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Panamá, a punto de recuperar su plena soberanía

A pesar de que las placas de las matrículas de los automóviles llevan la inscripción «Panamá soberana», este país del istmo centroamericano no alcanzará la soberanía plena hasta el año 2000, cuando el último norteamericano abandone Panamá y la zona del canal -una franja de dieciséis kilómetros de ancho y ochenta de longitud, que parte el país en dos desde el Atlántico al Pacífico- pase por completo a manos panameñas. El proceso de la plena recuperación de la soberanía se iniciará el próximo 1 de octubre, cuando 100.000 niños entrarán en la zona del canal y plantarán en la misma otros tantos árboles. Es la llamada generación del canal. El presidente de la República de Panamá, Arístides Royo, inicia hoy una visita oficial a España, que continuará por Francia, Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos. Francisco G. Basterra visitó el país y entrevistó a sus líderes, dirigentes de una compleja « revolución » nacida de un golpe de Estado militar que ha instaurado un sistema político sui generis.

El tema del canal es algo casi obsesivo para Panamá. La revolución iniciada por la Guardia Nacional y el entonces desconocido capitán Omar Torrijos en 1968, después de unas elecciones democráticas que dieron el poder al viejo político conservador Arnulfo Arias, ha basado su política en esta reivindicación nacionalista. El régimen torrijista -un conglomerado de populismo, nacionalismo y actitudes sociales progresistas- ha jugado inteligentemente la cuestión del canal.El 7 de septiembre de 1977, el propio Torrijos y el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, firmaban en Washington el histórico tratado por el que Estados Unidos se compromete a abandonar definitivamente la zona del canal en el año 2000. El suelo de la zona -donde actualmente viven unos 14.000 norteamericanos, es una «Florida en miniatura», con su propia policía, clubs de golf, televisión, escuelas y hasta una universidad- pasará oficialmente a manos panameñas el 1 de octubre. Sin embargo, la retirada norteamericana será paulatina, lo mismo que el paso a manos panameñas de los bienes que Estados Unidos posee en la zona, entre ellos cuatro aeropuertos, puertos e importantes instalaciones militares.

El Congreso recorta

El pasado año, el Senado de Estados Unidos aprobó por escaso margen el tratado con Panamá, pero actualmente la Cámara de Representantes, que había permanecido fuera de la discusión de los proyectos de tratados, ha intervenido para recortar y modificar la aplicación de los mismos.La euforia inicial provocada por la firma -la fotografía que inmortaliza el acto histórico es hoy la portada de la guía telefónica de Panamá- está a punto de convertirse en indignación antinorteamericana por las noticias llegadas del Congreso. A pesar de todo, los dirigentes del país afirman que «los panameños entrarán el 1 de octubre en la zona, diga lo que diga el Parlamento norteamericano ».

Panamá ya ha tenido que aceptar una importante limitación al tratado por el que recupera su soberanía -perdida en el momento en que nació como país independiente de Colombia, en 1903, al entregar a Estados Unidos la zona del canal a cambio de su independencia- Washington se reserva para siempre el derecho de intervención militar en la zona, siempre que lo exija la defensa del canal.

Tanto el presidente de la República como el hombre fuerte del país, general Torrijos, estiman que Carter puede presionar al Congreso para que no desvirtúe el tratado y, en el peor de los casos, tiene mecanismos como la aprobación de los acuerdos mediante un decreto ejecutivo (executive agreement).

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Se calcula que, a partir del próximo año, Panamá -que subirá las tarifas- podrá obtener del canal entre sesenta y noventa millones de dólares anuales. La impopularidad de los tratados en Estados Unidos se ha reflejado en la suspensión de dos créditos a Panamá, de más de doce millones de dólares, para material militar y civil.

La era del cobre

Panamá es algo más que el canal. Bautizada como la Hong-Kong occidental, el país constituye una sugestiva plataforma de servicios bancarios y de comunicaciones para las compañías multinacionales. Más de ochenta bancos operan en Panamá. Una zona libre de comercio en la ciudad de Colón, la segunda del país, movió mercancías el pasado año por valor de 1.200 millones de dólares, dos veces el volumen de tráfico comercial de todo el mercado centroamericano.Sin embargo, la economía panameña está prácticamente estancada. El pasado año sólo creció un 1,5%, gracias al turismo y a una buena cosecha. La inversión productiva es prácticamente inexistente y la deuda exterior es de 3.000 millones de dólares, «la mitad de lo que nos quieren prestar en el extranjero», se defiende Torrijos. El monto de esta deuda es una de las principales críticas de la oposición al régimen. Con un PNB de 3.400 millones de dólares y una renta per capita de 1.800 dólares, este país de 1.800.000 habitantes tiene en paro al 12% de la población activá. La incertidumbre sobre el futuro político y, sobre todo, las maniobras contra el tratado hacen a la economía panamena enormemente dependiente y susceptible de ser estrangulada por Estados Unidos. Acusaciones en este sentido se pueden escuchar estos días en los centros de poder del país.

Hasta bien entrada la década de los ochenta, los efectos del paso del canal a manos panamenas no se reflejarán positivamente en la economía.

Los más optimistas hablan ahora de la era del cobre. Unos importantes yacimientos de cobre han sido descubiertos en Cerro Colorado, y el Gobierno -a pesar de las críticas de la oposición, que denuncia su falta de rentabilidadestá decidido a explotarlos mediante una inversión de 1.500 millones de dólares (Canadá ha ofrecido realizar parte de la misma). Al parecer, habría cobre para un siglo.

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