Fascismo en la calle

Es posible que hasta el acto mismo de ver derramada sangre por medio de la violencia no se hable de terrorismo en este país. Sin embargo, parecería conveniente volver a la raíz de esa palabra para conocer que el terror no se produce sólo a través del asesinato como se nos quiere hacer creer.Puede parecer desesperante, dramático o incluso ridículo ver cómo a las cuatro de la tarde, en cualquier esquina de un barrio aparentemente civilizado de una gran ciudad, un grupo de sujetos primorosamente vestidos con cazadoras, gafas y guantes negros consiguen dejar entrever la realidad de un fascismo recoroso y violento que no se resigna a desaparecer en su propia sordidez. Hará unos días yo y un amigo andábamos cerca de la plaza de Calvo Sotelo, en Barcelona. Al cruzarnos con tres individuos de invariable aspecto oscuro y fachendoso mi compañero recibió un ostensible empujón por parte de uno de ellos. Lógicamente, extrañados, nos giramos intentando indagar el por qué de dicho acto. Desde luego, el empujón nos pareció inexplicable. Pero todavía fue mayor el asombro cuando, sin mediar palabra, contestaron a nuestro interrogante con estas frases: «¿Qué pasa? Hijo de p... ¿Qué pasa? Ven aquí ... » Creo que la serenidad pudo más que aquella provocación sin sentido y aquí concluyó el roce. Sin embargo, y si eso quisieron conseguir lo lograron, todavía metros más adelante nos giramos para ver que la cosa había acabado en aquel punto y no tendríamos que recurrir, también nosotros, a la violencia dialéctica o a la huida.

Quizá este hecho concreto en sí no merezca una carta, pero si lo merece la denuncia de una presencia real y cotidiana de sujetos que, hoy sin consecuencias, mañana quizá con sangres o muertes, intenten sembrar un clima desesperado de terror.