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El Ministerio del Interior redacta un reglamento-tapadera

Crece el rumor: el Ministerio del Interior aprobará en breve el reglamento taurino reformado. Lo hará a su aire, aunque la mayoría de las cuestiones básicas del antiguo reglamento. no quedaron suficientemente claras al término de las reuniones para su estudio que se celebraron el pasado invierno.

El anteproyecto de reforma del reglamento está en estudio desde hace por lo menos dos años. Se nombró al efecto una comisión, cuyas sesiones de trabajo presidía el secretario general de documentación de la Dirección General de Seguridad, y en la que formaban parte representaciones de los diversos estamentos de la fiesta.Las reuniones suponían, por lo general, fuertes enfrentamientos dialécticos entre el sector profesional y el resto (aquí, los comisarios-presidentes, ganaderos, veterinarios y aficionados), pues en las cuestiones básicas sus posturas parecían irrecónciliables. Unos defendían la mayor comodidad y facilidad para la organización y desarrollo del espectáculo, reducción de sanciones, etcétera; otros, la pureza de la lidia.

Con mucha frecuencia, el presidente de las reuniones sometía a votación los temas sobre los que pasaba el tiempo sin que se llegara a un acuerdo, y era grotesco porque se agrupaban como piña todos los profesionales y afines, desde matadores de toros hasta puntilleros y mozos de espada, pasando por las diversas categorías artísticas y laborales, y su triunfo era aplastante. Es lógico.

Fue curiosa la votación sobre la distancia minima que debe haber entre toro y caballo para la suerte de varas. En el debate, cincuenta centímetros llegaron a ser interminable punto de discusión, y la propuesta de la presidencia fue, finalmente, si se ampliaba o no un metro la distancia mínima actual. Todo el bloque de la torería votó no unánimemente, y naturalmente ganó. Se oyó, entonces, una voz: «¿Quiere explicarnos alguien qué le va o le viene a Agapito, el puntillero, si los toros se pican a dos o a tres metros de distancia?»

El procedimiento era ridículo, pero no se perdía el tiempo con las reuniones, pues en ellas se perfilaban posturas, se exponían intereses y surgían ideas nuevas. Las intervenciones de los comisarios-presidentes de corridas fueron todas magnífipas, y era inequívoco su criterio de buenos aficionados; las de los veterinarios tuvieron rigor y altura, y el público aficionado contó con inmejorables defensores. Hubo propuestas particularmente brillantes de Antonio Garcia-Ramos.

En contrapartida, pareció que la presidencia aceptaba arbitrarias peticiones de la torería. Por ejemplo, la de las banderillas, que salvo en lo que se refiere al arpón, podrían ser como les viniera en gana; por ejemplo, el reconocimiento expreso de la excepcionalidad para las normas que regulan la suerte de varas, que dejarían a éstas en pura retórica, sin ninguna efectividad.

Precisamente en los artículos concernientes a la suerte de varas o primer tercio se endurecieron lits posiciones. De súbito, aparecieron en el salón de sesiones fuertes contingentes de quienes a penas habían asistido hasta entonces: los contratistas de caballos. Apoyados por el picador Salcedo (a su vez contratista también), polemizaron hasta la extenuación. Hubo toda clase de opiniones sobre el peto, la puya y las condiciones que debe reunir el caballo. El doctor veterinario Antonio Sánchez Belda aportó un estudio sensacional, que. rebatía de plano la base de las argumentaciones de los contratistas, quienes afirmaban que hay escasez de caballos.

Es curioso constatar que picadores, contratistas y, en general, toda la torería, no rebatían el peto reglamentario y se conformaban con el que estipula el reglamento vigente. Lo que se callaban era que, fraudulentamente, venían utilizando los conocidos manguitos, los cuales, temporada adelante, serían el desencadenante de un escándalo sin precedentes.

Tan complicada se presentaba la discusión, tan cerradas eran las posiciones frente á los planteamientos teóricos, que surgió la idea de constituir una comisión que estudiaría todo lo concerniente a la suerte de varas, incluidos ensayos prácticos en el ruedo, con nuevos tipos de petos y puyas, que serían sacados a concurso. Esta comisión se formó con diversos representantes de los estamentos de la fiesta, y tenemos entendido que se levantó acta de la sesión constitutiva.

Y hasta hoy. No ha vuelto a ser convocada. Por eso extraña que, si es cierto el rumor, el Ministerio áel Interior se lance a redactar y publicar un reglamento en el que falta el estudio de su articulado de base. Las características del tord y su reconocimiento, y la regulación del primer tercio, son el alma de todo reglamento taurino, porque constituyen los elementos fundamentales de la lidia, y, por tanto, de la fiesta.

A los empresarios y a la torería -dicen- les interesa así: que el nuevo reglamento salga como copia del actual, con ligeros retoques, pues éste fue obra de toreros, con intervención muy directa de Antonio Bienvenida y Victoriano. Valencia, quienes, en su día, barrieron para adentro. Pero a los ganaderos y a los aficionados (suponemos que a los veterinanos y comisarios-presidentes también) no les conviene en absoluto tanta precipitación. O se hace un buen reglamento, o vale el que hay. Si se cumple, por supuesto. Hay esta sospecha: pretenden los taurinos que el reglamento ahora en redacción legalice todo lo que se incumple del vigente. Será, entonces, el reglamento-tapadera.

La coartada que esgrime el taurinismo es esta: será absurdo hacer un reglamento utópico, hay que ir a uno realista, que se pueda cumplir. Lo cierto es que si el actual no se cumple, no es por imposibilidad, ni física ni metafísica, sino por pura comodidad de taurinos, que desem.boca en corruptela y falta de rigor en la vigilancia de quienes tienen la obligación de ejercerla. El nuevo reglamento, entendemos, sólo se justifica si es progresivo.

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