El padre Llanos y otras inquisiciones
Almuerzo con el padre Llanos en un mesón de rojos, en una catacum ba por la que corre la humedad del vino y la amistad: paredes de ladrillo subterráneo, guateada por la sonrisa pura, por la cara virginal de Ana Belén, mas hoces y martillos y otras utillerías de la Historia.-Pero esa carta, cura, que mandaste a EL PAIS, esa rectificación...
Ya saben, estuvo el cura en un mitin, pidiendo o no pidiendo el voto para los que son casi tan lumpen como Cristo, o sea sus conve-, cinos vallecanos. Luego rectificó con una carta: que él no ha pedido nada, que él sí, pero que no. Hombre perplejo.
Es un Karl Ralmer con boina que debía estar leyendo en el Pozo, por los mismos años que yo en las casas de lenocinio de Valladolid, la novateología de Guardini, de Rahner, de Maritain. Libros que a él le sumieron en el cristianocomunismó y a mí en un spleen baudeleríano y madrileño del que aún no he salido.
-Tengo miedo, Umbral. Soy viejo y tengo miedo.
El vive resignado entre sus Pobres -«ayer casé a unos agnósticos»-, pero desde la metrópoli mitrada le observan, le vigilan, le excomulgan:
-¿Te excomulgan, padre cura?
-No, no me excomulgan. La Iglesia ha sido mi madre y lo es. No sé si una dura madre, pero lo sigue siendo, pese a carnets y cosas. Soy viejo y tengo miedo.
-Estoy deseando ser tan viejo como tú, cura, para que me excomulguen de unas cuantas cosas mis obispos, que no son los tuyos.
Ayer publicaba este periódico la carta de un lector donde se denuncia la rarísima exigencia de un certificado de buena conducta en la vida y en la viuda para las de clases pasivas que quieran cobrar pensión. ¿Y qué tiene que ver la buena letra bastardilla que hacía el difunto en su oficina con la buena o mala vida de la viuda?
Otras inquisiciones. El Padre Llanos y otras inquisiciones, que no son las de Borges, literarias, sino las de una retroiglesia catolicoimperial y toledana que está volviendo a levantar la tapia nocturna con que toparon Don Quijote y Sancho.
Llanos tiene un reloj de oro macizlo:
-Me lo ha traído Dolores, Pasionaria, de Moscú.
-Es muy feo, cura Llanos. El oro de este reloj debe ser el famoso oro de Moscú, que nos lo devuelven ahora en relojes. Y además pone made in URSS.
Feo de diseño, el patatómetro. No hay una escuela de diseño en Rusia. Eso podía haber sido el eurocomunismo de Carrillo: una escuela de diseño, que falta hace. ¿Por qué hablan en inglés los moscovitas? El diseño mental lo tienen muy -atrasado desde que expulsaron al judío/ruso Mare Chagali de sus comisarías.
-Y el cariño que hay en este reloj, Umbral.
Entre el cariño amistoso de Dolores y la perplejidad teológica de Ralisier vive este obispo cheli, cardenal natural de Vallecas sobre el que se han cernido últimamente muy remotas consignas, amenazas o avisos, cosas. ¿Otras inquisicio-, nes?
Don Marcelo, en su Vallecas celestial de Toledo, se abstiene virginalmente de campaña. Llanos, en su campaña de toda una vida, apóstol de los leprosos sin otra lepra que la pobreza, que tampoco es mala plaga, quiso opinar, recomendar algo, pero hay miedo.
Ni Borges ni Pepe Lozano. Otras inquisiciones. El Padre Llanos, hombre inquisitorializado. Hoy, me escribe una carta: «Paco, ¿se puede ser fiel a muerte desde una perplejidad a vida?» Atame esa mosca por el rabo. Ay padre cura, quién supiera escribir. Lo que quiere hoy la Iglesia es más sencillo: viudas con buena conducta, muertos con buena letra, para que dejen pensión y disfruten sus quinquenios de cielo, votos de orden, escuela religiosa y despensa sin pasarse, los que no puedan, señor Costa. Con su boina como una aureola de santidad y hollín, con su rostro de piedra calcárea que la bondad reblandece, con su lágrima de ca taratas llorando los pecados del mundo, le dejo siempre en cualquier Metro, al Padre Llanos, de vuelta a su cielo de rojos, en Vallecas.
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