El Hércules regaló más de medio partido a un mal Atlético
El Atlético ganó por un rotundo 3-0 al Hércules, pero el resultado no refleja, ni mucho menos, lo mal que jugó. El equipo alicantino, con fallos infantiles en su defensa, le regaló más de medio partido al cuadro de Héctor Núñez, que sólo ligó contadas jugadas a lo largo de los noventa minutos. A los dieciséis minutos y en el descanso se oyeron gritos significativos de ¡fuera!, ¡fuera!, y las palmas de tango sonaron poco antes de que las acallara el tercer gol rojiblanco, la mejor jugada de la aburrida noche.El primer tiempo del Atlético de Madrid fue un continuo despropósito futbolístico. No se puede jugar peor, pese a dominar la situación ampliamente ante un enemigo que era una verdadera «perita en dulce». Pero el Atlético, por poner sólo el ejemplo más claro, jugó (?) sin extremos, pese a tener tres hombres en punta, Ayala, Leivinha y Rubén Cano, los tres juntitos en el centro. Si a ello se añade que Leal no se había encontrado en el campo, que Marcial no podía, pese a intentarlo, poner orden, y que Guzmán, fiel a su costumbre, no hacía más que correr sin ton ni son, está dicho todo. Marcelino fue el único rematador y el hombre destacado entre tanto desbarajuste.
A los dieciséis minutos comenzaron los gritos de descontento y es que el Atlético sólo vivía de centros sobre puerta, sin tratar siquiera de ligar una jugada, como un vulgar equipo de regional. Ni los jugadores se entendían. Menos mal que la carambola de Rivera, uno de esos absurdos que se dan en el fútbol, no empeoró las cosas. Ya se sabe que los goles aplacan a las masas. De todas formas, como no mejoraron, incluso se produjeron palabras gruesas e insultos entre varios jugadores y el público, al retirarse por el túnel a los vestuarios.
Desde luego, si lo mejor de un equipo aspirante en teoría, a ganar la Liga es un defensa, que jugó muy libre, además, porque Macanás demostró que el Madrid no se equivocó al darle la baja, es como para echarse a llorar. El Hércules sólo jugó «su partido» a un discreto nivel aceptablemente de contención pero era el enemigo ideal para que el Atlético demostrara calidades futbolísticas. El problema sin embargo, es que el Atlético ha perdido la personalidad -al menos no la ha vuelto a encontrar y es que no se la pueden dar jugadores de tan poca clase como Guzmán, que sólo sabe bien correr y correr, o Arteche, una muralla quebradiza igualmente en cuanto al bien hacer innato. El público se mete con el equipo o con Héctor Núñez porque debe pensar que ese no es su «Atleti», que se lo han cambiado. El día que los rivales no se marquen goles en propia meta será mucho más grave, desde luego.
El Hércules, al margen ya de sus fallos -el del segundo gol fue aún más infantil que el primero- demostró por lo menos orden y sólo su planteamiento mas prudente le «obligó» a marcharse sin marcar del Manzanares. Abad, su extremo derecho y hombre que a veces se quedó únicamente en punta, apuntó detalles de calidad, que habría concretado con una ayuda de entidad. Sus centrocampistas Lattuada, Baena y Saccardi, pese a lo mal que estuvieron Guzmán, Marcial y Leal, no se aprovecharon porque tampoco tenían la convicción en ataque. En la segunda parte, cuando se animó algo el Atlético, porque imprimió más velocidad a su juego, respondió bien al principio y se apagó a continuación en cuanto tuvo el fallo del segundo gol. Después, cuando contó con dos ocasiones de conseguir al menos el gol del honor, encajó el mejor tanto de la noche.
En cuanto al Atlético tampoco conviene olvidar la nula presentación de Leivinha, un hombre que hace demasiado tiempo no justifica el dinero que gana. En el partido de ayer ni siquiera le dio tiempo a demostrar que tiene una teórica clase.
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