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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aldo Mondino

En los años sesenta, esos sesenta que empezaron con aires «pop», amparados por las 51 estrellitas de la bandera de la Unión, también nos llegaban ecos europeos. Muchas veces no se trataba más que de ingeniosas aplicaciones de lo que en Estados Unidos estaba montándose a gran escala. Pero en el caso italiano sigue resultando sorprendente el interés y la diversidad de ese período: los gestos extremos de Manzoni o Pino Pascali y el rigor espacialista de Castellani convivían con las ácidas maquinarias de Adami. Y aunque después, como suele ocurrir, se hayan perdido muchos en el camino (Castellani esfumado con las Brigadas Rojas, Schiffano filmando -mala Jagger y otras stars, Pistoletto organizando happenings callejeros), aquella vanguardia italiana de los sesenta abrió el fuego en que más tarde ardería el arte P vera,

AIdo Mondino

Kandinsky. Centro Difusor de Arte, Alfonso XII, 42.

Aldo Mondino, que hoy tiene cuarenta años, fue uno de los nombres más sonados de esos tiempos. Recuerdo que uno de los primeros artículos modernos que leí fue el que Angel Crespo publicó en 1967, en Forma Nueva, sobre Aldo Mondino. Aquello evocaba inmediatamente posibilidades de juego. A un cuadro pintado a la manera op se le ataba un globo de color. Unos dibujos para colorear eran ampliados a gran tamaño. Travesuras, divertímentos, montajes culturales sobre Casorati o Capogrossi, tinglados entre el neodada y el arte conceptual, carteles para Lotta Continua, esculturas de caramelo y pinturas de azúcar que hubieran hecho las delicias de Cansinos... Esto se trajo entre, manos Aldo Mondino hasta 1970, aproximadamente, con cómplices renombrados como Pistoletto y Piero, Gilardi.

El Aldo Mondino de 1978 va a despistar a la afición madrileña toda. Los que le recordábamos vanguardista le descubrimos ambiguo y antiguo, instalado en un cubismo de vuelta. A los que no sabían nada del artista, se les escamolea su trayectoria experimental. Hasta puede haber despistados con vocación de espabilados que le denosten como cubista de ida. Para más ambigüedad, los cuadros están colgados en Kandinsky Centro Difusor de Arte, cuya moqueta marrón en suelo y paredes le da al conjunto un aspecto parecido, muy parecido, al de los salones de pintura decimonónicos en que aún se veían condenados a exponer los vanguardistas históricos. Sólo faltan el sombrero de Marinetti o la facha imponente de Apollinaire para que nos sintiéramos realmente trasladados a 1910 ó 1912.

Apenas datos en la exposición sobre la actitud de Aldo Mondino ante las antiguallas cubistas (Gris, Braque, Picasso, Gleizes, Malevich) que manipula. En seguida nos, damos cuenta de que cada cuadro es un puzzle refinado, cuyos fragmentos se articulan según una composición que los divide no simétricamente. La descomposición cubista es descompuesta a su vez. Por el título, por una serie de referencias escritas y por los motivos musicales de los cuadros utilizados, entende

Aldo Mondino

mos la relación que se intenta establecer entre esta pintura y la música de Schönberg.Revisitar el pasado

Es esta una muestra inteligente y perversa. Siempre quedará la duda de si todo es un juego fin de siglo o, por el contrario, una historia de amor más verdadera, al cabo de la cuale el pintor podrá mutarse en un neocubista y olvidar el lado más obvio de su trabajo culturalista.

Culturalistas son bastantes obras actuales. La misma época empuja hacia «la emoción de todo eso», que diría Brian Ferry. Pero con el pasado cultural, de todo se puede hacer. Si en muchos casos el culturalismo tiene que ver con el guiño, con la cita (entendida como garantía de autoridad) o con la sátira incluso, cabría pensar en un trabajo más de relectura, de distanciada relación con aquello que del pasado se toma. Un Louis Cane ha podido fallar en este sentido, por ambicioso y no por falta de talento. Un Frank Stella sería buen ejemplo de que esa mirada que, entre otras cosas, revisita el pasado, puede llegar a ser bastante más perversa que la del saqueador. Como dice un amigo pintor, los artistas que parecen los más neutros -Velázquez, Manet- son, en el fondo, los más perversos. Aldo Mondino empezó saqueando, jugando y bien. Sería difícil decir cuáles son las salidas pero no es imposible pensar que encontrará un lugar en el pasado hecho presente.

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