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La Iglesia no reformará sus instrumentos tradicionales de gobierno

Juan Arias

El Papa, en sus discursos a los cardenales en el consistorio, ha dado ya a entender que no piensa hacer grandes reformas por lo que se refiere a los instrumentos tradicionales del gobierno de la Iglesia. Ayer dijo, por ejemplo, que los cardenales seguirán siendo los electores del Papa.

Juan Pablo II, en el consistorio de ayer, que era el primero de su pontificado, no reveló el nombre del cardenal in pectore o secreto. Evidentemente, los problemas diplomáticos acerca del nombramiento del cardenal desconocido aún no han desaparecido.

El consistorio se celebró con toda la pompa, el color y los aplausos de la gente, en el momento en el cual Wojtyla imponía el birrete y el bonete rojo a los nuevos «príncipes de la Iglesia» de las ceremonias semejantes del pasado.

Para ciertos católicos progresistas, que ya en tiempos de Pablo VI esperaban la abolición del cardenalato, en cuanto que no es una institución divina, sino eclesiástica, y pensaban que en el futuro el Papa podría ser elegido por el pueblo de Dios o, por lo menos, por todos los obispos del mundo, no dejará de ser una desilusión.

Pero hay quien piensa que pueda existir un designio sutil de Juan Pablo II, parecido al de Juan XXIII, es decir, usar los instrumentos tradicionales de la Iglesia, pero para ponerlos al servicio de una profunda renovación. Ayer, por ejemplo, en sus discursos a los nuevos cardenales, habló de sí mismo como del «primer obispo», siempre como sucesor de San Pedro, y nunca como «vicario de Cristo».

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Les dijo también a los cardenales que deben ser hombres de confianza y de valentía, que el color rojo púrpura de sus vestidos les debe recordar sólo que deben estar dispuestos al martirio en cualquier momento, en la defensa de la fe. «Ser pastores significa vigilar para que el lobo no entre en el rebaño, poseer una dedicación desinteresada y un celo creativo.» Un cardenal no debe nunca tener miedo a nada ni a nadie, señaló: «No temáis a los hombres. Cristo», les dijo el Papa, «nos pide sobre todo fortaleza de confesar ante los hombres su verdad, su causa, sin mirar si ellos son benévolos o no ante esta causa, si abren a esa verdad los oídos y los corazones, o si los cierran para no escuchar.»En un resumen de las últimas actividades de la Santa Sede recordó el Papa sus dos primeros viajes al extranjero: el de México, «para testimoniar el amor de la Santa Sede a un pueblo que tantas dificultades ha experimentado en su fidelidad a Cristo y a la Iglesia», y el de Polonia, donde las autoridades, dijo Carol Wojtyla a los cardenales, favoreciendo el viaje, «manifestaron la dignidad y la importancia de la índole internacional de nuestra visita».

Con una frase Juan Pablo II ha demostrado que desea continuar estos viajes apostólicos en otras partes: «Que tales viajes, en el futuro», concluyó el Papa, «puedan servir a la unidad del pueblo de Dios en los diversos lugares de la Tierra.»

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