Los países árabes centran sus intervenciones en el tratado de paz egipcio-israelí

El tratado de paz firmado por Egipto e Israel el pasado mes de marzo fue núcleo central y objeto de critica en las declaraciones de distintos delegados en la tercera sesión de la Conferencia de la UNCTAD, en contra del deseo del presidente de la reunión, que pretendía que los parlamentos se ciñeran al plano económico.

El director de las organizaciones internacionales de Siria, Mustafa el Bittar, centró su intervención de ayer en la denuncia del pacto suscrito por Sadat y Begin, «que representa -dijo- una alianza agresiva que pone en grave peligro a los movimientos de liberación en el mundo árabe, el Próximo Oriente y Africa». Condenó a continuación a Estados Unidos, por apadrinar el acuerdo, y afirmó «la repulsa de todos los pueblos y Gobiernos árabes».En el orden económico, el jefe de la delegación siria hizo un llamamiento «para un más racional y equitativo orden económico internacional que garantice, mediante un nuevo ordenamiento, la paz y la dignidad de los pueblos de la comunidad internacional, que debe liberarse de todo neocolonialismo, racismo, sionismo y ocupación de tierras ajenas».

Por su parte, los delegados de Kuwait y Qatar insistieron en el tratado de paz Egipto-Israel en los mismos términos que el delegado sirio, lo que refleja en principio cuál será la posición del resto de los Estados árabes frente al Gobierno de El Cairo en cualquier tribunal internacional.

El ministro de Economía francés y delegado de la CEE en esta conferencia, Rene Monroy, defendió en conferencia de prensa que la Comunidad Económica Europea no practica ninguna política de proteccionismo comercial y acoge con atención los puntos de vista expresados por los países en desarrollo en esta conferencia. Al mismo tiempo informó que en los últimos cinco años la CEE había absorbido el 70% del aumento en las exportaciones de bienes manufacturados del mundo en desarrollo además de imponer a sus importaciones una de las más bajas tasas arancelarias del mundo. Admitió, por último, que los países europeos habían solicitado «cierto respiro» en la importación de productos textiles del Tercer Mundo.