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Tribuna
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Un paso decisivo para el control democrático de la CEE

Presidente de la Comisión de la Comunidad Económica EuropeaEn las Comunidades Europeas estamos ahora en la recta Final hacia un acontecimiento histórico: las elecciones directas al Parlamento de las Comunidades Europeas, cuando más de 180 millones de ciudadanos europeos, desde Groenlandia a Sicilia, tendrán la suerte de depositar su voto para las primeras elecciones europeas, verdaderamente las primeras elecciones internacionales. Van a elegir sus propios representantes al Parlamento Europeo, añadiendo así una nueva e importante dimensión democrática a la Comunidad.

Los tratados estableciendo las Comunidades Europeas colocaron un sólido fundamento para un verdadero control democrático de las actividades de la Comunidad, al proponer que el Parlamento Europeo sea directamente elegido. Todo esto llevó un largo plazo, más de veinte años, antes de poder honorar tal mandato. Pero, a mi juicio, si el artículo 138 del Tratado de Roma, que estableció el principio de las elecciones directas, no hubiese existido, habría sido necesario inventarlo.

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No es ninguna coincidencia si este principio ha sido aplicado a la vigilancia de la ampliación de las Comunidades Europeas, puesto que la Comunidad tiene sus raíces en los principios de la democracia parlamentaria y, mientras sus recursos pueden ser ampliamente económicos, sus orígenes y sus objetivos han sido siempre políticos. Se deduce, pues, que el elemento esencial de la idea de la Comunidad es que los que toman las decisiones deben estar sujetos a un control directo efectivo por los representantes de quienes en cuyo nombre se toman las decisiones.

Es este un elemento esencial que instauran las elecciones directas en la próxima semana. Creo firmemente que las decisiones de la Comunidad y de sus responsables pueden ser efectivamente escrutadas y controladas únicamente por un Parlamento comunitario, elegido por la constituyente de la Comunidad para ejecutar las tareas de la Comunidad.

Creo, también, que un Parlamento comunitario apenas podría aspirar a realizar sus propias funciones si no tiene la autoridad popular, la legitimidad que sólo las elecciones directas pueden darle. Sería falso, en mi opinión, retratar el Parlamento Europeo con sus poderes existentes como una especie de viejo tigre sarnoso todavía en libertad para rugir furiosamente durante la noche, pero sin ningún diente, sin músculos, sin ningún nervio, sin ningún poder real. El Parlamento no es todavía, evidentemente, una legislatura plena, ni crea ni deshace Gobiernos. Los ciudadanos de la Comunidad no van por tal motivo a votar por programas de acción de alternativas legislativas, ni van a elegir un Gobierno.

Por otra parte, van a votar para una vía directa en el proceso legislativo global; van a votar por una voz potente y, en ciertas circunstancias, decisiva en la dimensión y la distribución del presupuesto de la Comunidad; van a votar para poderes democráticos de control de cómo la Comisión, y no sólo la Comisión, gasta el dinero de la Comunidad, No son tareas menores: son capitales para el desarrollo de la Comunidad.

Pero posiblemente el factor más importante, a propósito de las elecciones directas, es que van a dar al ciudadano de la Comunidad la ocasión de pronunciarse sobre las finalidades más importantes a que debe enfrentarse la Comunidad. Finalidades que afectan a todos los Estados miembros y a todos los ciudadanos en el interior de estos Estados.

Las elecciones directas no darán por sí mismas nuevos poderes al Parlamento, pero le conferirán una autoridad moral acrecentada. Esto incluirá importantes y necesarios ajustes en las actitudes. No hay ninguna duda de que las elecciones directas actuarán como una banderilla sobre los parlamentarios para que éstos ejerzan su autoridad política de la mejor manera posible. No se trata de un movimiento contra el que deba resistirse, sino que deberá estimularse. Pero solicitará a la vez a la Comisión y al Consejo de Ministros prestar más atención al Parlamento Europeo, para tomar nota con mayor atención de su punto de vista, para realizar un mayor esfuerzo de explicación.

De esta forma pienso que es posible ver aumentada y profundizada la relación entre Parlamento y Comisión, Parlamento y Consejo, Parlamento y pueblo. Necesitamos anudar la nueva legitimidad del Parlamento y la nueva autoridad moral que conducirá a acentuar la calidad de las acciones de decisión de la Comunidad, obligar a aumentar la calidad de toma de decisión de la Comunidad, y ayudar así a enfrentar al desafío político de la ampliación.

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