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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El viejo Marcelino

El viejo Marcelino, el presidiario Camacho, al que teníamos como a trasmano con el barullo del veraneo, el tanga y la jet-society, ha hablado el domingo en el Consejo Confederal de Comisiones Obreras. Y su camisa a cuadros era, otra vez, el tapete de taberna barata que se pone en la mesa para que coman todos, el mantel de tasca donde los pobres se alimentan de pan y cuchillo, como dijo Miguel Hernández, uno que no vivió lo suficiente para hacerse de Comisiones.-Estamos en contra de todo pacto social -ha dicho el viejo Marcelino.

Ya era hora de que alguien lo dijese claro. Porque resulta que el pacto social, que sonaba a desjarretadora Aljubarrota de cañonazos cuando lo proponía Fraga, nos lo tocan ya al oído, como fina melodía, con el violín/raqueta de Ferrer Salat. (Hay una vieja foto de Proust donde tiene cogida la raqueta como si fuera un violín.) Y las serpientes del paraíso refrigerado del Congreso, con sus Evas que usan evax, y sus manzanas de oro catalán, empezaban ya a erguirse y bailar lúbricas esa melodía. « Se debe cumplir -dijo el líder comunista- lo que no se ha cumplido de los acuerdos de la Moncloa.». Pues no ha llovido, Marcelino, macho.

Pelo blanco, como un trigal helado de los años cuarenta, gafas de obrero que necesita gafas y esa palabra enérgica y dolida que Marcelino se saca de la herida que tiene en el corazón. Lo del pacto social es una cosa que funciona ya, como un veneno dulce, como una receta nueva que hay que probar, como el cóctel de este otoño en copa de tallo largo. Cada cual chupa su sorbito, cada partido se relame un poco y dice que sí, que bueno, que está un poco seco o un poco largo de ron bacardí, pero que está bueno y si es posible que pase de mí este cáliz.

Ferrer Salat, que antes sólo venía a Madrid los domingos para oír misa en castellano, que es lo serio, lo romano (aunque el Papa haya vuelto a bajar del desván la silla gestatoria), y luego arengar a los empresarios con su tenis dialéctico de derechas, Ferrer Salat es hoy visita habitual de la Moncloa y ya sabe poner los verbos en su sitio, y no como el Canivell de La escopeta naci6nal.

Pienso que Ferrer Salat es el nuevo Canivell, el que ya no viene de paganini a financiar cacerías para que maten otros (el cura, mayormente), sino que ahora nos monta en Madrid una cacería de obreros, de chapistas, de fresadores, y a esa montería la llama liberalismo laboral, o cosa así. Todo consiste en que el empresario, cómodamente sentado en su skay,pueda disparar sobre el obrero malo, poniéndole telescópicamente en la calle si hace huelga, pide más sobre o va de rojo.

Tan seguro está Ferrer Salat de su pacto social, frente a la inepcia y la inopia de Abril Martorell y otros pactistas, que hasta le ha dicho a Antonio Asensio que se haga unas cadenetas y guirnaldas, para su despacho de Interviú, con las cintas magnetofónicas de las famosas escuchas, donde a él parece que se le fue la cremallera.

Alguien tenía que contestar a todo eso, alguien tenía que decir que no, alguien tenía que levantarse en mitad del concierto de la Moncloa, música de cámara para raqueta y piano Hammond, con intermedio de habaneras traídas de Cuba recién, en la valija. Y mira tú por dónde ha sido el viejo Marcelino, con su fea camisa de cuadros, manchada de verano y merienda, como hecha de un mantel para cuatro que, sin embargo, da para todos.

-Nosotros no estamos de acuerdo con la política de rentas -ha dicho, además, la oveja descarriada del rebaño multinacionaI de Perkins.

Vaya un domingo que tuviste, Marcelino, macho. Tú sí que dijiste misa a tu manera (sin silla gestatoria) el domingo en Madrid, Marcelino, macho.

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