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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Córdoba: la responsabilidad

Me apresuro a escribir estas líneas cuando los primeros resultados de estas elecciones locales acaban de dar un triunfo -tan freudianamente «olvidado» en la enumeración de Martín Villa, que hubo de merecer el apuntamiento- al PCE en Córdoba y, cuando menos, en una docena más de municipios de la provincia. No está mal. En la medida de mi ininteligencia política me ha parecido pertinente contar siempre con el supuesto de que, si el PCE ha de ser algo más de lo que ya es en el ámbito político general del país, ha de lograrlo ascendiendo, a su ritmo, los peldaños que los ayuntamientos suponen. Me parece que, salvando las distancias, este supuesto es válido quizá para toda la izquierda. Y la razón de ello es, según creo, la siguiente: la derecha es un hecho, la izquierda una posibilidad. Y el español, temeroso tal vez de la aventura que toda posibilidad supone, prefiere de momento el hecho. Y el hecho, repito, es la derecha (o, si se quiere, el sogenannte Centro).Sólo, pues, a través de los hechos cabe imaginar el progreso de la izquierda, y nada mejor que los hechos concretos, directos, los que son palpados y observados por el ciudadano real, es decir, los de cada ciudad, para valorarlos en su justa medida, con el ojo crítico, nada abstracto, que requiere todo juicio político. Porque la política, no porque aprehenda la realidad desde una perspectiva más amplia, puede ser una abstracción. Quede la abstracción política para los, sin duda necesarios, tratadistas de la Política. La política (minúscula) es de un concretismo tal que no en balde es una parte de la pragmática. Pragmática de corto y medio plazo, que queda perpleja, las más de las veces, frente a plazos más amplios, consciente de que hasta ahí no llegan los ojos miopes del político real.

Pues bien, al propio tiempo que el júbilo de masas crecía al conocer el triunfo, se podía asistir al sobrecogimiento de los elegidos. Como aquel que aspira desde siempre, compulsivamente, al puesto que anhela, y que una vez conseguido queda sumido en el marasmo de la hiperresponsabilidad, también a estos, hasta ayer candidatos, les sobrecogió una angustia responsable y sensata. Más aún cuando se supo que Córdoba ha sido la única capital de provincia que en España logró colocar al PCE a la cabeza del municipio.

Pero esta misma vivencia de responsabilización nos afecta a todos los que asentimos, de hecho o con el mero voto, en la izquierda. Sabemos que no sólo Córdoba ha dejado de ser de unos pocos para ser de la totalidad de los cordobeses, sino que somos estos ciudadanos de a pie los que vamos a vincularnos decididamente a nuestros elegidos. Una democracia real no concluye con la episódica tarea de la urna -que eso es, si sólo es eso, seguir en el idiotismo-, sino en eI quehacer ciudadano, cotidiano y colaborador. Sí; es para sentirnos responsables. Sin proponérnoslo nos hemos convertido en ojos que somos vistos, dicho sea parafraseando a Machado. O, para decirlo en la jerga actual, en Ayuntamiento-piloto. Un Ayuntamiento que tiene sobre sí una tarea muy varia, desde la elemental de hacer habitable una ciudad que, como tantas, se ha hecho invivible, hasta la recuperación de lo que aún queda por merecer la pena verse en esta Córdoba que fue, al decir de alguno, una de las ciudades más bellas de Europa, y que hoy, si pudiera, debería acogerse, tras el franquismo, al fenecido organismo aquel de Regiones Devastadas, creado precisamente por él, que la devastó.

¿Saben los lectores qué hay que hacer aquí? Una palabra lo resume todo. Y es esto lo que hemos dehacer entre todos, conscientes de que Córdoba -como tantos otros municipios españoles- ha sido devuelta, esperemos que para siempre, al pueblo de Córdoba.

Yo propondría que, durante los primeros meses, Córdoba adoptase como símbolo de su municipalidad una sencilla escoba. Porque -atiéndase a la concreta realidad que es la política- lo primero que hemos de hacer es barrer todos el suelo de Córdoba, lo único hasta ahora municipalizado para covertirlo en pocilga generalizada. Al mismo tiempo, esa escoba debería simbolizar, sin ninguna duda, que también hemos de barrer la indecencia, a sabiendas de que, ante todo, y como dije apenas muerto el dictador, la tarea más grave que ha de acometer esta sociedad posfranquista es la remoralización ciudadana y la recuperación de su dignidad.

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