Las dentaduras posibilitan la identificación de las víctimas de Los Alfaques
La catástrofe del camping de Los Alfaques, con sus 211 muertos, planteó, con mayor gravedad que en ningún otro caso comparable, el problema de la identificación de los cadáveres. Durante meses, un equipo español de especialistas ha trabajado a las órdenes de la autoridad judicial. Los resultados obtenidos gracias a los estudios odontológicos constituyen ya un caso de interés internacional, que será debatido en próximos congresos. Desde Barcelona, informa Alfons Quintá.
Al mediodía del pasado 11 de julio un millar de personas ocupaba totalmente el camping Los Alfaques, entre San Carlos de la Rápita y Alcanar, cuya capacidad estaba determinada para doscientas personas. De ellas murieron instantáneamente en el camping 103, mientras las restantes fallecían en los centros hospitalarios. Desde un primer momento se constató la total ausencia de listas de campistas y, por increíble que parezca, el primer balance provisional y la primera lista de desaparecidos tuvo que establecerse a partir de la memoria -bastante buena, por cierto- del propietario del camping.Por ello, desde el punto de vista de la identificación de los cadáveres, la catástrofe resultó ser mucho peor que, por ejemplo, el accidente del aeropuerto canario de Los Rodeos, en el que se poseían las listas de pasajeros de los aviones siniestrados.
Los cuerpos de los fallecidos en el lugar del accidente eran irreconocibles en la generalidad de los casos. En este sentido hubo anécdotas de todo tipo y para todos los gustos. Así, tanto una sandía como un jamón fueron tomados por sendos restos humanos. La sandía -informa ahora un inspector de policía del gabinete de información de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona- llegó a ser etiquetada como si fuese un cráneo por los primeros socorristas. Cuando el funcionario que ahora informa se acercó al presunto cráneo vio que en su interior sólo había grán cantidad de pepitas, con lo cual se deshizo el entuerto. La intervención de los primeros socorristas tuvo tanto de generosa como, en algunos aspectos, de negativa. Fueron, en efecto, retirados cadáveres que estaban en el interior de automóviles, sin tomar constancia del hecho, que hubiese facilitado enormemente la identificación. La colocación, uno junto a otro, de todos los cadáveres, sin especificar el lugar donde se encontraban en el momento del accidente, iba a constituir también un grave inconveniente a la hora de proceder a la identificación. El justificado nerviosismo de los supervivientes representó otro inconveniente suplementario: una mujer francesa identificó a su esposo al reconocer un cadáver, cuando éste estaba, y está, vivo, mientras, una niña belga era enterrada en Madrid como si fuese el cadáver de otra española, después de que ésta hubiera sido mal identificada por sus tíos.
Los problemas de identificación desbordaron rápidamente las posibilidades que podían darse en la zona. Por ello el juez instructor de Tortosa, responsable del caso, solicitó la intervención de la cátedra de Medicina Legal de la Universidad de Barcelona, que dirige el doctor Jacint Corbellá. Inmediatamente se creó un grupo de trabajo que dirige el doctor Rodríguez-Pazos, jefe del departamento de Tanatología de la citada cátedra y en el que se integraron varios funcionarios del gabinete de identificación de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona. Los trabajos partieron esencialmente del estudio de las 87 dentaduras retiradas de cadáveres hallados en el lugar del accidente y sin identificar, más otras cuatro dentaduras que fueron extraídas, después de que fueran exhumados otros tantos cadáveres. El estudio de las dentaduras por los odontólogos del equipo, dio como resultado el conocimiento de la edad aproximada del fallecido, así como un conocimiento muy fidedigno de su desarrollo facial. Ello se cotejó con la información odontológica de los desaparecidos, solicitada y obtenida, en el caso de los extranjeros, a través de los respectivos consulados.
Las mayores dificultades procedieron de los cadáveres de niños, algunos de los cuales no habían ido aún al dentista. No obstante, se obtuvieron éxitos espectaculares. Tal fue el caso de la identificación de un niño -que sí había ido al dentista-, a través de un solo diente, unido a una pequeña parte de su mandíbula. En otro caso, la identificación se produjo comparando la pared posterior de un seno páranasal con una radiografía.
En los casos en que la coincidencia entre dos cadáveres era muy grande y la información odontológica deficiente, se procedía a fotografiar la dentadura y a superponer el negativo de esta fotografia con una fotografía del fallecido en la que mostrara parcialmente sus dientes por estar sonriendo. La primera fotografía debía hacerse con la dentadura colocada de forma idéntica a como aparecía en la fotografía en que estaba vivo y que debía servir para el cotejo.
El resultado de todos los trabajos resultó un éxito. Se respondió atodas las solicitudes de familiares, pero, en cambio, han sobrado dos cadáveres, que aún están sin identificar. Todo indica que puede tratarse de personas que se hallaban fuera, de sus casas desde hacía tiempo y sin que nadie conociera su paradero exacto. Al no existir reclamación alguna, su identificación aparece ya como casi imposible.
Ahora, los miembros del grupo. de trabajo de identificaci ón de cadáveres de Los Alfaques desean plantear la necesidad de la existencia de forma permanente de un equipo que pueda intervenir desde un primer momento en todas las catástrofes, a efectos de identificación de cadáveres. Tal será la propuesta que presentarán el próximo mes de agosto en Lyon, en ocasión del Congreso de la Academia Internacional de Medicina Legal, donde también darán a conocer la labor desarrollada hasta ahora.
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