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Alberto y Leivinha no tuvieron una buena despedida

No fue brillante la despedida del Atlético ante su afición en esta temporada. Y eso que diversas circunstancias coincidieron para que se hubiera producido una fiesta rojiblanca. Ni la consecución de un puesto para la Copa de la UEFA, ni las despedidas de Alberto y Leivinha, ni la teórica debilidad del rival, ya un Segunda División, levantaron un partido que comenzó y terminó con mal juego.Alberto, 35 años y, nueve temporadas en el equipo, y Leivinha, veintinueve años y tres temporadas, vistieron el domingo, por última vez, la camiseta atlética ante su parroquia en partido oficial. El asturiano, por razones de edad, y el brasileño, porque la efectividad de renovarle el contrato está en duda, dejan el Atlético esta temporada. Ambos tuvieron la oportunidad de despedirse y recibir la ovación de 35.000 espectadores al retirarse del campo. Su despedida estuvo en consonancia con el encuentro. No fue brillante.

Alberto tuvo 45 minutos para decir adiós. En su haber quedó su visión de juego y bajo su batuta el equipo se estiró con pases largos. Leivinha dispuso de treinta. Intervino en veinticuatro jugadas; dieciséis resultaron efectivas. Cometió una falta, y en dos ocasiones Alonso le detuvo sendos remates.

Su calidad quedó patente cuando, dentro del área, jugó el balón por cuatro veces con el pie derecho, sin dejarlo caer en el suelo para centrar después con el izquierdo y en un pase de tacón por alto a Rubén Cano, que fue precisamente quien le impidió despedirse con un gol al no pasarle la pelota en una jugada en la que estuvo delante del marco completamente solo. Leivinha se va del Atlético tras haber marcado 32 goles -falta el partido del domingo- en las tres temporadas de Liga que jugó y en las que no jugó con regularidad, sobre todo en las dos últimas, por lesiones de distinto carácter y que incluso le llevaron al quirófano. Dieciocho goles en su primera Liga en España y siete en las dos restantes, es el saldo que presentará a su regreso a América.

Dejando a un lado el carácter sentimental del partido por las circunstancias expuestas, éste resultó pobre de juego y emoción. El Huelva sorprendió con un esquema de contragolpe rápido y dominio del balón en el centro del campo, que fue suficiente para sujetar al Atlético de Madrid. Las mejores ocasiones de marcar estuvieron, sin embargo, protagonizadas por el equipo local, siempre por Guzmán que, mientras tuvo fuerzas, en la primera parte, buscó sin contemplaciones la línea recta hacia la portería. Marcial, en la segunda parte, disparó al larguero en una jugada de calidad, al observar la posición adelantada del portero.

El Atlético no hizo ninguna demostración de intentar salvar los marcajes andaluces. Capón, junto con Guzmán, fue el que con mayor claridad vio el camino indicado para la consecución del gol: la rapidez y la verticalidad. Los pases horizontales de Marcial o de Bermejo -cuando no iban al contrario- no salvaron jamás la estrategia del Huelva, ni tampoco la posición atrasada de Aguilar sirvió para llegar con mayor claridad al área rival, más que nada, porque el extremo no se mostró afortunado en las acciones individuales.

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