El discreto encanto de las galerías de arte
El arte de lo visible ha sido siempre mi meta, y naturalmente que para alcanzarla he de servirme, como tan tos otros, en mi profesión, de las tan «cautivantes» galerías de arte. No podría ser de otro modo en el mundo atribulado, despectivo y ¿por qué no sofisticado y prepotente en que vive y prolifera el «ambiente» artístico actual? Sin embargo, reflexionando un poco, es preciso comprender que no todo ha de ser moneda falsa. Hombres de justa notoriedad que han sabido crear la obra de arte los hay, ¡y cómo los hay!Apenas ponemos el pie en una u otra de «nuestras galerías», presentimos rápidamente lo lejos que estamos todavía de poder participar del riesgo de hacer nacer y crecer el fatigante empeño de la obra de arte.
Es obvio decir que una falta de fervor, tal vez de imaginación, incluso sinceridad, hace impracticable el «acontecimiento arte» en las tibias y «laboriosas» galerías, por falta de celo de sus propios responsables.
La atmósfera que nos baña es francamente irrespirable, porque las galerías de arte no vacilan en sacrificar lo bueno por falta de imaginación para ponerse al servicio del tedio que nos embarga, como viene sucediendo desde hace largas décadas.
Por favor, señores marchantes, eduquen bastante sus inmutables retinas, para que no dé la impresión de que todos los grandes hombres han muerto hace mucho tiempo.
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