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Reportaje:

La Ruta del Ron, nuevo exponente de la navegación solitaria

Mañana se inicia en Saint Malo, localidad costera de la Normandía francesa, la regata denominada Ruta del Ron para navegantes solitarios. Sobre 4.000 millas -unos 7.400 kilómetros- hasta Point-a-Pitre (Isla Guadalupe) será la primera carrera transatlántica francesa en la que nuevamente se cumplirá la frase del coronel Blondie Hasler, fundador de la pionera Transat británica en 1960: «Un hombre, un barco y el océano.» Ahora han cambiado las cosas y precisamente sólo la Ruta del Ron sigue abierta a barcos de todos los tamaños, con la única limitación fundamental de las fuerzas de un solo hombre para gobernarlos.El gran dilema planteado en la navegación solitaria ha sido, y aún es, el tamaño de los barcos. La participación en la Transat británica de 1976 -entre Plymouth a Newport, en la costa este norteamericana, sede de la famosísima Copa América- de un «monstruo» como el Mediterráneo, de Alain Colas, con 72 metros de eslora, asustó a los organizadores. Para 1980 -la regata se celebra cada cuatro años- permitirán sólo barcos menores de dieciocho metros. Como contestación exagerada y quizá también publicitaria -la presencia del Mediterráneo lo fue-, apareció el año pasado otra regata británica, la Mini Transat, que reunió barcos de hasta sólo 6,5 metros de eslora, casi utópicos, para un recorrido de 5.000 millas -unos 9.250 kilómetros-. Un español, López Alonso, quedó segundo tras las dos etapas entre Penzanze -costa de Gales- y Tenerife, la primera, y Tenerife-isla Antigua -en las pequeñas Antillas- la segunda.

El problema para los navegantes solitarios en barcos grandes es la dificultad física de dominarlos, pese a que los métodos sean sofisticados. El Mediterráneo, por ejemplo, con cuatro mástiles y 250 toneladas, debe plantear muchos problemas imprevisibles, aunque desde la cabina se pueda manejar casi todo, incluido el velamen, o desde cuatro puntos distintos sea posible mover el timón por un mando a distancia En los barcos pequeños, sin embargo, la dificultad estriba en que para ellos un viento de 35 nudos -unos sesenta kilómetros por hora- es ya una verdadera tempestad, lo que, para los mayores sólo sucede a los sesenta nudos -cien kilómetros por hora- Dos participantes de la Mini Transat desaparecieron.

De ahí que la Ruta del Ron trate de quedarse en el punto medio, y manteniendo el espíritu de Blondie Hasler sobre las propias limitaciones del navegante haya pedido como único requisito imprescindible para la inscripción de los participantes un recorrido previo de seiscientas millas -unos novecientos kilómetros-. En cuanto a los barcos las limitaciones estriban en la línea de flotación mínima -7,925 metros, para los de un solo casco, y once, para los de dos o tres-. Cabe señalar que los barcos de un solo casco se mantienen mejor y progresan más con mala mar que los de dos -catamaranes- o de tres -trimaranes-, los cuales necesitan esa línea de flotación más amplia por su lógica «mayor extensión». De cualquier forma, en la Ruta del Ron que comienza mañana la resistencia del tripulante influirá más que en la Transat por la mayor longitud -4.000 millas, contra 2.700- Las malas condiciones de la mar -sí las climatológicas- no tanto Para mayo de 1979 está prevista otra regata francesa, Lorient-Bermudas-Lorient, de 6.000 millas -unos 11.000 kilómetros-, pero ya con dos tripulantes dada la distancia.

En la Ruta del Ron el barco más grande será el Lilli-Aggie -ex Vendredi 13-, segundo en la Transat de 1972, que ganó Colas con un trimarán de veinte metros. El Lilli-Aggie tiene un solo casco y cuarenta de eslora, con tres palos. Evidentemente ya será bas tante duro de manejar, aunque reglamentariamente tanto él, como todos los participantes, contarán con un sistema de pilotaje automático eléctrico, alimentado bien por energía procedente de la fuerza del viento, del móvimiento del agua o de los rayos solares. En cualquier caso si dicho sistema lleva baterías, deben ser independientes de las que se alimentan del motor principal. Este no sirve para mover el barco, que sólo puede hacerlo por las fuerzas del viento y del hombre, sino como fuente de energía particular para las baterías de la luz, radio y aparatos de navegación. Lo mismo que estas baterías no pueden utilizarse para el piloto automático, tampoco pueden utilizarse para mover las velas.

La radio es un elemento indispensable de seguridad, cuyos sistemas para el navegante solitario deben ser extremos. Los barcos van provistos de un sistema para detectarlos por radar. Tampoco se puede olvidar que una caída al agua, no ya por la frialdad de las aguas u otros motivos, sino por su soledad, es prácticamente irreversible. Los «solitarios» deben ir atados siempre para evitar los golpes de mar.

El premio para el vencedor dentro de unos veinte días en la isla antillana de Guadalupe, uno de los últimos departamentos ultramarinos que le quedan a Francia, justamente al norte de la ex británica Dominica, Estado independiente desde ayer, es de 200.000 francos, algo menos de tres millones y medio de pesetas. Ouizá demasiado poco para tanto esfuerzo económico -barcos sofisticados- y físico. Pero la aventura es siempre impagable.

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