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Mitterrand afianza su liderazgo en el socialismo francés

ENVIADO ESPECIAL, «Deseamos una síntesis general, pero sería necesario que algunos camaradas cambiaran de actitud. Quiero decir que Rocard, a juzgar por su planteamiento, no parece dispuesto a esa unión del partido en torno a Mitterrand», le declaró ayer a EL PAÍS, en el Parque de Exposiciones de Metz, en donde terminará hoy el congreso del Partido Socialista, Laurent Fabius, un delfín del primer secretario, que se ha confirmado en este congreso como uno de los posibles sucesores del De Gaulle de izquierdas, que, por ahora, continuará al frente del PS.

Tres mil personas, entre los 1.200 delegados del PS, los quinientos periodistas, los cien delegados extranjeros y los fans del socialismo galo, presenciaron ayer el match supremo de este happening socialista, que, en definitiva, se ha reducido a lo que ya estaba previsto: un duelo Mitterrand-Rocard; es decir, tal como resume el segundo de elles, un mano a mano entre las dos culturas del socialismo: la estadista y la autogestionana.Aunque hay que esperar a la decisión final de las comisiones de resoluciones, anoche, en el Parque de Exposiciones de Metz, ya se daba,al señor Mítterrand como reinstalado en su puesto de primer secretario para los dos próximos años. Y a su contrincante, señor Rocard, se le situaba en la oposición. Ni el primero de ellos le hizo concesión alguna en ninguno de los problemas de discordia para elaborar una línea política (alianza con la ízquierda, Europa, economía y funcionamiento interno del partido), ni el señor Rocard se prestó tampoco a un compromiso cojo. El señor Mitterrand, en un discurso de los más brillantes que se le recuerdan, fustigó sin contemplaciones a su enemigo y al modernismo que él representa, recordándole «que sólo la memoria es revolucionaria », echándole en cara que «la unión de la izquierda se hace con los partidos de izquierdas y no con las gentes de derechas».

Michel Rocard, no menos hiriente, desarrolló sus tesis, basadas en lo que, a su juicio, constituyen las dos crisis mayores de los tiempos presentes: «la crisis del Estado y la crisis del pensamiento económico, comprendido el pensamiento socialista».

Teniendo en cuenta que el señor Mitterrand cuenta con el 40% de los delegados de antemano (el 20 % el señor Rocard), no se excluía que pudiese arrancar algunos delegados a las demás corrientes, para formar un Gobierno monocolor. Pero también podría aliarse con el ala izquierdista del partido, el Ceres, que a lo largo de los debates se manifestó presto a ceder en el punto que lo aleja más del señor Mitterrand. Es decir, en materia de construcción europea. El Ceres, próximo al Partido Comunista francés, ha pleiteado hasta ahora por una Europa nacionalista.

Todo el congreso del Partido Socialista se ha desarrollado en torno a la confrontación entre lo que, en definitiva, representan dos líneas políticas diferentes: la mitterranista y la rocardista. A la primera se han unido los «jóvenes lobos» del socialismo francés, con Laurent Fabius, Lionel Jospin y Jacques Attali a la cabeza, todos ellos dispuestos a relevar a un Mitterrand arcaico, según expresión de Rocard, pero aún dispuesto a guerrear hasta las presidenciales de 1981. A partir de hoy, con una mayoría en el partido que ya no representa el 75 % del anterior congreso, en Nantes, Mitterrand tendrá, en cada momento, frente a él, dispuesto a combatirlo a muerte, a Rocard, la encarnación del otro socialismo, el del rigor económico y a utogestion arlo, sospechado de tendencias socialdemócratas y, por ello, sonado, creen muchos, por el giscardismo beligerante.

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