver porque es una ciencia cerrada al misterio del hombre, una ciencia incapaz de abordar en su complejidad y su misterio un tema básico, que no es sólo el de los ovni o los extraterrestres, sino un misterio entre misterios: la existencia, evidente físicamente, de la existencia de los terrestres.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_