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Paisajes desconocidos hasta ahora en los satélites de Júpiter

En el año 1609, con ayuda de un pequeño anteojo, Galileo descubrió en torno al planeta Júpiter, ya viejo conocido del hombre, unas pequeñas manchas. Esas manchas, los sátelites de Júpiter, se muestran ahora al ojo humano, 370 años después, como fascinantes mundos que asombran cada día más a los científicos. Fotografiados en color a distancias impensables, por lo próximo, para Galileo, Ganymedes se muestra «como un brillante que irradia luces multicolores y espectros blancos y amarillos», mientras Calixto y Amaltea se revelan grises, sombríos y salpicados de cráteres; o lo manifiesta la existencia de llanuras y mesetas coloreadas como «los acantilados de Inglaterra».

Hace escasas horas, Voyager 1, después de haber penetrado con sus agudos ojos electrónicos en la inmensa y turbulenta superficie del gigantesco Júpiter, orientó sus cámaras hacia el sistema planetario propio del coloso. ¿Qué vio entonces?«Ha sido un éxito este encuentro sobrecogedor -declaró ayer Edward Stone, científico que dirige esta fantástica exploración de mundos a distancia-. Hemos visto cosas que jamás habíamos pensado ver y además hemos podido cumplir todo nuestro programa.»

Voyager 1 está transmitiendo valiosa información de esos lejanos mundos que giran en torno a Júpiter. Ganymedes, por ejemplo, según informes de la NASA, se muestra en el Cielo de Júpiter como un «brillante que irradia luces multicolores y espectros luminoso blancos y amarillos, en forma de haces que se entrecruzan dibujan do perfectas figuras geométricas mientras el grisáceo Calixto apare ce cubierto de innumerables sombras». Se trata, sin embargo, de dos satélites, al parecer formados por agua y hielo en más del 50%.

Trescientos años de observación

En el año 1609, Galileo y S. Marius descubrieron, sin contacto entre ellos, los objetos que giran en torno a Júpiter. Fue precisamente a Galileo al primero que se le ocurrió comparar aquello con el sistema solar. De ahí la expresión que creó para designarlo: Mundus Iovalis, mundo de Júpiter.Algunos de éstos satélites se podían observar entonces con un anteojo; pero fue el gran desarrollo de la astronomía y la astrofísica, antes de que ingenio humano alguno pudiese despegar de este planeta para observarlos en directo, lo que permitió conocer más datos sobre aquellas pequeñas manchas que giraban en tomo al astro rey de aquel sistema. Ganymedes está a una distancia apenas superior al millón de kilómetros de Júpiter, al que circunvala cada siete días, tres horas y 42 minutos terres. Calixto, por su parte, está más lejos de Júpiter, a 1.800.000 kilómetros, y tarda dieciséis días y dieciséis horas en recorrer una órbita completa.

Es de suponer, pues, la sorpresa que experimentaría un ser humano situado en la superficie de Júpiter, si es que pudiese permanecer allí, al ver brillar en su cielo ese conjunto de doce lunas que aparecerían y desaparecerían a un ritmo mucho más veloz que el de nuestro familiar satélite terrestre; porque hay que tener en cuenta que, pese a las enormes dimensiones de Júpiter, con un diámetro de 142.113 kilómetros, unas once veces superior al de la Tierra, su velocidad de giro es mayor que la de nuestro mundo, por lo que completa. su período de rotación en diez horas escasas -nueve horas y cincuenta minutos-. Es decir, en el período de veinticuatro horas terrestre, un día y una noche nuestra, en Júpiter habríamos vivido dos días y dos noches completas, todo ello bajo la constante aparición y desaparición de sus numerosa.s lunas. Un increíble es pectículo de amaneceres y puesta de sol.

Como los acantilados de Inglaterra

Precisamente es uno de estos mundos satélites de Júpiter el que acaba de dar una sorpresa a los científicos de la NASA. Se trata de Io. Io dista de Júpiter unos 400.000 kilómetros y completa su revolu ción sobre su astro rey en un día dieciocho horas y veintiocho minutos. Voyager 1 ha batido quizá su récord de aproximaqión a lo satélites de Júpiter, acercándose a 20.090 kilómetros de su superficie un par de veces, el Atlántico. ¿Y qué ha podido observar? Algo sorprendente: la superficie de este plarieta se ha revelado seca, llena de vivos colores, con llanuras y mesetas, valles y montañas, «similares -según los portavoces de la NASA- a los acantilados del sur de Inglaterra, con destellos de una luz cegadora de color blanco y amarillo pálido. Parece como si en lo hubiese comenzado, hace milenios, un definitivo proceso de desertización, aunque hay que destacar en él la escasez de cráteres por impacto de agentes externos». Los científicos no esperaban haber encontrado un paisaje tan similar al de nuestro mundo tan lejos.Amaltea, sin embargo, otro satélite espiado por el ojo investigador de Voyager 1, destaca por su enigmática oscuridad y por la evidencia de sus cráteres, más expuesto quizá al bombardeo meteórico. Pero aún le quedan muchas cosas por averiguar al viajero interplanetario, antes de partir para el siguiente gran capítulo de su viaje: la exploración de Saturno, una etapa que comenzará nada más ni nada menos que dentro de dos años de viaje. Antes de ello, antes de separarse definitivamente del Mundus Iovalis, muchas cosas más van a ser conocidas en aquellas pequeñas manchas que Galileo detectó en torno a Júpiter mediante un pequeño anteojo.

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