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Gómez Llorente: "Debemos profundizar en una política de movilización de la clase trabajadora"

El actual secretario de formación del PSOE y vicepresidente del Congreso de los Diputados, Luis Gómez Llorente, entiende que es necesaria una redefinición política de su partido, y plantea la necesidad de una profundización en la política de movilización de masas -que no debe equipararse a la «agitación» -y un rechazo de las tentaciones populistas, así como la inconveniencia de revisar la identidad ideológica del partido. Todo ello, junto con la necesidad de una «colegiación del poder» en el seno del PSOE, constituyen el tema de la conversación mantenida con

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Pregunta. ¿Cuáles son las cuestiones principales a discutir en este congreso?Respuesta. Yo creo que el congreso va a centrarse en tres temas: línea política, problema orgánico o estatutario y elección de una nueva dirección. Esto es así porque, en mi opinión, los aspectos programáticos van a pasar esta vez a un segundo plano; en los últimos seis meses, el partido ha aprobado dos programas, uno para las elecciones del 1 de marzo y otro para las del 3 de abril, y aunque es cierto que para un partido de izquierda hay diferencia entre programas simplemente electorales y programas ideológicos, también es verdad que el PSOE ha dicho ya lo que puede hacer en España a corto plazo. Dado que tampoco hay una expectativa inmediata de cambio súbito en la sociedad española, el congreso va, sin duda, a tocar aspectos programáticos, pero la situación es muy distinta a la del congreso anterior.

P. ¿Qué cambios pueden preverse en la línea política del PSOE?

R. Creo que hemos cubierto con bastante decencia el objetivo marcado por el congreso anterior, que era llegar a un régimen democrático en España, de democracia formal, si se quiere. Sin el consenso, la Constitución habría sido infinitamente más difícil, pero el precio de esa operación ha sido la desmovilización. Esto suscita en el partido deseos de cambio y reflexión crítica. El objeto de la ponencia política es definir las tareas del partido en la próxima etapa, sin disgregarse en pequeñas reyertas. Nosotros respetamos la vía parlamentaria, pero si sólo se sigue la vía electorera y parlamentaria, el partido sufriría una desviación hacia la derecha, y abandonaría su tarea pedagógica y de liderazgo de clase para convertirse en un simple partido portavoz de las masas en un momento dado.

Si tenemos en cuenta la dominación ideológica, de medios de comunicación, de la educación y del mercado, que la derecha ejerce; si tenemos en cuenta, digo, estas cuatro tenazas, un simple partido portavoz no sería socialista, sino populista, y eso conduciría a la socialdemocratización del PSOE.

Cambios profundos en la clase trabajadora

P. ¿Qué medios utilizaría el PSOE para llevar a la práctica esa política?

R. Necesitamos una presencia en el mundo sindical, y casi al mismo nivel, la definición de políticas sectoriales. En esta sociedad existe una heterogeneidad manifiesta en la clase trabajadora, desde asalariados cómodamente instalados en la sociedad -con retribuciones superiores a los pequeños propietarios autónomos- hasta sectores, ya relativamente numerosos, de asalariados muy integrados en el sistema, pasando por una masa de trabajadores con cierta capacidad de lucha, pero que por lo menos participan en el circuito de distribución de la riqueza; y la clase trabajadora se extiende hasta llegar a los sectores sobreexplotados, que son la masa de parados, excluidos de los circuitos de distribución de la riqueza, aunque la sociedad les entregue una dádiva, en forma de subsidio, para reducir su ira. A su vez tenemos una capa de jóvenes que ni siquiera consiguen abrir un agujero en la tubería de la riqueza, así como sectores que no participan directamente del circuito de distribución -y de ahí su dependencia como son la mayoría de las mujeres y, además, los ancianos, que sí han estado en dichos circuitos, pero han salido de ellos.

Todo ello nos arroja un conjunto que no tiene nada de marginal, porque suman millones y millones de personas. Un partido como el nuestro necesita sacar conclusiones de este cambio en las condiciones de la clase trabajadora, porque a principios de siglo o incluso en la República, desde luego un albañil o un fresador no tenían posibilidad alguna de disponer de un mayor nivel de consumo que los pequeños propietarios de tierras. Un partido como el nuestro ha de ofrecer a todos estos sectores conciencia de su situación, por medio de un fomento de la conciencia colectiva y no de vivencias individuales subjetivas. Con el mismo esmero que el partido mantiene un grupo parlamentario y organiza una campaña electoral, necesita plantearse en serio un plan sectorial, y así llegaremos a conseguir, en vez de masas indolentes o sumidas en la depresión, sectores que sean los que más empujen el cambio. Si en el endón del socialismo está la idea de que los explotados son el motor del cambio y los que soportan la estructura de la sociedad, es elemental que ha de hacerse de ellos el motor del cambio.

Eso también conecta con un planteamiento electoral: no se trata de quitar dos millones de votos a UCD por la vía populista o a base de desvirtuar el mensaje socialista, ni tampoco se trata de representar simplemente sus intereses inmediatos -en medio de la filosofía de la depresión, el Gobierno constituido, les ofrece más credibilidad, por aquello del más vale pájaro en mano que ciento volando-; hay que llevar a nuestro partido dos millones de votos de UCD, pero hay que hacerlo por medio de la persuasión y de la movilización de las conciencias.

Hablar de una política de masas no debe equipararse a acciones callejeras de desorden y agitación; Rosa Luxemburgo nos descubrió lo decisivo de una acción de masas en los momentos críticos; pero el problema es más profundo.

«Colegiación del poder»

P. Al hablar de cambios en los estatutos del partido, ¿debe entenderse que van a producirse alteraciones en la organización?

R. Este es un problema que, en su casuística, es como todas las disputas jurídicas. Las grandes líneas a conseguir son la colegiación del poder, porque en un partido socialista el poder no puede ser personal, sino colectivo; tenemos en este momento unos cuantos líderes, y debemos ciudarles y conservarles, porque la organización los ha hecho y como tal debe conservarles y corregirles si se equivocan; pero además debe irse a la toma de decisiones en común. También me parece importante reforzar el comité federal, avanzar en la federalización del partido. Mal podremos propiciar la organización autonómica del Estado si el partido no va por delante de ese fenómeno en su propia organización.

P. ¿Habrá cambios importantes en la nueva dirección?

R. Probablemente se producirá una ampliación de los miembros de la comisión ejecutiva. Es probable que sea confirmada parte de la actual dirección; es posible que algunas personas cambien, y en estos momentos es imposible saber quiénes son o seamos los que vamos a continuar, y desde luego sería deseable la incorporación de personas nuevas con peso específico propio.

Ideología: basta con respetar la que existe

P. Hasta ahora no hemos tocado directamente el problema ideológico. ¿Qué piensa usted de la polémica sobre la definición de principios?.

R. Me niego a que el terreno ideológico sea reducido a los principios inspiradores de la organización. Eso es una contracción empobrecedora. Las cosas de las que hemos hablado son problemas ideológicos, no puramente empiristas. El que diga que cualquier planteamiento ha de ceder ante la necesidad de éxito electoral o afirme que un cartel de propaganda es una mera cuestión de marketing, está planteando un problema ideológico, como también lo es la misma cuestión de la organización interna.

A mí no me parece necesario volver sobre el problema de los principios, que están perfectamente claros desde anteriores congresos. No veo la necesidad de abordar de nuevo cosas ya perfectamente esclarecidas; nuestra organización no está empezando a clarificarse ideológicamente, sino que se da la circunstancia de que éste es el congreso del centenario. La ideología del PSOE está bien perfilada desde la declaración de principios del programa máximo de 1888 hasta el congreso de 1976. Basta con respetar lo aprobado sin volver de nuevo sobre ello, porque tenemos muchos problemas de presente y de futuro que sí es necesario abordar.

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