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Supuestos milagros en un pueblo próximo a Nápoles

Juan Arias

En Italia vuelven a llorar las imágenes sagradas. En pocos días, Vírgenes y Niños Jesús han puesto en revolución con sus «milagros» a un pueblo de 8.000 habitantes, entre Nápoles y Caserta. El prodigio de las lágrimas se ha repetido ya cinco veces. El pueblo se llama San Arpino y está compuesto por empleados y labradores.

Las últimas lágrimas las ha derramado un Niño Jesús de yeso en la madrugada de ayer. El sacristán Erpedico Filippo, de cincuenta años y de quien el párroco dice que «ha dedicado toda su vida al Señor», lanzó al vuelo las campanas y todo el pueblo corrió a la iglesia, que ya ha sido bautizada como la parroquia «de las lágrimas santas».Y mientras la gente discute en familia, en las calles y en las plazas, llegan los turistas a miles de toda Italia. El párroco ha dicho desde el púlpito: «Rezad, pecadores, de rodillas, porque estamos ante un gran castigo divino.» Otro sacerdote más politizado exclamó: «En este pueblo hay demasiados comunistas. Ahora pagamos nuestras culpas».

Se dice que el más satisfecho es el cardenal de Nápoles, monseñor Ursi, el cual en los días pasados, ante el problema de los niños que morían «misteriosamente» en los hospitales de Nápoles, había sacado en la catedral la reliquia de San Genaro, pidiendo el milagro de la licuefacción de la sangre y afirmando que estas muertes podían ser el castigo de tantos abortos.

El santo no hizo el milagro y los miles de fieles reunidos en la catedral con su arzobispo lo interpretaron como un presentimiento de males peores, de castigos divinos. El diario Corriere della Sera publicaba un artículo en primera página titulado: «Ahora se ha cansado hasta San Genaro.» Pero el cardenal, al parecer, insistió en su petición al santo de un «gesto». Ahora que a dos pasos de la catedral han empezado a llorar todas las imágenes no es difícil que se acepte este «milagro» como una respuesta del cielo. Algunos diarios lo llaman «la venganza del cardenal».

Los más preocupados son los comunistas, los cuales recuerdan que estas cosas en Italia suceden cada vez que se acercan las elecciones políticas. No es que las lágrimas de los santos puedan convertir a la Democracia Cristiana a los comunistas convencidos, pero existe toda una categoría de católicos que han votado por la izquierda más bien por motivos sociales y con cierto resquemor de conciencia dentro. En estos casos, ante el «aldabonazo divino», dice un sociólogo, podrían muy bien, como sucedió en 1948, caer en la tentación de volverse «al buen camino».

Hay quien dice estas cosas abiertamente. Un periodista ha recogido este comentario en la plaza del pueblo: «Ante el peligro de que el Gobierno italiano caiga en manos de un laico, el cielo se está moviendo».

Y mientras en Nápoles lloran las imágenes sagradas, en un pueblo de Calabria famoso por su mar cristalino, Praia de Mare, la población ha decretado un día de luto porque ha sido robada la Virgen de la Gruta, una imagen bizantina que tiene siete siglos y venerada por todo el pueblo en un santuario construido para ella. Se teme que no se haya tratado de un robo, sino de un «secuestro». Después de los secuestros de personas, que en Italia son una de las mayores industrias, parece empezar así el secuestro de vírgenes y santos. Los religiosos encargados de esta imagen afirman que, por ahora, no han recibido ninguna llamada de teléfono pidiendo dinero para el rescate. El alcalde de Praia Mare, que es comunista, no sabe qué hacer, porque en el pueblo no se habla ni de Vietnam, ni de la crisis de Gobierno. Se habla sólo del «sacrilegio». El alcalde ha dicho que el luto ciudadano no lo ha decretado el Ayuntamiento, sino que ha sido organizado intencionadamente por el pueblo.

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