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Ruiz Miguel anduvo a gorrazos con los "juanmaris"

Ayer no hubo música en Vista Alegre. La tragedia de la mañana, un muerto y once heridos en el desgraciado accidente que se produjo durante el Sokamuturra, decretó la jornada de luto. Las comparsas acudieron a la plaza en silencio y así permanecieron en ella. A mitad de la corrida, todo el público en pie, siguieron al chistu en el Agur Jaunak, que cantaron piano, voces lejanas ahogadas por la, emoción.Pero la vida sigue y sigue la fiesta -ahora veremos cómo- y la corrida se dio con toda normalidad. Lo cual se dice sin ánimo de gratuidad, pues ocurrió precisamente lo normal, lo que cabía esperar de ella. Con peso los juanmari, pero más que sospechosos de pitones; mansos y sin casta además, con los problemas que esto acarrea a cualquier torero que quiere ejercitar su oficio, y lo intenta con un mulo medio disfrazado de toro.

Plaza de Bilbao

Corrida de abono. Toros de Juan Mari Pérez Tabernero, grandes pero todos escobillados, o romos, o con síntomas de despuntados; mansos y sin casta. El primero estaba inválido. El segundo fue devuelto porque salió con uri pitón colgando;.el sobrero (quinto lugar) otro manso de la misma ganadería. El Viti: estocada trasera (ovación y salida al tercio). Pinchazo hondo y rueda de peones (bronca). Ruiz Miguel: pinchazo, media desprendida y descabello (aplausos y salida). Pinchazo hondo y descabello (oreja). Julio Robles: bajonazo descarado y descabello (ovación y salida). Dos pinchazos y descabello (aplausos y saludos).

Medio nada más, pues menudas fachas tenían los juanmari. La corrida pudo ser soporífera, absolutamente inaguantable, mas había toreros verdaderos en la plaza. Más que ninguno -porque más que ninguno tenía ganas de demostrarlo- Ruiz Miguel. Cruzándose ante los mulos coceadores, aguantando tarascadas, pisando terreno peligroso, les sacó faena. La del sobrero -lidiado en quinto lugar- fue de clamor. Sencillamente Ruiz Miguel lo apabulló. Y luego, demostrando que era el hombre el que mandaba sobre el bruto, vinieron tres circulares de amplio y templado brazo, pases de espalda, altos y bajos, ayudados, lo que hiciera falta, tirando de la bestia como si la llevara atada con una soga. Después, los adornos. Ruiz Miguel se metió materialmente entre las astas para acariciar el testuz. Tanto rato juntos, toro y torero se hicieron amiguetes. «¿Qué tal la familia?» «Pues ya ves, un poco preocupada por cómo me tratas, ¿y la tuya?» «Bien, bien, tan mansa como yo, imagínate; papá, pastando y berreando.» Y una vez pegada la hebra, más circulares. Ruiz Miguel puso la plaza al rojo vivo, pues siempre impresiona que un torero ande a gorrazos con los mansos, y en la triunfal vuelta al ruedo le tiraron de todo, hasta una hortaliza que, por cierto, le dio en el coco y por poco lo descalabra. Hay amores que matan.

Al Viti le abroncaron con injusticia manifiesta. El cuarto toro era un mulo más mulo que el referido de Ruiz Miguel, y no admitía ningún tipo de diálogo. El Viti lo cazó de un pinchazo hondo y si hu.biera sido de un bajonazo infamante daría lo mismo, pues el toriburro no merecía otra cosa. Lo que ocurre es que aquí, en Bilbao, si hay faena la gente se entrega, y si no la hay, se arma, el toro no importa en absoluto y por eso no se entiende. Algunos debieron creer que El Viti les quería tomar el pelo, o birlarles el importe del boleto, y se indignaron con él.

Sin embargo, en el primero de la tarde, donde sí había barruntillos de estafa, pues no se tenía en pie, buena parte del público se puso a palmotear y pedir musica para celebrar que El Viti se había tomado en serio su papel de enfermero y pegaba derechazos, uno tras otro, sin fin, mimando el triste caminar del inválido. Los hubo buenos, claro que es (y malos), pero de toda la faena yo me descubro ante dos naturales ligados con el de pecho, que fueron muestra acabada de ese muletero profundo que nadie puede dudar es El Viti, cuando dice allá voy.

También Julio Robles salió a por todas, dio dos emocionantes largas de rodillas, toreó bien a la verónica, hizo un quite por chicuelinas (el único de la tarde) y estuvo valentísimo ante los borricos que le correspondieron; ejecutó un trincherazo sencillamente majestuoso (que, por cierto, no levantó ni un solo olé que se oyera, así es esta plaza tan seria; el mío no vale) y, en suma, hizo cuanto podía. Pero no había manera de redondear lucimiento con los juanmari.

Lo cual no obsta para que productos de esta divisa los sigan acaparando los exclusivistas. Al fin y al cabo, con ellos tienen los toreros justificación si, como es presumible, no pueden redondear faena; y por añadidura no las pasan morás como sucede con los toros de casta. Ahí está el detalle.

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