Todos los caminos conducen a Valencia.
Por lo menos, eso es lo que puede pensar el desorientado turista que se encuentre en la plaza de Conde de Casal y pretenda dirigirse a la capital del reino de Valencia. Bien está eso de señalizar la ciudad para quien no la conozca. Pero precisamente quien no la conozca, ese despistado turista, no sabrá que a Valencia sólo se va si coge el camino de la izquierda. El de la derecha es sólo una trampa en el enrevesado juego urbano.
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