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Insólito secuestro de la copa francesa de fútbol

Un grupo de sindicalistas franceses secuestró durante veinticuatro horas la copa de Francia, depositada en la sede social del Nantes, último campeón. El revuelo que se organizó en Francia con la desaparición del trofeo fue considerable, y dio paso a la estupefacción cuando se supo que el móvil del secuestro no era el lucro, sino hacer una llamada de atención a la opinión pública francesa sobre la situación laboral del sector siderúrgico. Informa .

Todos los franceses respiraron ayer: la copa de Francia de fútbol desaparecida durante la noche del miércoles al jueves en Nantes, apareció sana y salva (3,200 kilos de plata) en Longwy. Un comando de cuatro sindicalistas de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), la segunda central del país, socialista autogestionaria, la había afanado (en tanto que «préstamo», matizaron después) para alertar, una vez más, al país sobre los graves problemas de paro creados por la crisis siderúrgica.Durante veinticuatro horas, la Francia futbolística y la otra no querían creerlo. La copa de Francia de fútbol, objeto «cuasi» religioso, 62 años de edad, conquistada en junio último por el Fútbol Club de Nantes en el Parque de los Príncipes parisiense, en donde se la entregó a su capitán el presidente, Valery Giscard d'Estaing, durante la noche del miércoles al jueves había sido robada por primera vez en la historia del campeonato del balón redondo francés.

La consternación se desparramó por la primera página de los periódicos.

La historia de la Copa, símbolo de tantos sudores y de tantos goles, fue contada a los franceses para su goce y emoción. El clima empezó a enrarecerse, la opinión de derechas y de izquierdas, sindicatos y partidos políticos, expertos en fútbol y en deportes varios, dirigentes deportivos y personalidades diversas, coincidieron al valorar el rapto como un atentado doloroso contra «los principios más simples de convivencia del pueblo francés».

Esta emoción colectiva del país fue la que parece ser enterneció a los «terroristas» y provocó una evolución rápida de los acontecimientos. Ayer por la mañana, cuando ya se habían empezado a rezar responsos en todo el hexágono por la mejor vida de la copa de Francia, un respiro de alivio fue posible a nivel nacional: un grupo de militantes de la CFDT, de Longwy, perfectamente enmascarados, convocaron una rueda de prensa para declararse padres legítimos del secuestro y, de paso, exponer sus motivaciones y exigencias, como es debido en este tipo de operaciones. Longwy es uno de los puntos «negros» de la crisis siderúrgica francesa. La reestructuración de este sector industrial ha provocado 20.000 desempleados. De este asunto se habló mucho hace algunas semanas, pero la «furia» que prometieron las direcciones sindicales contra los poderes públicos se han desvanecido o, al menos, así lo entienden los parados. Fueron cuatro de éstos los que, a las dos de la madrugada del jueves, se trasladaron a Nantes y, tras las pesquisas oportunas para localizar la reliquia, raptaron la copa, « para protestar contra la reestructuración y para que la Francia en vacaciones no se olvide de nosotros».

Ayer, en la rueda de prensa, fue presentado el objeto precioso, y hoy se exhibirá en la plaza de la ciudad, antes de devolverlo al presidente de la Federación Francesa de Fútbol, señor Sastre, si las condiciones que exigen los secuestradores se cumplen: que el equipo de Nantes y el de Estrasburgo, campeón de Liga de Francia, jueguen un partido en esta última ciudad a beneficio de la lucha de los parados. La negociación está en marcha, pero el comando está triste porque la dirección de su sindicato, y las demás también, se han revuelto contra él, porque los editorialistas más sesudos del país ayer decían: «Es preferible que hayan secuestrado la copa en vez de un hombre político, pero esto es un síntoma de degradación de las costumbres.»

En suma, porque a la afición francesa, incluso en nombre del pan, no le gusta que se juegue con la copa, es decir, con «el circo».

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