Ante el congreso del PSOE
(Diputado del PSOE por Badajoz)Un destacadísimo militante del Partido Socialista Obrero Español ha afirmado recientemente que en el próximo Congreso no va a pasar nada. ¿Dotes proféticas o deseos personales?
Lo que es evidente es que si en el próximo Congreso no pasa nada, o, lo que es lo mismo, todo sigue igual, el Congreso será una ocasión perdida, un acto fallido. Un Congreso de un partido obrero no es sólo un acto político importante para la propia organización, sino, además, una antorcha para todo el movimiento obrero. Algunos quieren que sea un show publicitario, un «éxito de público y crítica», como se suele decir, y, sobre todo, que más que reafirmar el partido, reafirme a algunas de sus numerosas capillas o los coyunturales pactos de reparto del Poder entre ellas. Son diversas filosofías y concepciones del Congreso, de la Organización, del partido obrero, y allá cada uno con la suya, pero sin que nos engañemos ni confundamos.
Y la verdad es que algo debe pasar. Por lo menos, el que se dé un ejemplo de partido mínimamente autocrítico, sin masoquismos ni autopuniciones gratificantes e innecesarias.
Ha de hacerse una autocrítica, por elemental que ésta sea, no sobre el resultado electoral del 1 de marzo y del 3 de abril, ni tan catastrófico el primero y mucho menos triunfal de como ha sido presentado el segundo, sino sobre un importante extremo cual es el deterioro de los hábitos democráticos internos, del que han traído causa la mayoría de las tensiones.
La mayoría de la base, o un importante sector de ésta, ya que es tan difícil cuantificar en la desinformación, más que oponerse al consenso constituyental, a la confidencialidad de determinados trabajos, a los Pactos de la Moncloa y a determinadas posiciones políticas sacadas de la manga de algún ejecutivo, se han sentido lógicamente heridas y agraviadas por el cómo se ha hecho esta acertada o desacertada política, juzgando algunos que con evidente desprecio de la colectividad, en el por sí, y ante sí, más justificado.
La concentración de funciones, la compatibilidad de algunas de dudosa coincidencia cuando se da en el órgano exigidor de responsabilidades la doble cualidad de ser el obligado a prestarlas, la federalización verbal del partido, con hechos y realidades centralizadoras, la unidad socialista puramente formal y a cambio de escaños, la selección y veto de buenos y malos, a efectos de candidaturas parlamentarias y municipales, la censura en el periódico del partido, la posible utilización de comisiones de conflictos con fines de persecución de discrepantes o rebeldes, la carencia de una auténtica política de clase e, incluso, una cierta imagen del compadreo, improvisación, frivolidad, oportunismo electorero, triunfalismo y la posible mistificación de un ideario, son temas que han de abordarse, política y racionalmente porque grave sería que pasara un Congreso para que todo síguiere en la ambigüedad que a algunos favorece y a otros nos llega a producir perplejidad cuando vemos el estado de ánimo latente en algunas manifestaciones de la cúspide y que no nos permite a veces reconocer en ello nuestro partido, y digo nuestro, aunque algún ejecutivo crea que es sólo suyo y que los demás estamos en él porque su amabilidad y comprensión así nos acepta.
Toda reducción del censo de problemas y, en consecuencia, de experiencias, y toda limitación del debate para que no peligren situaciones personales, o para devolver al «Poder» el favor de que nos incluyera en esta u otra lista o no nos marginara, y no nos señalara con el dedo de la proscripción, si se producen, agradarán y congraciarán con éste o con el otro. Pero en este próximo Congreso con quien hay que congraciarse es con el partido, y no con sus no reconocidas tendencias, que no por no ser reconocidas dejan de existir y actuar y, a veces, con la auténtica impudicia y descaro de servir de plataforma a los intocables. A lo mejor del Congreso se sale con la igualdad de trato y hay tendencias para todos o camarillas para ninguno.
Y a lo mejor de este Congreso, con independencia de que los resultados le gusten o no a la prensa burguesa y sus dueños, y se nos aplauda desde la derecha o desde la ultraizquierda, el Partido Socialista Obrero Español sale con la mayor de las coherencias, la de ser eso, un Partido Obrero de, por y para la lucha de la clase obrera que con su simple funcionamiento hace realidad el modelo de sociedad que postula en la libertad, la igualdad, la democracia Y la justicia, porque algunos pensamos que es a través del propio ejemplo del partido como la clase obrera ha de ver realizada esa sociedad sin clases, y esto mal se compagina a veces con actitudes inocultables de oligarquización, burocratización, nepotismo y, sobre todo, el cinismo de autollamarmos una cosa y obrar antitéticamente a ésta.
Un Congreso en el año del centenario de la fundación de un partido que, se quiera o no, es la historia del movimiento obrero español, es algo más que un rito o un trámite para permanecer o ver si se llega a la Dirección. Es fundamentalmente un análisis, una reflexión, una elaboración teórica, una guía para la acción revolucionaria, un paso en el progreso de la emancipación intelectual de la clase-obrera, y quien esto lo desprecie, lo maneje, lo manipule, lo desvirtúe, podrá llamar a los demás antipartido o los adjetivos que quiera, pero él sabrá muy bien que no engaña a nadie y que se está engañando solo, porque es él quien se ha equivocado departido y para esa clase de actitudes carentes de ética, hay ya muy buenos partidos burgueses que le están esperando.
Si el Congreso del PSOE reduce sus altemativas a lo personal, a los equipos, y olvida que lo que de él se espera son serias resoluciones ideológicas, políticas y orgánicas, que reinserten en la lucha obrera con profundidad y seriedad a todos y cada uno de sus militantes, y que lo que menos importa es la constitución personal de los órganos de dirección, cuando el control democrático sobre éstos es tal que no cabe la tentación del personalismo o del dirigismo presidencialista o de capilla, hará un flaco servicio a nuestro partido.
Las estructuras marcan, limitan y potencian la acción del hombre. Los controles democráticos son el mejor antídoto contra las tendencias o tentaciones elitistas y el caciquismo del notable y su clientela. Mientras estas estructuras no se construyan así, el mejor militante, súper respetuoso y cumplidor de la democracia, está expuesto a la extralimitación. Los hábitos se corrigen con normas. No es una cuestión de personas, sino de cerrar el camino, a falta de reglas serias y definidas, a que las lagunas y omisiones prefabricadas por alguien siempre estén prestas a ser rellenadas por interpretaciones personales o interesadas.
Cuando quedan hilos sueltos siempre hay alguien que tira de alguno para hacer su propio ovillo, por lo que lo mejor es dejar los cabos bien atados, y quizá en el terreno de la democracia interna con sólo alcanzar este objetivo, el Congreso adquirirá la transcendencia que de él se espera y evitará el que dentro de dos o tres años haya que volver a examinar ciertos errores y fracasos que los cometen personas, pero que los paga el partido y la clase obrera. Y, en todo caso, es preferible equivocarse con todo el partido a acertar con una camarilla de escogidos. Para eso se hacen los Congresos.
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