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LA CORRIDA DE LA PRENSA

Memorable primer tercio del toro de Guardiola

«A la gente lo que le gusta es el toreo de muleta.» ¡Vaya usted a robar gallinas! A la gente le gusta lo bueno; lo que ocurre es que si no se lo dan se va conformando con lo menos bueno y al final acaban colándote gato por liebre, tan ricamente. Así, en los toros. Había que ver al público de Las Ventas ayer, cuando el guardiola guapo y bravo se arrancaba de largo al caballo, recrecido en su casta, y romaneaba entregado, a despecho del castigo tremendo que llevaba en sus lomos. Había que ver a aquel público, aficionados de siempre y recién llegados, saltar de sus asientos, vitorear al toro, rompiendo sus gargantas por la emoción de aquel tercio memorable.Tras la segunda vara, en la que el toro derribó con estrépito y luego levantó al caballo de un derrote, cayeron sombreros al ruedo. En la tercera, el guardiola, atento al cite del caballo, probando la embestida un par de veces, engallado, para arrancarse como una bala y meter la cabeza bajo el peto con fijeza absoluta, el graderío se llenó de pañuelos. José Antonio Campuzano, el más joven e inexperto de los matadores, lidió a ese toro de maravilla, lo puso en suerte siempre en el terreno preciso y mediante un solo capotazo, trazado con maestría y gusto. Luego vendría un tercio de banderillas inusual, por lo bien que lo ejecutaron los subalternos. También ellos se habían contagiado del entusiasmo y ponían el espectáculo en los niveles de calidad y entrega que nunca debería perder. Madriles cerró el tercio con un par soberano, en el que se asomó al balcón y cuadró con los pitones del toro rozándole los golpes de la chaquetilla.

Plaza de Las Ventas

Corrida de la Prensa, concurso de ganaderías. Toros de Miura, Victorino Martín, Guardiola Domínguez (vuelta al ruedo), un sobrero de Palomo Linares, Cuadri y Murube, todos muy bien presentados. José Fuentes, media, aviso y descabello (pitos). Dos pinchazos, media y tres descabellos (protestas). Gabriel de la Casa, bajonazo (pitos). Tres pinchazos, aviso y dos descabellos (silencio). José Antonio Campuzano, estocada, cinco descabellos, aviso y otro descabello (aplausos y salida). Pinchazo y estocada (aplausos) Gran entrada. Presidió. con altibajos, el comisario Castro. Asistió a la corrida el Rey de España.

«¡Viva la fiesta!» «¡No le deis vueltas, la emoción la da el toro!» De todas partes surgía la exclamación encendida, el piropo a este espectáculo, que es único cuando se desarrolla con autenticidad. Aquellos dos tercios -un picador, Manuel Molina, que hizo la suerte a la perfección, con valor, arte y pericia de buen jinete, un toro de bandera, un lidiador consumado, un banderillero con tanta torería o más que quienes se visten de oro- habían llenado los momentos cumbres de la tauromaquia en esta temporada y en muchas más, le habían devuelto la grandeza que tiene en esencia y que dejan perder los taurinos malos, que sólo saben de medrar con su ramplonería y su falta de afición.

La lástima fue que el guardiola se vino abajo en el último tercio. O acaso no era tanto como pareció, pues Campuzano no le daba la distancia, le ahogaba la embestida. Tardeó -quizá por este motivo- en las arrancadas, pero su embestida resultó siempre larga y noble. Tras la estocada aún pedía pelea y se fue a los medios. Pasado el tiempo con las ruedas de peones y los primeros intentos de descabello, buscó tablas y la querencia de chiqueros. Este era un borrón que desmerecía todo su comportamiento anterior y hacía discutible la vuelta al ruedo con que se le premió.

El miura también entusiasmó al público, que le ovacionó cuando saltó a la arena. Un toro precioso, largo, espléndidamente armado, su trapío era, de por sí, un gran espectáculo. Se arrancó de largo, pero salvo en el primer puyazo, con derribo espectacular, no se empleó. Flojo, noble por el pitón derecho, incierto por el izquierdo, José Fuentes le dio un abuso de derechazos sin ligar y encima con pico.

El victorino, un cárdeno de gran tipo a pesar de su escasísima cornamenta, tenía casta y quizá también bravura, pero Gabriel de la Casa lo lidió mal, el picador lo asesinó con lanzazos en los bajos y luego el chico de Morenito se asustó al comprobar la codicia con que tomaba la muleta en dos naturales y se puso a tirar líneas.

El resto de la corrida careció de interés. Devuelto al corral el cortijoliva por cojo, el sobrero, de Palomo Linares, serio, manso y topón, pudo más que José Fuentes. Con el de Cuadri, manso, estuvo pesadísimo Gabriel de la Casa. El murube protestó a partir de la tercera vara, y aunque tenía nobleza por el pitón izquierdo Campuzano no le templó los naturales.

El Rey de España presenció la corrida desde una barrera, acompañado por el presidente de la Asociación de la Prensa, Luis María Ansón, y por el jefe de la sección taurina de Abc, Vicente Zabala. El público aplaudió al Monarca, y cuando abandonaba la plaza se oyó un «¡Viva el Rey!», que fue coreado con fuerza. El festejo duró dos horas y media, pero mereció la pena, por el memorable tercio que había ofrecido el toro de Guardiola.

Fallo del jurado

El Jurado de la corrida concurso declaró desiertos los premios al toro más bravo y a la mejor estocada. Y concedió los siguientes: lidiador, Campuzano; picador, Manuel Molina; banderillero, Madriles.

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