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Reportaje:Comisarías, insuficiente base del aparato de seguridad / 1

La organización policial de los distritos, inadecuada a la democratización y la nueva delincuencia

La escalada de violencia que acusa la ciudad somete, una vez más, a consideración la estructura del orden público. El ministro del Interior, señor Martín Villa, afirma la existencia de medios policiales suficientes para combatir la delincuencia y asegurar la convivencia pacífica ciudadana. Desde la alta instancia gubernamental se achaca el actual y evidente conflicto a la desestabilizadora acción de unos grupos minoritarios, cuya erradicación precisa de la repulsa política y popular, por parte de sectores que todavía los apoyan, además de la actuación policial. Sin embargo, al cuestionar los posibles fallos de la estructura organizativa policíaca, se advierte con facilidad que, al menos una ciudad como Madrid, supone un campo abonado para la delincuencia, debido, en gran parte, a una deficiente organización de las fuerzas de orden público.A través del análisis realizado sobre las comisarías de policía madrileñas se detecta un claro y lamentable defecto en el sistema general que las organiza. Si las comisarías son incapaces de solventar la mayor parte de los problemas propios de cada uno de los distritos que les corresponden, la ciudad entera queda indefensa al fallar uno de los pilares básicos dé su seguridad. El aparato policial aparece así defectuoso en su base y toda su estructura se resiente.

"Policía franquista" y "policía predemocrática"

Lo que se ha dado en llamar policía franquista como instrumento manejado en beneficio del autoritario régimen político anterior, se caracterizó, entre otras cosas, por su principal y peculiar actuación política y por su ostracismo. Ambos factores, íntimamente interrelacionados.

La histórica represión política para la que se utilizó a la policía franquista fue pareja a su cerrazón a cualquier tipo de apertura al exterior. Un foso de incomunicación separó la policia de los ciudadanos.

Con la situación política controlada, a base de la represión y el misterio, todo fue bien hasta que factores demográficos, de industrialización, consumismo y generacional, evidenciaron que, a pasar de todo, el país había cambiado. De pronto, en el propio seno del aparato policial, se advierte que el contingente personal más profesional, y menos franquista, empieza a aprovechar la ocasión para intentar escapar de su doble papel de perro de presa y cabeza de turco.

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La policía predemocrática ha conseguido conectar con el ciudadano y empieza a, existir entendimiento mutuo. Esta incipiente nueva imagen de la policía y esta incipiente aceptación, por parte del ciudadano, de una policía a la que generalmente ha desconocido y temido, son consecuencia del proceso de transición hacía la democracia, desarrollado en los últimos años No obstante, parece que no se producirá una mayor identificación entre pueblo y policía hasta que la democracia no se consolide con legislación, instituciones y rodaje suficientes.

En este panorama, la realidad demuestra que existe un importante desfase entre el cuadro de problemáticas políticas, sociales y delictivas, y la estructura policial que se mantiene para procurar un aceptable equilibrio en dicho cuadro.

A título orientativo recogemos a continuación el resultado de un estudio practicado sobre las comisarías madrileñas. Dicho estudio ha sido cotejado, en el momento actual, con tres comisarías que, en buena medida, suponen una muestra prototípica del total: una comisaría del centro (gran congestión urbana en población y volúmenes edificados y alto nivel económico y social); una comisaría de suburbio (a caballo entre el centro y la periferia, heterogénea clase social y económica de población, con excepción de una clase alta, y equipamientos deficientes), y una comisaría de extrarradio (urbanismo y equipamientos deplorables y población obrera-industrial).

Una pica en Flandes

El jefe superior de Policía de Madrid, Francisco Pastor, autoriza este reportaje.

-¿Permiso para visitar cualquier comisaría en cualquier momento durante una semana? «No hay inconveniente, siempre que avisemos a los comisarios jefes previamente. Puede visitar cuantas quiera pero por grupos de dos o tres.»

El jefe superior da tres nombres: Buenavista, Usera y Los Cármenes.

-Si necesita conocer a fondo alguna más, me lo dice después que haya visto éstas.

Entendemos que la muestra puede resultar aceptable, sumada a otras referencias y datos.

El comisario jefe de Buenavista, Alberto Pérez Cayuela, comenta esta autorización: «Creo que han puesto ustedes una pica en Flandes. Me parece que nunca se había permitido a la prensa entrar en las comisarías para que mirase todo y se informase de todo.» Y añade: «En las comisarías siempre hay puntos, temas, que son secretos, como es lógico, pero aquí nos tiene a su disposición. Tiene carta blanca, salvo esas cosas que no podamos responder.»

La corrección y la apertura máxima informativa constituyen la tónica general del comportamiento hallado en las tres comisarías elegidas por el jefe superior para ser encuestadas. Coincide esta investigación periodística con momentos en que, en dichas comisarías, se tratan cuestiones en extremo delicadas y confidenciales. Sólo en una ocasión se pidió al periodista salir de un despacho al tener que mantener una conversación telefónica muy confidencial con la Brigada Regional de Información.

La necesidad de una apertura informativa por parte de la policía es algo que ahora parece ir entrando en las cabezas de sus dirigentes. Durante muchos años, la información facilitada ha sido ridícula y ofensiva, dada su parquedad y centralización a ultranza.

«El servilismo, algo que ha proliferado en la etapa política anterior, ha sido causante de muchos males en la policía», afirma el comisario jefe de Los Cármenes, Lorenzo Moreno. «Hoy han cambiado las cosas y todavía tienen que cambiar más -añade-, para que ningún funcionario tema expresar sus críticas a un superior, sin que esto sea interpretado como una deslealtad motivadora de inmediata sanción.»

«Yo nunca he sido partidario de participar en una rueda de prensa -apunta el comisario jefe de Usera, Jesús Maroto- por una cuestión puramente personal, que soy muy expansivo y a lo peor digo cosas que no debo. Pero reconozco que la falta de información que ha habido ha perjudicado a la policía, creándole una imagen deformada que no se corresponde, en general, con la vida de muchos de nosotros.»

Un joven inspector adscrito a un departamento especial, comenta: «Todavía nos llaman la policía franquista. ¡Pero qué coño voy a ser yo franquista! Ni lo soy, ni lo he sido. Ni la mayoría de mis compañeros, que ninguno ha vivido la guerra, que todo esto de la guerra nos suena a chino. Yo soy un policía. No Soy un monstruo, ni un verdugo, ni especialmente violento. A veces tengo que ser violento, porque la violencia está ahí, en el momento que voy a detener a un señor que no se va a venir conmigo esposado porque yo le diga que venga.»

Ha largado su explosión verbal delante de otros policías veteranos. Y continúa: «Un policía se atiene a la ley. Hablo por mí. Y llegamos hasta donde podemos. Y cuando no poderrios llegar más lejos, generalmente por impedimentos de los políticos de turno, yo soy el primero que se cabrea. Y espero mejor ocasión, para poder seguir siendo un policía. Por eso nos tienen miedo los políticos. Por eso intentan dividirnos: porque sabemos cosas y queremos actuar como policías. Si alguno se extralimita, que pague él, no todos. Si se pfoduce alguna irregularidad o abuso dentro del Cuerpo, que se desenmascare. Yo soy el primero en reconocer que esto es aún muy difícil. Pero el pueblo también debe esforzarse por comprender las cosas como son realmente.»

Mañana: Usera, periferia sur: «Ahora vamos a hacer los calabozos».

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