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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Asociaciones de vecinos y partidos políticos

Presidente de la Asociación de Vecinos"La Unión de Hortakza"

Parece que las Asociaciones de 'Vecinos resultan incómodas o, al menos, difícilmente clasificables. No sólo tienen que pugnar por subsistir y adaptarse. También tienen que justificar su presencia y, sobre todo, su permanencia en el futuro. Lo que estaba claro hasta un 15 de junio electoral se oscurece progresivamente. Un defecto de óptica política lleva a algunos a considerar las asociaciones de vecinos como un vestigio más del franquismo. Los que así peinsan consideran como mérito indiscutido de estas asociaciones haber sido islotes de libertad en un mar de autoritarismo y haber actuado como eficaces mediadores entre unos partidos políticos ilegales Y una población desorganizada y despolitizada. Planteadas así las cosas, se impone agradecerles los servicios prestados, depositar alguna corona en la tumba del «vecino desconocido» y, sobre todo, exigir a ese vestigio del pasado que traspase cuanto antes su Patrimonio democrático a los nuevos y, para algunos, únicos depositarios y protagonistas de la democracia: los partidos políticos.

Las asociaciones de vecinos (perdón por la testarudez) no nacen solamente como respuesta a la opresión política del franquismo. También nacen como movimientos reivindicativos, como respuesta a unas condiciones de vida en los barrios cuya, descripción, por conocida. y sufrida, nos evitamos resumir. Y las asociaciones de vecinos también expresan otra aspiración: la necesidad de la participación ciudadana. No sólo piden soluciones a los problemas de los barrios, también piden espacio para opinar e intervenir en la elaboración y gestión de. esas soluciones. En este sentido (y el movimiento vecinal lo puede proclamar con rencor) nada se eiltá haciendo por introducir en el largo y minucioso debate constitucional el reconocimiento y el apoyo a la participación ciudadana a través del vario y desamparado movimiento asociativo que la está haciendo posible.

Parece claro que las asociaciones de vecinos no reciben el apoyo pleno y sin ambigüedades de los partidos políticos mayoritarios, a pesar ole que todos esos partidos insisten continuamente en el común objetivo de estabilizar y desarrollar la democracia en nuestro país.

La Unión de Centro Democrático, que está intentando crear sus correas de transmisión en los barrios mediante las llamadas Unidades de Acción Ciudadana, no está presente en las asociaciones de vecirios, pero hasta el momento las recibe como interlocutores en los ayuntamientos y los mútiples organismos de vivienda, urbanismo, etcétera. En este sentido, no cabe duda que legitima la existencia del movimiento vecinal. La UCD practica hoy un interesado e interesante «doy para que des». Al movimiento vecinal le reconoce cierta representatividad para negociar los problemas de los barrios, pero a cambio recibe información directa e iniciativas que una AdminiUración Pública desorganizada e ineficaz por herencia (y no sé si por esencia) es prácticamente incapaz de recoger y promover. La UCD espera del movimiento vecinal que actúe como colchón y filtro de la masa de reivindicaciones ciudadanas tanto tiempo congeladas, pide tiempo y buenas maneras a un movimiento vecinal cansado de promesas incumplidas y encallecido en sus modales. El Partido Socialista Obrero Español, dejando aparte declaraciones programáticas incumplidas y la actitud de apoyo de reducidos sectores de militantes socialistas, es el gran ausente en las asociaciones de vecinos. Esta ausencia real y política, fruto de la falta de un trabajo militante cotidiano enlos barrios en los últimos años, le lleva a una actitud de desconfianza hacia un movimiento asociativo que le es ajeno y en el que, además, da por supuesta la preponderancia de su competidor electoral, el Partido Comunista. El PSOE ha decidido, hasta el momento, dar la espalda a las ascociaciones de vecinos, intentando desarrollar en los barrios un trabajo paralelo a través de sus Casas del Pueblo (trabajo que ya ha demostrado sus cortos alcances) y practicando en realidad una espera pasiva hasta las elecciones municipales. El PSOE juega exclusivamente al poder municipal, en la confianza de que va a ser legitimado por los votos para organizar y ejercer desde los ayuntamientos el protagonismo directo del que carece actualmente en los barrios.

El PCE, por el contrario, es el gran presente en el movimiento vecinal, pero su situación contradictoria lleva a su dirección a dudar de la rentabilidad inmediata de esa presencia conseguida a lo largo de años de trabajo denodado y generoso de sus militantes. Hoy, el PCE tiene que competir en la legalidad democrática desde una situación de inferioridad electoral, dado que su indiscutible protagonismo en la lucha antifranquista no se ha visto correspondido en número de votos. Así tiende a infravalorar la importancia de su presencia real en el movimiento vecinal, al no traducirse esa presencia a corto plazo en su potenciación directa como partido. En la actualidad busca más privilegiar el desarrollo de su propio espacio político y social. El PCE, que en los últimos años del franquismo solía caer en la tentación de considerar al movimiento vecinal como un patrimonio propio, al servicio cotidiano de su política, parece girar radicalmente para caer en. una tentación abandonista que la propia «Tesis 12», aprobada en su reciente congreso, denuncia como el peligro de «recluirse sobre sí mismo, sobre sus locales y zonas de influencia, o exclusivamente sobre el movimiento sindical, confundiendo en el mejor de los casos el trabajo de masas con el partido de masas (entendido en términos de crecimiento cuantitativo)». Cuando la caída en este error es considerada por el aparato del partido como virtud, surgen las actuales contradicciones con aquellos militantes que siempre intentaron poner en práctica, más o menos co nscien temen ¡e, un principio programático que hoy está recogido en esa progresista «Tesis 12», como principiot destinado a convertirse en papel mojado: «Contribuir a la organización autónoma de la sociedad en todos sus niveles ... »

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La visión, por rápida y esquemática, puede resultar pesimista. Pero el desarrollo en Madrid de las relaciones partidos políticos- asociaciones de vecinos no tiene por qué ser fatalmente negativo. Dentro de los mencionados pártidos mayoritarios se desarrollan tendencias en favor de no abandónar el movimiento vecinal o de incorporarse a la realización del costoso y poco lucido trabajo cotidiano. La propia permanencia y desarrollo del movimiento favorece el progreso de esas posiciones. Militantes de otros grupos mantienen su trabajo activo. En las zonas donde el movimiento vecinal procura desarrollarse sin ideologismo ni tributos partidistas, sectores no organizados políticamente van ocupando puestos de responsabilidad en las asociaciones de vecinos (de la actitud de los propios partidos políticos dependerá que estos sectores no terminen imponiendo un espíritu antipartidos también nefasto para el futuro del movimiento). Y, finalmente, fuera de Madrid se dan hechos que demuestran que el divorcio o el deterioro en las relaciones partidosasociaciones no es algo consustancial al momento que vivimos: en Barcelona, militantes socialistas; comunistas y de Convergencia Democrática, cuyos partidos representan casi el 70% del electorado del 15 de junio, trabajan unitariamente, junto con los independientes, en las asociaciones y apoyan y ocupan puestos de responsabilidad en la federación que las coordina.

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