La fórmula-1,
considerado por muchos el mayor espectáculo del mundo del deporte, protagonizó el domingo por la tarde una nueva tragedia. La víctima en esta ocasión fue Ronnie Peterson, uno de los mejores pilotos del «grupo de escogidos» y que, precisamente, este año marchaba firmemente hacia una consagración que tantas veces se le había negado. Un error de organización, al permitir la salida lanzada de los bólidos que ocupaban las posiciones retrasadas en la parrilla de salida, fue la chispa que provocó en décimas de segundo el accidente. Aunque James Hunt evitó en la misma pista su muerte, carbonizado, el piloto sueco murió ayer por la mañana de las complicaciones surgidas de sus múltiples heridas. Ahora sólo queda la polémica y una investigación judicial de la magistratura italiana para determinar eventuales responsabilidades.
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