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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El almirante Gamboa explica su voto

Gracias a las amables cartas de dos socios fundadores del periódico de su dirección, puesto que yo no lo leo, me entero del editorial del día 1 de noviembre. «Una Constitución que dure», que considero absolutamente ofensivo por las expresiones que se vierten al enjuiciar mi voto sobre el proyecto constitucional.Por tanto, y en ejercicio del derecho de réplica reconocido por las leyes, le ruego la publicación de la presente carta. Igualmente espero de usted la rectificación editorial de dichas expresiones.

Usted o su periódico pueden muy bien opinar que dos tenientes generales y un almirante «sin mando de armas» no seamos representativos del sentir de las Fuerzas Armadas, como otros pensarán lo contrario. Evidentemente, en las Fuerzas Armadas no hay «instituciones representativas» ya que por su propia esencia son incompatibles. Pero tampoco ninguno de los tres senadores militares hemos pretendido ostentar esa representatividad.

Cosa bien distinta es que, ante un tema bien concreto como es el de la unidad nacional, haya yo afirmado ante el Pleno del Senado que «estoy convencido de expresar el sentir general de mis compañeros de armas, hacia los que me siento moralmente obligado al defender la supresión del término nacionalidades del texto constitucional». Convicción que ustedes podrán compartir o no, pero que desde luego yo sí siento, como me han confirmado centenares de cartas y telegramas de personas civiles y de compañeros de los tres Ejércitos, desde sargentos hasta generales «con mando de armas».

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Pero un punto es especialmente indiano de cuantos pueden contemplarse en el editorial motivo de mi tarta: creo que es gravemente ofensivo para la dignidad de cualquier persona, en este caso la mía, afirmar que «en cuanto al voto negativo del almirante Gamboa, habremos de explicárnoslo removiendo en la sentina de su particularísima conciencia política». Porque sentina, según la decimonovena edición del diccionario de la Real Academia de 1970, es «la cavidad inverior de la nave que está sobre la quilla y en la que se reúnen las aguas que, de diferentes procedencias, se filtran por los costados y cubiertas del buque, de donde son expulsadas después por las bombas. 2. Lugar lleno de inmundicias y mal olor. 3. Lugar donde abundan o de donde se propagan los vicios».

La grave ofensa que se me infiere me obliga a exigirle la rectificación editorial.

Los motivos de mi voto negativo fueron los que expuse en mis, intervenciones en el Senado al defender mis enmiendas, si para su periódico la unidad nacional, la bandera de España, la misión de las Fuerzas Armadas, la defensa conforme a mi conciencia católica de la familia, el matrimonio y la libertad de enseñanza, pretender el reconocimiento a la Corona de unas funciones que no se le niegan en las otras monarquías europeas, no son valores dignos de respeto sino «inmundicias y mal olor», comprendo su postura aunque me parezca absolutamente inadmisible.

Aparte de que, como también afirmé claramente en el Senado, eludí en todo momento el pronunciamiento estrictamente político. Y en mis decisiones no han influido condicionamientos políticos ni partidistas, a pesar de las fuertes presiones que he recibido para evitar mi voto negativo.

Tal vez el mejor calificativo de ese editorial inicuo e hiriente sea el que le ha dado uno de sus accionistas: «En ningún país de signo democrático de cualquier parte del mundo se daría el caso de que un periódico, llamado liberal e independiente, se permitiese enjuiciar el voto público de un parlamentario, añadiendo a la crítica injuriosa una admonición sobre lo que debe hacer. Sería algo inconcebible.»

También he de decirle que eso del mayor o menor sentido de la oportunidad histórica es opinable y que dudo que ustedes tengan patente de la historia o de la verdad para atenatematizar la opinión ajena.

Le puedo asegurar que nunca, ni siquiera a lo largo de mi casi año y medio de Senado, donde hay representaciones de todo tipo de ideologías y partidos, aun las más extremas, jamás, repito, he recibido expresión alguna ofensiva, ni siquiera dura, por mis opiniones, aun al contrario, incluso he sido felicitado pese a las discrepancias, por la coherencia de mis convicciones y la firmeza de mi postura y creo haberme ganado el general respeto, por lo menos hasta que su periódico decidió atacar ofendiéndome.

AImirante

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