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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El reavistón

El ritual madrileño de un spleen decentemente llevado exige ir a la revista musical, al viejo revistón español, por lo menos una vez al año, o antes, si hubiere peligro de elecciones.Yo he estado anoche en La Latina para ver a Tania Doris y a Luis Cuenca. Tania tiene la bondad de las gigantas, el corazón bueno de todas las mujeres muy grandes hermosísima camella privada de liberté. Digo yo. Luis Cuenca es el eterno pícaro del teatro español, que en la revista se llama cómico o gracioso., pero yo creo que Luis Cuenca estaba ya en La Celestina, acuchillado de calzones o con el corazón acuchillado. Hacía tiempo que no venía a la revista, de todos modos, y lo primero que me ha sugerido tanta carne, claro, tanto muslo esforzado, tanto glúteo airoso, es una reflexión moral y un recuerdo para la Asociación de la Prensa de Madrid. Me explico.

Durante los cuarenta años esos que dicen de la cosa, la revista musical y la prensa diaria fueron. las dos cosas que le quitaban el sueño al Régimen. Mantener a los informadores a raya y mantener las vicetiples a raya. Los periodistas tenemos algo de vicetiples que le ponen coro de descaro unánime a la actualidad, con un brillo atractivo para el personal de platea.

Las vicetiples son como gacetillas sueltas de la información general de la belleza femenina (ese mito humano, masculino), y tienen su editorialista en el cómico, en el primer actor, que sale de pronto vestido de marinerito, a sus años, o de vendedor de chufas, de chufero a decir las verdades de la política y del alcalde al público. El ministro Arias-Salgado, cuando sus niños (hoy tan combativos y eficaces) estaban de pilaristas, lo que quería ante todo era que no se le desmadrasen los periodistas ni se le desmadrasen las vicetiples.

Muñoz-Román con sus revistas verdes y González-Ruano con sus artículos golfos eran algunas de las preocupaciones y cruces mayúsculas de don Rafael. (Ahora le han dado a Alcántara el último premio Ruano, cuando le tenían que haber dado el primero: congratuleisions). Pero lo primero que se echa de ver, volviendo tan de tarde en tarde a la revista, es que la revista ha pasado, de ser la frontera misma del pecado, la línea de candilejas por donde el franquismo limitaba con el infierno, a ser el espectáculo más decente y conservador de Madrid, donde nadie enseña nada que no pueda verse por la calle. Sobre todo si tenemos en cuenta que, unas manzanas más arriba, el húmedo sexo de Susana Estrada hace el amor con un novio de plexiglás.

¿Y qué ha pasado mientras tanto con los periodistas? Que nos hemos desmadrado, que nos lo hemos quitado todo, que escribimos ya a tumba y cama abierta, a braga quitada, a toda pastilla. Pero he aquí que hay proyectos, señores, cosas, asambleas, conspiraciones que, mediante el achaque de darle una mayor preparación universitaria al periodista, quieren ponerle otra vez el sostén de lentejuelas, la malla indesmayable y la braga de hierro colado.

Estos días se.ha debatido el tema y los periodistas independientes (todos lo somos), entre los que figura gente tan bizarra como Miguel Veyrat o Vázquez-Prada, han dicho que de eso nada, e incluso han revelado que el anterior baranda de la cosa, Lucio del Alarno, había autorizado a estos periodistas marginales o había pactado con ellos.

El revistón no ha evolucionado (y así tiene que ser), porque es un espectáculo conservador que sólo a Franco pudo darle susto. Desde la decencia de las mujeres que siguen luciendo en el escenario como lámparas o como yeguas, hasta el editorial del revistón, que nos lo coloca Luis Cuenca haciendo el monólogo de Hanilet con una cocacola, como si lo hiciera con la calavera de Carter:

-Aquí lo que hace falta es un salvador.

Y el personal aplaude. Alguien nos quiere devolver a los periodistas a la discreta y subalterna condición de vicetiples censuradas de la cultura, de coro desganado y mal pagado de la política. Tania Doris (la visité luego en el camerino) me recuerda viejos días catalanes y me deslumbra de cerca con su belleza

de lejos, ángela adónica de los barrios bajos. «A ver si un día nos vemos, Paco.»

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