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Pleno del Congreso

Exhaustivo recuento de delitos, víctimas y alarmas por parte de Fraga

La sesión del Pleno del Congreso se abrió con la propuesta presentada por el grupo parlamentario de Alianza Popular (AP) para un debate sobre el orden público en España, que fue defendida por el secretario general de AP, Manuel Fraga, en una larga intervención, en la que hizo una amplísima exposición del «deterioro de la situación».Tras congratularse de que por fin el Congreso haya decidido abordar un tema vital para la sociedad española -«desde primeros de septiembre nos venimos reuniendo para asuntos de trámite y eludiendo cuidadosamente los grandes problemas nacionales-, el señor Fraga dedicó toda la primera parte de su intervención a una exhaustiva exposición de los atentados, alarmas y demás desastres que ha sufrido España en los últimos años, así como a resaltar que la proporción de terroristas entre las víctimas de atentados es muy escasa: «Sobre un total de 36 muertos en 1977, sólo cuatro son terroristas; de 744 heridos, tres terroristas. En 1978 (nueve meses), los muertos han sido 59 y los heridos 627, pero sólo seis y uno, respectivamente, son terroristas. Huelga decir quién parece ir ganando.»

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Puso también de manifiesto el incremento de la delincuencia común; el número de delitos creció un 25% en 1977, con un espeluznante aumento de los atracos, una parte de los cuales han sido realizados por ETA para adquirir armas y pagar a sus asesinos. Habló del aumento de incendios forestales, de los asesinatos y raptos, y citó un comentario de Le Figaro, de 9 de octubre pasado, para quien las cifras españolas «remiten a las filas de los boy scouts a los brigadistas rojos italianos y a los asesinos de la banda de Baader, y demuestran que el asesinato se ha convertido en un argumento político básico en la España del posfranquismo».

Seguidamente se refirió a las ofensas a la bandera nacional; a los relevos constantes en los mandos superiores de la policía, a la purga masiva de numerosos jefes de guarnición de la Policía Armada, al hecho de que «las sanciones al personal aumentan al mismo tiempo que sus bajas», con especial mención del caso de la Asociación Profesional del Cuerpo General de Policía, «cuya directiva está toda ella expedientada»; así como a los graves incidentes de las cárceles, los camiones quemados para impedir el progreso de la autopista del Atlántico, «un desmadre general en los espectáculos y en las fiestas, como en las películas sobre San Vicente Ferrer o Cartas de amor de una monja, o las fiestas de Durango», en que se puso a chacota al Papa y a los cardenales».

«No desconocemos -prosiguió- que el aumento de la delincuencia es uno de los precios de la vida en grandes metrópolis, ni de los problemas de una transición política; pero las cosas han llegado a un punto en que no pueden continuar sin grave riesgo para el futuro. Se ha bromeado sobre una frase que nunca pronuncié, aquella de la calle es mía, cuando yo nunca pretendí otra cosa sino que la calle fuera de todos; pero mucho más grave es que la calle sea de ellos, de todos los que son violentos, ilegales y enemigos de la paz.»

«El orden público es como la salud: se tiene o no se tiene. Y España da hoy angustiosamente esa voz de alarma: no se encuentra bien.» El señor Fraga tuvo cuidado en advertir que estos hechos «en modo alguno vinculan la actual situación al advenimiento de la democracia: lo relacionan, eso sí, con la falta de una política clara de gobierno. Y hay que decir que el orden público es una de las funciones sociales más importantes y que sin ella quiebran la mayor parte de las demás».

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Terminó su intervención una referencia al terrorismo como instrumento de la guerra revolucionaria, utilizado especialmente en las provincias vascas, así como al refuerzo que para el mismo suponen otras acciones políticas, incluida la permisividad de congresos ilegales, como el de HASI, al que asistió el diputado señor Letamendía. «Todo ello tiene un fin reconocido: un Estado vasco independiente y revolucionario. ¿Y cuál ha sido la respuesta? Que el Gobierno, se reitera cada semana, no caerá en la trampa de replicar en serio. Pero no hay engaño posible, y la única trampa real es no comprender que a un enemigo así no hay más que una respuesta: derrotarlo cuanto antes y por todos los medios.»

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