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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Los intereses creados

Me escriben del pueblo de Pedro Muñoz quejándose de la contaminación que les produce una fábrica de detergentes. Habría que pensar despacio en tantos pueblos españoles que llevan nombre de persona: Pedro Muñoz, Casas de Don Antonio, Torre de Miguel Sesmero, Torre de Juan Abad y muchísimos más.Sólo ya esa forma de toponimia nos da la estructura personalista, el caudillaje medieval que ha regido en la España agraria durante siglos. Y parece que la tradición sigue, aunque algunos señores de horca y chanchullo se han deteriorado en fabricantes de biodetergentes televisivos que le lavan a usted aún más blanco siempre que usted haya sobrevivido a la contaminación ecológica del detergente. Si no, puede usted ser un muerto blanquísimo.

Unos cuantos trabajadores de Pedro Muñoz se hicieron sus casas ellos mismos -los que viven por sus manos-, pero, hace dos aflos, un señor del pueblo ha levantado una fábrica de detergente junto a las casas, sin ninguna de las medidas de seguridad exigidas por la ley.

Desde que empezó el invento, los pobres, que no por pobres son tontos, se han movilizado contra la detergencia, que hoy está en marcha sin licencia.

Los sucesivos alcaldes del pueblo, hasta el actual, la Sanidad Provincial, Industria, el gobernador, todos han sido informados del desmán y todos han respondido puntualmente que tratarían de arreglarlo y blablablá/siúsiú. A los dos meses de funcionamiento de la fábrica, un gran número de vecinos se encuentran intoxicados, tienen erosiones en el cuerpo, piernas y brazos, los niños padecen alergias, otros se asfixian, pero la sanidad local no se arriesga a certificar contra la fábrica. Un médico ha enviado a los más graves a Valdepeñas, donde ha luchado la intoxicación contra la riada, en un apocalipsis agropecuario muy español, y los análisis han confirmado el mal. Estos análisis han llegado a toda la escala sanitaria del país, incluido el ministro de la cosa. Un silencio kafkiano/manchego desciende sobre l9s detergentizados:

-Si esto sigue así, tendremos que abandonar nuestros hogares.

Feliciano Molina Vaquero, Alejandro Fernández, Hidalgo y otros cuantos vecinos me cuentan el caso. La meseta está viviendo una orgía negra a lo Brueghel/Bosco, mientras los periféricos creen que la meseta es un olimpo de paletos saludables y carabineros gloriosos.

Y toda esta tragedia (que evidentemente rebasa el caso cotidiano de la carta al director), para que un ejecutivo apócrifo y actor mal pagado de la publicidad luzca una camisa más blanca entre dos noticias de Las Cortes. Detrás de cada camisa blanca/ blanquísima, detrás de cada colada luminosa, detrás de cada chorro de oro y tópico de luz y confort, hay, a veces, una tragedia española, un Pedro Muñoz contaminado, una fábríca letal, un Valdepeñas arrasado por el cielo violento de junio/julio, una nuclearización de la vida y la epidermis, un océano Indico (que parecía lo más olvidado y paradisiaco de la Tierra), contaminado ya para siempre por los restos de fuego silencioso de un Skylab inexplicado, inexplicable, imperialista de otros mundos y enemigo.

Pedro Muñoz y sus detergentes es la explicación en maqueta nacional del hermoso y necio suicidio que el planeta azul está perpetrando, mientras Brigitte Bardot, cansada de los playboys, se dedica a las focas (hay un cierto parecido en el smoking), y los arponeros indeseables acaban con las hermosas ballenas azules, porque la ballenáblanca, Moby Dick, hace mucho que está fosilizada en los libros.

En alguna región peninsular se corta el pino porque es castellano, en los espacios de la tercera fase ha dejado el Skylab su rastro infecto, los aviones retropropulsionados desgarran para siempre la intimidad del cielo y, en el pueblecito español de Pedro Muñoz, los dulces niños ignorantes se asfixian de alergia para que usted luzca más blanco.

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