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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cosas que ocurren ...

Desde los más remotos tiempos, los hombres separados por cierta distancia han tenido necesidad de comunicarse entre sí. Tambores africanos, mensajes incas, más tarde diligencias, trenes, barcos, aviones, aceleran con el pasar del tiempo la rapidez del mensaje.Hoy, sin embargo, en Mallorca, en Son Servera exactamente, las cartas, impresos y periódicos yacen amontonados, desparramados en el suelo, esperando que alguien se arrodille y con obligada parsimonia, casi como buscando una aguja en un pajar, logre descubrir su propio nombre entre los cientos de otros, españoles o extranjeros, muchos de los cuales llegarán quizá a su destinatario cuando éste ya haya abandonado la Isla de la Calma, nunca mejor nombrada.

Después de doce días sin correspondencia, alguien me había anunciado que el cartero estaba enfermo, y había que ir a Correos, en Son Servera, para tratar de encontrar las cartas.

Así lo hice el otro día, presenciando lo dicho anteriormente.

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En vacaciones nadie se enfada, pero, extrañada, pregunté: «¿Pero quién es el jefe? ¿Qué dice el responsable?» Alguien me contestó: «Ya hemos prevenido a los responsables de Palma y nos han dicho que nos las arreglemos. »

Yo continué: «¿Pero no hay suplente?» Me han mirado de manera un poco extraña, como si hubiese sugerido la mayor incongruencia. Espontáneamente, casi grité: «Y los del paro, ¿no dicen que hay paro? ¿No hay manera de llamar a algún jovencito que, marginado, quizá se estará dorando bajo el sol mallorquín y cobrando un subsidio más o menos merecido? »

Y ahora vuelvo a preguntar: «¿No hay medio, por un sistema de fichas, de poder recurrir y agradar a alguno de los muchachos que se quejan de la injusticia de una sociedad que no puede darles trabajo?.

Aquí no hay ideas políticas, sólo ideas. Con el regreso actual, provocado por una crisis económica, no hay más remedio que reaccionar. Cada uno y todos nosotros.

En aquel montón de cartas abandonadas en el suelo hay ciertamente alguna que puede tener gran importancia para el que la reciba. En todo caso, todos estos turistas a quien muchas de estas cartas van destinadas han depositado su confianza en un país civilizado y avanzado, como se considera lo es España. Afortunadamente, no sabrán nunca la causa de la pérdida o lo achacarán a las huelgas. Más vale así.

Pensarán que las palabras se las llevó el viento de la bella Mallorca y volverán el próximo año, en que quizá un muchacho, modificando las negras estadísticas del paro, impedirá el triste espectáculo de ver cientos de cartas, que mudas y silenciosas esperan desparramadas por el suelo.

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