Debate sobre "Cambio democrático y cultura" organizado por el PSOE
«Ahora es el momento de iniciar la verdadera ruptura democrática.» Estas palabras de Javier Solana intentaban reanimar el oscuro y pesimista panorama que se traslucía en la mayoría de las intervenciones habidas en la reunión con artistas e intelectuales organizada por la comisión cultural del PSOE, y que tuvo lugar en el Instituto Alemán, de Madrid, el pasado sábado, para debatir el tema Cambio democrático y cultura. Hasta entonces, las palabras caían como losas: «Marasmo, desencanto, inhibición, parálisis cultural, continuismo franquista ... » Muchas caras conocidas aunque también ausencias sobre los participantes previstos y alteraciones del programa a última hora. Y al final, división de opiniones.
¿Ha habido un cambio auténtico en España? Para el profesor barcelonés González Casanova, primer ponente, sólo ha habido un cambio formal. Nada de ruptura, sino reforma. No ha habido tampoco una recomposición de la izquierda, sino un descomposición del régimen anterior. Contra Franco se firmaban mejor los grupos de protesta. No háy comunicación entre políticos o intelectuales y el pueblo.Pedro Altares le contestaría en el coloquio posterior que sí ha habido cambios importantes en España y que la culpa de la desculturización corresponde en gran parte a la izquierda. Para Josep María Castellet, segundo ponente de la mañana, la cultura es lo que puede salvar del desencanto: «No podemos desencantarnos de nosotros mismos, necesitamos más tiempo; por eso somos los culpables, el desencanto somos nosotros.» Para el crítico catalán, vivim osla continuidad y una gran insolidaridad. Pervive la censura y la autocensura, hasta en los medios de comunicación, y falta un debate cultural e ideológico profundo. En los dos habidos -en el PCE, sobre el leninismo, y en el PSOE, sobre el marxismo- los intelectuales se han inhibido. No nos hemos comprometido -siguió-, no hemos hecho la autocrítica, abdicamos de recoger planteamientos radicales o de grupos marginales y de intentar una transformación profunda de la sociedad. En la universidad la situación es catastrófica, la TVE es el búnker fascista, las revistas y la prensa son de baj a calidad y la cultura popular es ese fantasma que nadie sabe lo que es. Sólo en las autonomías hay menor desencanto, y en Cataluña se debe tender a la convivencia pacífica de las dos culturas. Jaime Salinas atacó a los partidos políticos; Jaime Ferrán pidió que no se olvidara a los emigrantes; Andrés Sorel denunció la inhibición de los intelectuales ante los temas «peligrosos». Los problemas de organización, del poder, del receptor de la cultura, de la labor cultural del PSOE Y otros partidos de izquierda ocuparon ampliamente a los participante.s. LuisGoytisolo distinguía entre los problemas de la creación cultural y los de la difusión, José María Carandell señáló que la cultura ha perdido prestigio. José Prat, que psesidía. la reunión, «el último krausista» -como se proclamó-, distinguió entre la república de las letras y el imperio de las letras. Marta Mata defendió el derecho a mentir y hacer el ridículo si fuera preciso para cumplir el papel más feo, el de los políticos haciendo el cambio. Se habló de los nuevos ayuntamientos, de la vergüenza nacional que es la Biblioteca Nacional. Gómez Redondo habló de ese « electrodoméstico salvaje» que es la TVE, cuya situación es peor que en el antiguo régimen: «Desinforma, desmoviliza y escamotea. TVE es la principal causante del desencanto.» Parajaime Salinas, el problema cultural español no viene del franquismo: es secular. Y Javier Solana remachaba que hay que dejar de utilizar el franquismo como coartada: «Hemos tenido la democracia a pequeñas dosis y la transición se ha hecho según los métodos del despotismo ilustrado. Esto se haacabado. La sociedad está desmovilizada y hay que volver a mirar hacia ella, seducirla, movilizarla, hacer la ruptura desde ahora.»
El intelectual y la libertad
En ausencia de Xavier Rubert de Ventós, la sesión de la tarde consistió en la conferencia de Ignacio Sotelo sobre el intelectual y la libertad, que fue seguida de un coloquio exhaustívo y largo, cerrado con la intervención dé Salvador Clotas, en nombre de la comisión de cultura, y a modo de cñausura de la jornada.Ignacio Sotelo partió del carácter contradictorio de la sociedad española. Una.sociedad, dijo, que mantiene, junto a los problemas típicos del mundo desarrollado del siglo XX, otros arrastrados y residuales, irresueltos por falta de una verdadera ilustración, desde el XVII y el XIX. Esta situación, dijo, corresponde a todos los países del -más o menos matizado- subde sarrollo. Inmediatamente se refirió al que había sido concepto vedette del encuentro: al desencanto de este período de institucionalización democrática. El desencanto -resumimos- lo analizó cargándolo de valores positivos, y en el sentido que da Max Weber a la palabra. Es decir, como desprendimiento del encanto mágico de las grandes palabras y la consiguiente toma de realidad española, una realidad, dijo, «dura, difícil de asumir, terrible». La política -objetó del desencanto, sobre todas las cosas- se encuentra con la actividad cultural en un aspecto importante: su mutuo carácter de actividadades públicas. Y en cuanto al público -otro elemento de discusión de la mañana-, dijo el señor Sotelo que, en los países avanzados, la idea decimonónica de una opinión pública global y absoluta, como base de las instituciones parlamentarias, se está poniendo en crisis, ante la realidad en cambio de la existencia de muchos pequeños focos de atención y de opinión; es decir, de muchos y distintos públicos sectoriales. «Nadie pinta o escribe para la humanidad o para el pueblo, sino para el grupo afin», aunque reconoció el íntimo deseo del creador de cultura de adquirir algo parecido a la validez universal, sentidas ambas tendencias como contradictorias
Uno de los problernas españoles -dijo- es que estos públicos no están estudiados, y, sobre todo, no están organizados. «Las miles de siglas de sociedades afines a miles de actividades distintas entre sí que existen en Europa y América no han surgido todavía en España. » Otro problema de la cultura, íntimamente relacionado con éste, es el de «los críticos enormemente corteses de la mala crítica española»; es decir, la falta de crítica. Faltan valores reales, y los que existen, a falta de crítica, son «los lanzados por los que controlan los mass media», que son «de carácter substitutorio». En este sentido, el trabajo editorial es indirigible, a no ser que las editoriales estén muy ligadas a determinados medios, y elfactor sorpresa es casi determinante, por no existir valores fijados ni públicos conocidos en su especificidad. La opinión pública está, en realidad, institucionalizada por los medios de difusión, y la sensación de angustiá la produce, sobre todo, el hecho de que los políticos los monopolicen. Salvado el peligro de automanipulación doble entre los partidos de izquierda y los intelectuales, de momento no parece existir otra posibilidad de salida que la doble colaboración en libertad. Con todo, queda para el intelectual español una responsabilidad fundamental: romper con su capacidad de simulación y su falta de seriedad, producida por la falta de crítica.
Babelia
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