Peligro en Azca
El pasado domingo, 25 de febrero, tuve que asistir, con hondo dolor de mi corazón, a la caída de mi perra desde una altura de, aproximadamente, un cuarto piso hasta un montón de escombro en la parte central del complejo urbanístico Azca.Dicha caída se produjo desde una de las dos amplias pasarelas que comunican la parte trasera de los edificios de la calle de Orense con la misma parte de los que dan frente al lateral de la avenida del Generalísimo, las cuales, lateralmente, están sólo protegidas por un pretil de ladrillo cuya altura alcanza la cintura de una persona normal, pero que en algunos tramos tienen escalón íntermedio, que reduce dicha protección a la mitad.
Mi perra es, en definitiva, lo que los humanos hemos dado en llamar «animal irracional», aunque para mí su afecto sea mucho más preciado, en muchos casos, que el que pudieran profesarme algunos de mis congéneres dos piernas, y esta carta no tiende a realizar una apología zoológica, sino una advertencia ciudadana.
Sería conveniente que los responsables de ese complejo de cemento y alturas que se anuncian utilizando el posible juego de los niños dentro del recinto que forman esos enormes edificios, procuren proteger adecuadamente sus instalaciones antes de abrirlas al público, y más al infantil, ya que sería muy triste ver extensivos mi dolor y congoja al padre de alguna criatura humana que, como mi perra, se alce sobre el pretil sin distinguirlo de alguno de los que forman futuras jardineras y que, del mismo material, ocupan el centro de dichas pasarelas.
Estas zonas se hallan abiertas-al libre paso desde hace unos treinta días, siendo lugar de concentración de juegos infantiles, ya que la ciudad no le ofrece otras posibilidades en dicha parte que las incómodas aceras.
Señores, menos pugna con la Coplaco, para que los madrileños «disfruten» con la visión de un monstruo de cuarenta plantas y más atención a nuestros hijos.
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