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Reportaje:

El crimen múltiple de “Los Galindos” continúa sin aclarar

De la lista de crímenes misteriosos y sin esclarecer todavía no puede borrarse uno de los más sugestivos, el de Los Galindos, porque ni la policía lo ha dado oficialmente por resuelto, ni la autoridad judicial ha cerrado el sumario correspondiente. La versión en la que se da por supuestamente aclarado corresponde tan sólo a la opinión particular del jefe de la Brigada de Investigación Criminal de Sevilla. Este famoso asesinato múltiple, rodeado de oscuridades, produjo, desde su descubrimiento, diversas hipótesis. Una de ellas es la sustentada aún por el novelista Alfonso Grosso, indicativa de un presunto ajuste de cuentas en el cortijo andaluz por un affaire de drogas. Sobre la situación actual de este caso, y unos determinados informes técnicos periciales en torno al mismo, informa Jesús de las Heras.

El gabinete de prensa de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla informó ayer a EL PAÍS que la versión sobre el crimen de Los Galindos difundida por la prensa «es únicamente la opinión particular del jefe de la BIC de esta Jefatura». El portavoz oficial añadió: «El pasado lunes, durante una rueda de prensa, se facilitó un informe sobre los delitos cometidos en Sevilla durante 1978. Durante la misma, un periodista preguntó por el crimen de Los Galindos y el jefe de la BIC, a título exclusivamente particular, dio su versión de lo ocurrido. Pero la Jefatura, como tal, ni se pronunció al respecto, ni lo hace ahora.»Por su parte, el juez instructor de Marchena, localidad a cuya jurisdicción corresponde el caso, afirmó a EL PAÍS que «el sumario sigue abierto y no comprendo cómo ni de dónde ha salido esta versión. La investigación del crimen de Los Galindos sigue todavía». A una pregunta sobre tres determinados informes periciales realizados para intentar el esclarecimiento, el juez respondió que no podía contestar a ese punto, ya que era materia del sumario.

Cinco muertes misteriosas

El 22 de julio de 1975 fueron hallados cinco cadáveres -dos mujeres y tres hombres- en la finca Los Galindos, propiedad del marqués de Grañiza, en el término municipal sevillano de Paradas. Los muertos eran: Manuel Zapata, capataz de la finca; su esposa, Juana Martín; José González, tractorista; su esposa, Asunción Peralta, y Ramón Parrilla, también tractorista.

Este crimen estuvo rodeado de oscuras circunstancias, entre las que no faltó un incendio parcial del cortijo. La policía nunca informó a la opinión pública de este caso, sobre el que se barajaron diversos e insistentes comentarios. La prensa de cuando en cuando, ha recordado su carácter de no esclarecido, en el transcurso de estos años. Incluso el tema sirvió de motivo de inspiración y de investigación a un escritor, Alfonso Grosso, que terminó por redactar sobre el mismo una novela, Los invitados, declarada finalista en el último Premio Planeta. Para Grosso, en Los Galindos había una plantación de marihuana, y una organización mafiosa es la responsable de los asesinatos.

Según la versión del jefe de la BIC de Sevilla, José González, el tractorista, mató al capataz, a su esposa, al otro tractorista y a su propia esposa, por este orden y por un antiguo resentimiento hacia el capataz.

Los hechos habrían sucedido así:

José González intentaba reparar un diente roto de la empacadora. Sabía que había un diente nuevo en casa del capataz, pero no quiso entrar porque éste se hallaba ausente; tiempo atrás, González pretendió a una de las hijas de Zapata, pero el padre no vio con buenos ojos el idilio y mandó a la moza a casa de una hermana, en Barcelona, donde contrajo matrimonio con un guardia civil.

Días antes del crimen, esta hija de Zapata había regresado a la finca. Se hallaba embarazada. Igual que la esposa de González, quien también se había casado ya. Los compañeros del tractorista le hicieron un comentario del estilo de «igual está ésta que tu mujer», lo que debió molestar al tractorista.

Cuando González reparaba el diente roto, llego Zapata, quien le recriminó por la avería. Discutieron. González golpeó al capataz y le ocasionó la muerte. Escondió el cadáver debajo de un montón de paja, donde luego fue descubierto.

Posteriormente, llegó el administrador del marqués de Grañina y preguntó a González por Zapata. El tractorista dijo que el capataz estaba en el campo con la gente y el administrador se fue a buscarlo. Regresó sin localizarlo y dejó en casa de Zapata unas frutas. La esposa de Zapata se extrañó de que su marido no hubiera entrado a la casa a cambiarse de ropa -la llevaba de calle- si había ido al campo.

El tractorista subió a la casa del capataz con el pretexto de coger el diente de repuesto y, como viera que la esposa estaba intranquila, la golpeó en el dormitorio con el diente nuevo. Dejó el cadáver encima de la cama.

Marchó después al cobertizo de máquinas. Vio que su compañero Parrilla se dirigía a la casa del capataz y cómo, al no recibir respuesta a sus llamadas, se encaminaba hacia el cobertizo. Parrilla se encontró con que González le apuntaba con una escopeta de caza, levantó los brazos y el disparo no le alcanzó de lleno, huyó, doblando la esquina del cobertizo, pero González le volvió a disparar desde la otra esquina. El cadáver lo arrojó a una zanja próxima.

Entonces fue a pedir ayuda a su esposa. Con la canana al cinto, dejó la escopeta en su automóvil y se fue al pueblo a buscar a Asunción. Regresó con ella al cortijo, pretextándole que la mujer de Zapata se había accidentado. Asunción, al ir a lavar a Juana, advirtió que estaba muerta. Se produjo una disputa entre el matrimonio, y González, con el mismo diente que golpeó a Juana, mató a su mujer. (En el diente nuevo hay sangre de las dos mujeres y en el diente viejo hay sangre de Zapata.)

Obcecado por los hechos, José González arrastró los cadáveres de las dos mujeres hasta el cobertizo de máquinas. Con fuel roció las alpacas de paja almacenadas y las prendió fuego. Como la combustión -era lenta cogió un cubo con gasolina que había allí, para avivar las llamas y abreviar la incineración, pero con tan mala fortuna que la llamarada de la gasolina le alcanzó también a él. Cuando el cadáver fue rescatado de entre las cenizas aún portaba la canana.

Alfonso Grosso sigue creyendo que fue un "affaire" de drogas

«Respeto por completo la tesis de la policía sobre este crimen, pero sigo manteniendo la mía», ha manifestado a EL PAÍS el escritor Alfonso Grosso. En su novela Los Invitados, finalista del Planeta-78, Grosso explica el múltiple asesinato de Los Galindos como un affaire de drogas. «Por supuesto -precisa-, de una forma indicativa y con lo que el libro tiene de ficción.»

Para el escritor, que afirma haber realizado entre cincuenta y setenta encuestas en el pueblo de Paradas, término municipal donde se alza la finca del crimen, resulta «descabellado, por ejemplo, que José González, el tractorista, que fue un hombre que medía 1,63 metros y de complexión enclenque, pudiera transportar el pesado cuerpo de Juana Martín, cuando no era capaz ni de cargar con un saco de cincuenta kilos».

Añade que «la creencia de las gentes del pueblo, de periodistas que investigaron el caso, de la Guardia Civil, incluso, y antes también de la policía, nunca fue en la dirección que ahora se da como explicación de la matanza, sino en la que yo apunto en la novela, lo cual no deja de ser extraño».

«Yo tengo un plano de la zona, de escala 1:15.000, del Ejército, y conozco palmo a palmo cada rincón del cortijo y sus alrededores. Sigo dando por válida mi tesis.»

Tres informes periciales

Como ha podido observarse, en la versión facilitada oficiosamente en la rueda de prensa de Sevilla no se hace constar cuándo fueron esclarecidos los hechos ni cómo. En base a lo puntualizado oficialmente por la Jefatura de Sevilla y el juez instructor de Marchena, más bien parece que el caso sigue presentando oscuridades.

Según informaciones recogidas por EL PAÍS de fuentes solventes, en el caso de Los Galindos se han practicado tres informes periciales. Uno, el del forense que intervino en el levantamiento de los cadáveres; hablaba de un disparo en la nuca en una de las víctimas y en base a tal criterio se estableció una hipótesis. Sin embargo, la autoridad judicial no vio claro el tema y ordenó otro informe pericial, que fue encargado a la Escuela de Medicina Legal de Sevilla. Este hablaba de un objeto punzante como el utensilio que causó el orificio interpretado como de bala por el forense aludido, y la hipótesis dio un giro. Pero la autoridad judicial tampoco lo vio claro. Por fin se realizó otro informe técnico. Este último lo ha confeccionado el Gabinete Central de Identificación de la Dirección General de Seguridad y tira por tierra los dos anteriores: el orificio ni es de bala ni por objeto punzante, sino que es una malformación congénita de carácter hereditario. En base a este trabajo, la hipótesis, al parecer, habla de múltiple asesinato y presunto suicidio por móviles presuntamente de carácter pasional.

La ampliación de estos datos sí podría ayudar a esclarecer, al menos para la opinión pública, algunos puntos -si no todos- relacionados con este famoso crimen. Fuentes oficiosas han manifestado a EL PAÍS que tal vez se facilitaría una información más completa próximamente.

El crimen de Los Galindos, como otros asesinatos de gran relieve ocurridos en los últimos años en nuestro país (el caso Urgoiti, por citar un solo ejemplo), sigue, por tanto, sumido en la oscuridad.

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