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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Respuestas a Juan A. Portela

Como elementos de la «masa bullanguera», respondemos a Juan A. Portela (EL PAIS, 27 de julio):Nuestros literatos nos tienen habituados a sus paradojas: Leopoldo Panero, ternísimo vate enamorado, se descubre como patán etílico y violento en familia; el inefable J. R. Jiménez, lírico autor de Platero y yo, resulta misántropo y desabrido en la intimidad. Los más representativos de los poetas «novísimos», aéreos paladines de la estilización del verbo, de Mallarmé y Baudelaire, suscriben en la vida real un desaforado interés por la morcilla de cebolla, la butifarra catalana, las canciones ramplonas, el cuplé y lo sensiblero. Los escritores de factura inglesa, mesurados y estoicos, son de hecho sanguíneos y violentos especialistas en el exabrupto. Los que hostigaron al régimen en nombre del obrerismo y lo antiburgués esperan ufanos las vacaciones de Cayetana para que Jesús Aguirre les haga degustar las delicias del servicio doméstico, solícito y obsequioso, que el palacio de Liria reserva a los instrusos. Pero que Blas de Otero nos sea presentado a través de J. A. Portela como un poeta al que de verdad lo que le hubiera gustado es que Criado del Val le hubiera ofrecido un homenaje en el Ateneo de Madrid («Allá los muertos que entierren como Dios manda a sus muertos»), y que la élite de tez pergamino y gesto hepático le hubiera aclamado minoritariamente como incomprendido y argótico poeta, no sólo nos sorprende: nos parece increíble. Porque Blas de Otero se negó en vida categórica y enfáticamente a participar en conciliábulos y conspiraciones de las mafias del alfabeto y sus ajustes de cuentas.

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Al homenaje a Blas de Otero asistimos más de 40.000 persornas sin la mesura, el comedimiento y el gesto tétrico que se gastan los alfabetófagos. Cuarenta mil que no daríamos ni un paso para alzar un monumento funerario, porque nos sentimos cómplices de la vida y la obra escrita de un poeta que nos interpeló como mayoría.

Las minorías, los amigos del homenaje funerario, deberán, por su parte, localizar al necrófilo señor Portela, que se ha instituido como albacea testamentario e intérprete ortodoxo de los deseos póstumos de un Blas de Otero «lejano y místico», con banderín de enganche para los acólitos de la cultura letal, y, sí es posible, rogamos encarecidamente que utilicen este año para construir «un ejemplar mausoleo», aunque tengan que dejar de escribir poesía o prosa para terminarlo en el aniversario: las mayorías os lo agradecerán, y nosotros, concretamente, os lo premiaremos «tomando el fresco en los cursis jardines de Colón » el día de vuestro homenaje y vuestro entierro.

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