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Mañana, elecciones en Italia

La Democracia Cristiana y el son irreconciliables, afirma Zaccagnini

A medianoche de ayer quedó cerrada la campaña electoral italiana, dando paso al período de reflexión de veinticuatro horas que precederá a la apertura de los colegios electorales. El domingo los secretarios generales de los partidos concurrentes eligieron, por regla general, la ciudad más importante de su circunscripción electoral para concluir la campaña. En Roma, lo hizo el secretario. general del Partido Comunista italiano (PCI), Enrico Berlinguer, junto a Santiago Carrillo, secretario general del PCE, que reiteró sus ataques contra el terrorismo y subrayó la necesidad de una política de solidaridad nacional.

En estos últimos llamamientos a los electores, los distintos partidos recurrieron a los temas planteados reiteradamente durante la campaña electoral, que ha estado dominada, fundamentalmente, por la cuestión de si los comunistas entran o no en el Gobierno, lo que ha llevado a decir a los observadores que lo que realmente se ofrece al electorado es un referéndum sobre la cuestión comunista.El secretario del consejo nacional de la Democracia Cristiana, Benigno Zaccagnini, en el mitin de clausura que celebró ayer por la tarde en Bolonia, señaló que, si miramos a lo que ha ocurrido estos días, permanece la «irreconciliabilidad entre la DC y el Partido Comunista».

El dirigente democristiano hizo un llamamiento a los votantes para que den a la DC una mayoría lo más amplia posible «capaz de lograr un Gobierno estable y eficiente» y conjurar así el peligro de una alternativa de izquierdas.

"Hora de cambiar"

El segundo partido de Italia, el Comunista, concentró ayer en la plaza de San Juan de Letrán el mayor número de gentes de esta recién finalizada campaña electoral de la capital italiana. Según nos dijo un miembro del numeroso servicio de orden, había más de 100.000 personas. Miembros de la oficina de prensa del PCI, más prudentes, hablaron de «decenas y decenas de millares de personas».

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Lo cierto es que el atasco circulatorio de los alrededores de la plaza era monumental y había que abandonar los vehículos mucho antes de llegar a pie a la plaza.

Entre gritos de «Es hora de cambiar, PCI al poder» hablaron, por el siguiente orden, el alcalde de Roma, Giullo Carlo Argan, Santiago Carrillo, Enrico Berlinguer y Luciano Lama, máximo dirigente de la Confederación General del Trabajo de Italia (CGIL).

Argan destacó el papel de la cultura en la transformación de la sociedad. Como profesor universitario saludó a «otro viejo profesor universitario, hoy alcalde de Madrid, Tierno Galván, gracias al triunfo de la izquierda».

Carrillo inició su discurso en castellano, y tras pedir disculpas porque «mi italiano no es bueno» leyó su intervención en italiano. El dirigente comunista español insistió en el tema del terrorismo, como ya hiciera en el mitin del lunes en Palermo. «Se trata de un intento de cortar el apoyo del Ejército al sistema institucional y crear una atmósfera de terror que favorece la acción de los grupos fascistas.»

El secretario general del PCE dijo que España necesita una política de solidaridad democrática para afrontar la crisis que vive el país, y que esta política no podrá ser llevada adelante «sin la presencia de la clase obrera, porque er caso contrario no podrá llevarse cabo un saneamiento de la economía, dar más seguridad al ciudadano».

Señaló también que los «grupo terroristas que se califican de izquierda están haciendo en realida el juego al fascismo».

"Comeniños"

Enrico Berlinguer centró sus ataques fundamentalmente en la Democracia Cristiana, aunque no ahorró críticas a socialistas y radicales. Empezó su discurso de una manera fría y distante, para luego caldear el ambiente utilizando ejercicios irónicos acerca de la campaña electoral de la Democracia Cristiana. «A este Berlinguer le han cambiado», dijo a nuestro lado un periodista italiano, «nunca te había visto hablar así».

Berlinguer dijo que la campaña electoral de la DC se ha hecho a través de banquetes, y, entre la hilaridad de los presentes, leyó los largos menús que los dirigentes de la DC comieron en esas reuniones.

Tras insistir nuevamente en la necesidad de mayores votos para que el PCI entre en el Gobierno, censuró el veto democristiano a ese acceso. Dijo de la DC que se puede dividir en tres tendencias: «La más raccionaria dice que el PCI se come a los niños, otra más moderada dice que el PCI aún come niños, y, por fin, la más progresista, que los comunistas, no obstante, siguen comiendo niños.»

Tanto en la intervención de Carrillo como de Berlinguer, ocupó papel destacado el tema del eurocomunismo. El líder comunista español dijo que se trata de «algo que va mucho más allá de una vía nacional al socialismo; es una parte del proceso revolucionario mundial y se negaría a sí mismo si quedara dentro de las fronteras nacionales».

Berlinguer, por su parte, que reiteró el apoyo a la incorporación de España a la CEE, señaló que Europa necesita una fuerte presencia de los comunistas en el Parlamento Europeo,

Sin embargo, tampoco esta vez hay coincidencia en el seno de la DC sobre el papel que deben jugar los comunistas en el futuro. El presidente del Consejo de Ministros, Giulio Andreotti, afirmó rotundamente por televisión que no puede colaborar con un Gobierno ajeno a la línea de unidad nacional, tal y como se estableció en el arco constitucional del pasado año. De todas maneras, el primer ministro se curó en salud y no hizo una alusión explícita a una participación directa de los comunistas en el poder ejecutivo. Fue entonces cuando se refirió a «Iógicas incomprensiones» de la DC y el PCI y una eventual reacción fascista.

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