¿Dónde están las figuras que levanten el ciclismo español?
La suspensión de la Vuelta a España por la renuncia de los orgartizadores que desde hace veinticinco años tienea la concesión de la Unión Ciclista Internacional, no puede pillar de sorpresa a nadie, aunque se busque ahora una solución de compromiso. El ciclismo español, y su prueba principal, como consecuencia lógica, se han ido devaluando año a año de tal forma que la situación ya gravísima de 1978 se tenía volver insostenible en 1979. Dichos organizadores lo sabían, y su primera culpa es no haber desistido antes. Pero no lo han hecho, porque ha sido un caramelo muy jugoso durante muchos años, y han preferido esperar una ayuda imposible hasta el límite, como inútil acto de presión, antes que arrojar la toalla con tiempo suficiente para que alguien, sin los apuros actuales, enderezara un tema tristemente tan torcido. Si no la organizaran dos años seguidos perderán sus derechos.Lo que debe quedar claro -y el Consejo de Deportes obra magníficamente en eso- es que una Vuelta ciclista profesional es deportiva, pero bastante más un negocio publicitario y comercial, y no puede seguir recibiendo dinero estatal, como lo ha hecho hasta ahora. La Vuelta a las Provincias Españolas (o como se acabe llamando) que propone la Federación Española debe auto financiarse, al igual que lo hacen el Tour o el Giro, a los que también afectan crisis económicas. Y si aun así no sobrevive como ellos, que pagan incluso a sus federaciones, será porque el ciclismo profesional no interesa. Carreras ciclistas populares y el cicloturismo de mantenimiento, muchísimo mas que el deporte de competición, necesitan ayuda y mentalización oficial. El caso es parecido al lamentable de Villota. La Federación de Automovilismo hace muy bien en no subvencionarle, porque bastante poco dinero tiene -aunque lo utilice mal, ese es otro cantar- como para gastarlo en la supermillonaria fórmula 1, o Aurora, su suplente, a la que no puede llegar España si no alcanza antes a otras cosas. La Federación de Caza, por ejemplo, no se le puede ocurrir subvencionar a todo el que se le antoje ir a matar elefantes a Africa.
El problema del ciclismo competitivo, un deporte en regresión por su dureza, como el boxeo -aunque con raíces bien distintas- es que si encima no ofrece espectáculo -porque ya no hay figuras-, se muere. Es lo que a más largo plazo, y empezando por los equipos pobres que ya no sacan créditos de ningún lado, le puede suceder al fútbol. El tema, pues, entra en un círculo vicioso. Es inútil que esta temporada haya seis equipos en España, más que nunca en los últimos tiempos, con un Kas medio belga, incluido un «semiatractivo Van Impe», si se acabaron los líderes como Bahamontes, Loroño u Ocaña, que tenían «gancho». La Federación no ha sacado corredores y es culpable. Los organizadores se han olvidado de que para ganar hay que ofrecer, y no han dado ideas nuevas -tampoco la Federación-, sólo preocupados de cubrir gastos cada año sin arriesgar ni invertir. El problema vasco, las elecciones municipales, que retraen a los ayuntamientos para pagar fijos por las etapas, también han influido, pero menos. La desatención eterna de televisión, sin atreverse a la emocionante trasmisión en directo francesa o italiana, mucho más. Pero hay que volver a repetirlo: ¿Qué atractivo se le ofrece a cambio? Sólo el lío formado ahora, no el deporte, se lo puede dar. Bien triste es.
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