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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La muerte de Blas de Otero

Madrid

Pocos cientos de personas estábamos presentes en el enterramiento de Blas de Otero, en el cementerio civil de Madrid. Sin embargo, muchos miles en el homenaje póstumo celebrado en la plaza de toros de Las Ventas. ¿Razones de esta irrazonable cuestión pitagórica? Pueden ser varias: la difusión y propaganda, horario fuera de trabajo, entrada libre... Pero a mi entender, sobre todo, fue el anuncio de la intervención de artistas afamados -normalmente- hay que comprar localidad para verlos actuar- lo que llevó a la gente, masivamente, al acto. Y aquí es donde discrepo de la manera de hacerlo de los organizadores. Lamento decirlo: en diversos momentos aquello, tal como se desenvolvía, más bien parecía una función folklórica que conmemoración necrológica de un hombre -además, excepcional poeta- tan poco amigo de la bullanga y la algarabía. Blas de Otero, tan lejano y metafísico, no estaría a gusto en aquel maremágnum de aplausos, silbidos, gritos, protestas, vozarrones exigiendo repeticiones, prioridades políticas a las poéticas, desenvuelto presentador que parecía un estupendo showman profesional... No, no y no. Decididamente, no.En mis relaciones personales con él tuve la gran suerte de profundizar en sus sentimientos y puedo dar testimonio de su gran sensibilidad humanística, de la tremenda carga emocional que existía dentro de su aparente frialdad un tanto extraterrena. Al relatarle, por vividos, diversos avatares en la larga y terrible lucha antifascista de los años 39-49 -¡siniestra década!-, su reacción solidaria, fraterna, ante tantos sufrimientos e injusticias fue emocionante, y conservo este recuerdo suyo profundamente dentro de mí.

En mi opinión no se debió suspender el acto que en principio quiso hacerse en el Centro Cultural del Ayuntamiento (mejor hubiera sido en el Ateneo, por ejemplo, como el señor Del Val ofreció); más íntimo y real con la personalidad de Blas de Otero. La masa alborotadora se podía quedar tomando el fresco en los cursis jardines de Colón. Cuando se suspendió y anunciaron que se celebraría en la plaza de toros, dije a los buenos amigos y paisanos Lauro y Celse Emilio -que iban a intervenir que era absurdo escoger tal lugar. Los hechos me han dado, desde mi punto de vista, total razón.

Para terminar, una sugerencia: en la tumba de Blas de Otero debe construirse un ejemplar mausoleo. Una entusiasta y competente comisión debe crearse para llevarlo a cabo. La izquierda tiene artistas y escultores para hacer algo digno de él. Organizar una suscripción nacional para recaudar fondos y, en el primer aniversario de su muerte, inaugurarlo. Un año por delante para que las cosas salgan bien. Dentro de mis modestas posibilidades -económicas y de tiempo me ofrezco a colaborar para conseguir ese objetivo.

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