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Canorea fue sobre seguro a la subasta de Las Ventas

A la gran expectación que hubo por la adjudicación de la plaza de Las Ventas, y su imprevisto desenlace, le sucede ahora un interés aún mayor por saber quién pone en las manos del nuevo empresario, Diodoro Canorea, la astronómica cifra de más de 161 millones de pesetas por año (que en realidad aún son más), cuál es su programa para la temporada madrileña, y cómo pudo llevarse de calle la subasta, cuando José Luis Martín Berrocal se consideraba seguro vencedor y además ambos habían pactado.

Puede tratarse de una rocambolesca historia, y entre algunos caracterizados taurinos hay la sospecha de que el buenazo de Canorea se la dio con queso al emprendedor, poderoso y avispado Martín Berrocal. Esta historia se desarrollaría de la siguiente forma:

Acto I. Falta muy poco para que se cierre el plazo de admisión de ofertas para la subasta de Las Ventas. Martín Berrocal presentará dos: una a su nombre, otra al de Plaza de Toros Monumental, SA, firmada por su pariente Andrés Hernando. Ambas tienen la misma cifra: 151.257.000 pesetas. Berrocal teme que la Diputación las impugne, al amparo de la estipulación trigésima del pliego de condiciones, que prevé una selección de candidatos, y cuya redacción es inconcreta, por lo que Martín Berrocal ya había impugnado a su vez dicho texto, sin éxito.

Martín Berrocal se entrevista con Diodoro Canorea, que también se va a presentar a la subasta, y establecen un pacto: si cualquiera de sus ofertas gana la subasta, irán asociados. Y redactan un documento sobre esta base. Según Berrocal manifestaba ayer a EL PAÍS, este pacto se hizo sin que ninguna de las partes supiera lo que la otra ofertaba. Según otras fuentes consultadas, Berrocal dio a conocer su cifra, aunque quizá fuera por medio de la clásica pista: «entre 150 y 160 millones». Hay quien cree que Canorea le pudo decir que su intención había sido concursar con menos de 150 millones. Poco tiempo más tarde, cada uno presenta su documentación.

Acto II. Berrocal, que ha pulsado las ofertas de sus competidores, en pura lógica se considera empresario de Las Ventas. Apalabra corridas, perfila su infraestructura, hace planes para la temporada, organiza su agenda de trabajo, vuelca su optimismo y su espíritu emprendedor en declaraciones a la prensa. Se encarga un traje en Francia, de rico paño, original dibujo y corte impecable. Todo lo tiene a punto para su nueva faceta como triunfador.

Acto III. Palacio de la Diputación Provincial de Madrid. Falta media hora escasa para que se efectúe la apertura de plicas. Berrocal está deslumbrante, enfundado en el terno francés, y le llueven los parabienes. Para todos, es el ganador. Se encuentran allí los restantes licitadores, excepto Camara. El más nervioso parece Canorea. En un aparte, le da a Berrocal una noticia revulsiva: «Mira, José Luis, te he de ser franco: yo voy con 161 millones largos.» ¿Cómo es eso? Pero no hay tiempo para muchas explicaciones, y como el pacto entre ambos permanece escrito y a buen recaudo, Berrocal, con sus característicos reflejos, aconseja a Canorea: «Puedes hacer lo siguiente: retira ahora mismo tu sobre, y de esta forma sólo quedará mi oferta, que es diez millones más baja.» Canorea se justifica: su crédito, su buen nombre, la seriedad del acto que va a comenzar.

Epílogo. A Berrocal y a Hernando les ha caído muy mal la inesperada oferta de Canorea, pero reaccionan con entereza. Felicitan al ganador, aunque ahora, en otro aparte, Berrocal le hace saber que su deseo es deshacer el compromiso contraído: «En estas condiciones, no quiero participar en el negocio.» La cita es para el día siguiente, en el hotel Wellington, y se inician las conversaciones a mediodía. Es posible que Berrocal se haga cargo de los espectáculos extrataurinos, pero atará bien todos los cabos. Su intuición le ha fallado esta vez y algo hará para desquitarse, pues no sólo ha perdido: ha fracasado.

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