El sexo de la Copa
Antes era fácil. Bastaba una ojeada. Tan raro era antes como ahora es frecuente verse obligado a apresurar el paso, adelantar al ser ambiguo y conseguir clasificarlo en alguno de los dos sexos más conocidos. También entonces, y ahora no, habría bastado con cinco minutos para saber si se estaba jugando un encuentro liguero o una confrontación copera. La uniformidad unisex ha alcanzado al fútbol español y la Copa ya ni se sabe lo que es.En estos días los que mandan van a reglamentar una vez más el Campeonato de Copa. Como los que mandan, y por eso mandan, jamás escuchan, sin mayor responsabilidad se les puede aconsejar llaneza y sensatez. La advertencia más sensata es que, a imitación de los sapientes padres de Trento, se tomen el tiempo que sea necesario para, antes de decidir si van o no a dejar participar a la Cultural Leonesa, decidir el sexo de la Copa. Quedarían como angeles.
Los que mayormente vivimos de los recuerdos podríamos explicar, si alguien nos soportase, las radicales diferencias de juego que distinguían los partidos de Liga de los partidos de Copa. El fútbol copero no permitía demasiada ciencia, ni refitolerías, exigía goles de inmediato, por lo que había que practicarlo de una manera abierta, viril y corajuda. Un empate era un mediano resultado y una táctica defensiva, marrullería que apenas se conocía entonces, sólo resultaba imaginable de llevar cuatro goles de ventaja y en el campo del contrario. Es decir, había que jugar al fútbol.
La razón última de ser de la Copa radica en el principio de igualdad de oportunidades, principio que todos sabemos que es falso, salvo en Inglaterra alguna temporada. El Campeonato de Copa debe hacer posible hasta las semifinales la esperanza de que lo vaya a ganar un equipo de Segunda, tampoco de Tercera, porque ni siquiera con el falso principio de la igualdad de oportunidades conviene exagerar. Cabe objetar que, como siempre, la vida se opone a que la Cultural Leonesa gane la Copa.
Ya que en este caso la vida es el calendario, y el calendario es la Liga, y la Liga son las quinielas, no queda otra solución que jugar las eliminatorias los jueves, que las jueguen los reservas, juveniles o promesas de los respectivos equipos, la cantera, en una palabra, y que los partidos sean no televisables, no primables y de entrada gratuita. Incluso hasta los cuartos de final habría que jugar en campo de tierra y, obligatoriamente, con una delantera de cinco jugadores, una media de tres, una defensa de dos y Zamora de portero.
Por lo pronto se acabaría con algunas lacras y algunas boberías letales, como esa de los puntos positivos y negativos. En breve plazo se volvería a jugar fútbol y, para el Mundial, nuestro seleccionador tendría alguna fundada probabilidad de quedar decorosamente. En definitiva, se reservaría el domingo al equívoco, incierto, efébico, fútbol contemporáneo, los mayores de cincuenta nos sentiríamos rejuvenecidos y, lo que es más importante, el Madrid ganaría la Copa con todo merecimiento.
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